La mañana pasó volando, había ayudado a mi padre con algunas cosas y luego pasado tiempo con las chicas, cuando llegó la tarde me puse mi traje de baño y fui a encontrarme con Lucas.
Caminé entre los arboles absorbiendo el aire fresco, algunos pájaros cantaban y el viento movía las hojas, me había acostumbrado a este lugar, ya ni siquiera tenía que prestar atención por donde iba para llegar al lago.
Llegué a nuestro refugio y Lucas no estaba, quizás llegaría tarde, fui a sentarme en la arena para esperarlo cuando noté que había algo escrito en esta.
Me alejé un poco y busqué la mejor vista para leer el mensaje, el cual era bastante largo.
«Maia, no podré ir a verte hoy, ya que entré en la competencia tengo que entrenar. Estaré en la playa por si quieres ir a ver, nos vemos luego.
Tu idiota»
Reí ante la firma que puso y luego me dejé caer en la arena, pensé en que hacer, no sabía si debía ir a verlo o no, seguramente estuviera su padre, una vez me dijo que era él quien lo entrenaba.
Estuve un rato más acostada y luego me dirigí al agua, pensaba entrenar un rato yo sola y luego si de camino a casa lo veía me quedaría a verlo entrenar.
Nadé unos metros hacia adentro y luego volví, hice lo mismo unas cuantas veces hasta que me cansé y que me aburrí.
Salí del agua y escurrí mi pelo, luego pasé las manos por él peinándolo.
Me puse mis zapatillas y me adentré de nuevo en el bosque, cuando salí a la playa me acerqué a la orilla y caminé lentamente prestando atención a las personas en el agua.
Los surfistas estaban más en lo hondo que las otras personas, hoy las olas eran grandes y parecían furiosas, seguramente por eso decidieron entrenar.
No veía a Lucas por ninguna parte, quizás estaban en otra parte o ya habían terminado, aunque no estaba convencida de esta última.
Seguí caminando hacia el hotel con la vista fija en el agua, escuché a alguien gritar mi nombre, pero no sabría decir quien había sido.
Desvié mi vista del mar y comencé a buscar entre las personas que estaban en la playa a quien sea que me estuviera llamando.
—Maia —volví a escuchar, el grito venía del frente, giré mi cabeza hacia esa dirección y vi un pequeño brazo estirado tratando de llamar mi atención.
Era Cris, el hermano pequeño de Lucas, sonreí y caminé hacia él.
Mientras me acercaba noté que estaba al lado de un chico y los dos me miraban con una sonrisa.
El chico era alto y con buen físico, tenía el cabello rubio y lo llevaba algo levantado en la parte del frente, cuando llegué hasta donde estaban vi que sus ojos eran verdes.
—Hola Cris —dije y con una mano le revolví un poco el cabello.
—Hola Maia —me miró con una sonrisa y luego miró al chico a su lado —Él es Mario, mi hermano —dijo señalándolo.
Lo miré un poco sorprendida, no se parecía en nada a Lucas o a Cris.
Salí de mi asombro y sonreí —Hola —dije estirando una mano hacia él.
—Lucas me ha hablado mucho de ti —dijo estrechando mi mano —Un gusto conocerte, al fin.
Sentí como me sonrojaba por lo que había dicho. ¿Lucas le había hablado de mí?
—¿A si? —dije desviando la vista al agua —¿Y qué te dijo? —pregunté, aunque no estaba segura de querer saber.
Dejó escapar un risa —Eso pregúntaselo a él —dijo.
—¿Ya viste a Lucas? —preguntó Cris.
Negué con la cabeza aún con los ojos puestos en el agua.
—Es aquel —dijo Mario, desvié mis ojos hacia donde señalaba.
Mis ojos se toparon con su cuerpo bronceado, llevaba una bermuda verde y su torso estaba al descubierto, el cabello mojado le caía por la frente y tenía una graciosa mueca de concentración en el rostro. Sus brazos estaban un poco levantados manteniendo el equilibrio y sus piernas separadas se mantenían firmes en la tabla.
Como si hubiera sentido mi mirada levantó la vista hacia donde nosotros estábamos, una sonrisa apareció en su rostro y levantó una mano para saludar.
Sonreí e hice lo mismo, la distracción hizo que se cayera hacia atrás en el agua, al principio me preocupé, pero él salió rápidamente a la superficie y levantó un pulgar para que supiéramos que estaba bien.
Reí levemente mientras lo veía sacudir la cabeza como un perrito sacándose el agua y volvía a subirse en la tabla.
Lo seguí observando entrenar, era tan bueno como me había imaginado, cada pocos minutos desviaba su vista hacia mí y me guiñaba un ojo haciéndome sonreír.
Mario se había acercado más a la orilla y le gritaba instrucciones a veces, Cris, por otro lado, se había parado a mi lado y ambos mirábamos a Lucas fijamente sin decir nada.
Unas horas más tarde Lucas nadó hasta la orilla y luego se acercó a nosotros.