—Me tengo que ir —dije parándome, las chicas me miraron fijamente.
—¿A dónde? —preguntó Verónica.
—Quede con mi madre para una video llamada, hablar con ella no es suficiente, necesito verla —contesté y me fui antes de que dijeran algo más.
Corrí hacia las escaleras y empecé a subirlas de dos en dos, podía tomar el ascensor, pero había empezado esta rutina hacía unos días, me ayudaba a ejercitarme de alguna manera.
No iba a hablar con mi madre, era cierto lo de la video llamada, pero la habíamos coordinado para la noche, ahora iba a encontrarme con Lucas.
Hacía una semana que entrenábamos y no le había dicho nada a las chicas, primero porque no quería que se enteraran de que no sabía nadar y segundo porque era nuestro pequeño secreto, eran especiales esas horas que compartíamos juntos y sentía que si le decía a alguien se rompería la magia.
No me mal interpreten, Lucas y yo solo somos amigos.
Entré a la habitación y busqué el traje de baño, me lo puse y luego volví a bajar corriendo las escaleras, salí del hotel y me dirigí a nuestro refugio, así era como había empezado a llamarlo.
Cuando llegué vi las cosas de Lucas en la arena, pero no a él, me acerqué más al lago y pude verlo nadar, en este tiempo había aprendido muchas cosas sobre él, tenía dieciocho años y dos hermanos. Mario era un año mayor y Cristian tenía diez, era muy apegado a su madre, hablaba con suma dulzura de ella y admiraba mucho a su padre. Pero creo que lo más importante era su conexión con el océano, era como si fuera parte de él, eso sentía cada vez que lo veía nadar, como si fueran uno solo, el mar era su hogar.
Lucas salió a la superficie y me vio, estiró una mano y me saludó con esa sonrisa tan suya, hice lo mismo.
Corrí hacia el agua y me acerqué a él.
—Siento la demora —dije una vez que lo tuve enfrente.
Negó con la cabeza —Está bien. ¿Qué tal tu día? —preguntó pasándose una mano por el cabello.
—Normal. ¿El tuyo? —me tiré hacia atrás quedando acostada en el agua, estaba tibia.
Lucas sonrió aún más y me imitó —Cris no paraba de preguntarme que era lo que hacía todas las tardes y porque no podía venir conmigo, así que tuve que decirle que estaba entrenando a una chica, ahora cree que eres mi novia, le dije que no, pero salió corriendo hacia la habitación de mamá gritando «Lucas tiene novia» —rió.
Me hundí en el agua al escucharlo decir eso, salí de nuevo a la superficie y lo miré fijamente, aunque sentía mi cara arder.
—¿Tu familia creé que soy tu novia? —pregunté atónita.
Lucas me miró sin borrar la sonrisa —Solo Cris, les expliqué que no lo eras, pero ya sabes como es, cuando se le mete algo en la cabeza es difícil sacárselo.
—Qué vergüenza —dije tapándome el rostro con las manos.
—¿Te da vergüenza que piense que eres mi novia? —preguntó.
Saqué las manos de mi rostro y lo miré, su sonrisa había desaparecido.
Sentí que me ruborizaba de nuevo, así que miré el agua.
—No, digo, pasas las tardes conmigo y bueno... —hice una pausa —Podrían pensar cualquier cosa.
Se largó a reír ante mis palabras, lo fulminé con la mirada y volví a acostarme en el agua sin mirarlo.
Siguió riéndose un poco más y cuando terminó de burlarse mío suspiró —Por dios Maia, nadie piensa nada de ti, ni siquiera saben que tú eres la chica.
Miré al cielo ignorándolo, él se acercó un poco.
—¿Estás enojada? —no contesté —Vamos, nadie hace caso a lo que cree Cris, hace un tiempo decía que había visto un duende que tenía un cuerno —aunque no lo veía sabía que estaba sonriendo —Se le pasará en unos días.
Seguí buscando formas en las nubes mientras hacía pequeños movimientos con los brazos para no perder el equilibrio.
Lucas suspiró y me lanzó agua en la cara.
Lo miré mal —Maldito —le dije y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—No lo olvides, tu maldito —volvió a salpicarme con agua.
Hice lo mismo sin poder evitar una sonrisa, no podía enojarme con él, además no tenía la culpa de que su hermano pequeño creyera eso.
Seguimos con la guerra de agua un rato más y luego nos pusimos a reír.
—¿Una carrera? —propuso.
Asentí y me tiré al agua rápidamente tratando de ganar ventaja, en los últimos días había avanzado mucho, así que ahora solo tenía que practicar, lo hacíamos con carreras y apuestas, que solían tener como premio comida.
Lucas me dejó ganar, lo sabía porque era obvio que yo con mi poca experiencia no iba a ganarle a él, el gran surfista. Igualmente presumí mi victoria.