Amor de Emergencia.

Capítulo 8.

Creo que debí checar el pronostico antes de salir de la sala de emergencias. Por acá no llueve mucho pero cuando lo hace... es horrible y hoy es uno de esos días, no soy para nada el tipo de persona que usa sombrillas en los días de lluvia por eso no tengo ninguna pero en estos momentos desearía una. El agua resbala por mi rostro mientras corro hacia la calle en busca de un taxi. Genial, simplemente genial que esto me pase luego del fatídico fiasco de ayer es la cereza del pastel.

Solo de recordarlo me hierve la sangre de rabia por ser tan desatenta.

Maldigo en voz baja mientras intento llamar a un taxi desde la aplicación pero oh sorpresa... no hay ninguno disponible. Resoplo sintiendo cómo la humedad se adhiere a mi ropa por lo menos debería estar bajo el techo del Hospital no aquí bajo uno de los arboles tratando de visualizar algún taxi.

Si no encuentro ninguno creo que lo mejor será ir caminando... a quien engaño con está intensidad y el agua que me llega hasta los tobillos es muy probable que la corriente me lleve.

—¿Siempre olvidas revisar el clima antes de salir?

Esa voz.

Me giro lentamente y para mi desgracia el doctor Scott está parado bajo el techo del hospital, seco y con una expresión que no logro descifrar. Su chaqueta negra lo hace ver aún más alto y por alguna razón más intimidante de lo habitual.

Me enderezo fingiendo indiferencia y tratando de ignorar el hecho de que debo parecer una rata mojada.

—Ni siquiera tengo una —Contesto mientras intento apartar el cabello empapado de mi rostro.

Él me observa por un momento antes de dar un suspiro y quitarse la chaqueta. La sostiene en el aire por unos segundos como si estuviera debatiendo algo internamente y luego camina hacia mí. De estar completamente seco pasa a estar completamente mojado.

—Póntela —ordena tendiéndomela.

Parpadeo sin poder creer lo que está pasando.

—¿Qué? Doctor Scott no hace falta...

—Adhara —Su voz es más baja esta vez como si estuviese hablando con un niño. El sonido de los autos pasando sobre el asfalto mojado llena el silencio entre nosotros. Cruzo los brazos sobre mi pecho pero no puedo evitar temblar ligeramente—. No voy a quedarme aquí viéndote de esta forma —Dice finalmente.

Y antes de que pueda protestar me coloca la chaqueta sobre los hombros. Sus dedos rozan mi brazo y aunque estoy empapada su tacto se siente cálido. Doy un paso atrás haciéndole espacio para que quede debajo del tonto árbol que prácticamente no cubre nada.

—Gracias —murmuro sin saber dónde mirar.

—Voy en la misma dirección que tú, ya pedí un taxi así que vamos juntos. Llega en dos minutos.

—No...

—Ni se te ocurra negarte Baker.

Mis mejillas arden ¿Es siquiera posible? Las gotas de lluvia son heladas pero está situación se siente de todo menos fría.

Abro la boca para responder, pero en ese instante el taxi se detiene frente a nosotros. Me hace una seña para que suba primero y eso hago, saludo al chófer con voz bajita a la par que me disculpo por mojar su vehículo. El doctor Scott entra luego y no dice nada, el taxi es muy pequeño por lo que se siente asfixiante estar a su lado... la tensión es tan espesa que podría cortarse con un bisturí.

El sonido de la lluvia golpeando el techo del auto llena el silencio entre nosotros. Intento concentrarme en el sonido de las gotas deslizándose por las ventanas en lugar de la presencia de Scott. El taxista nos observa a través del espejo retrovisor pero no dice nada seguro preguntándose porque demonios el aire es tan pesado desde que subimos.

—No pensaba que aceptarías la chaqueta —Dice Scott de repente rompiendo el silencio.

—Yo tampoco —respondo más para mí que para él.

De reojo, noto cómo presiona la lengua contra el interior de su mejilla como si estuviera conteniendo una risa. Bueno por lo menos le causo risa. Quiero sacar el tema de ayer pero no me animo, tengo miedo de que vuelva a regañarme.

El trayecto sigue en una incomodidad latente hasta que el auto frena de golpe.

—¡Mierda! —exclama el taxista agarrando el volante con fuerza.

Me impulso hacia adelante por la inercia pero Scott me sujeta instintivamente del brazo.

—¿Qué pasa? —Pregunta con seriedad.

El taxista apunta con la cabeza hacia la carretera frente a nosotros. Entre la cortina de lluvia y las luces del auto, puedo distinguir una silueta moviéndose en medio del asfalto.

Un hombre.

Está empapado con la ropa pegada al cuerpo y los ojos desesperados. Agita los brazos pidiendo ayuda. Scott y yo nos miramos por un segundo antes de reaccionar.

—Detente —ordena él.

Salimos del auto bajo la tormenta sin importarnos la intensidad del agua golpeándonos el rostro. La lluvia empeoro a tal punto que el impacto de las gotas es doloroso.

—¡Mi esposa y mi hija están atrapadas en el auto! —grita el hombre.

Mi cara gira en la dirección en la que está apuntando y en efecto el auto cayó de la carretera hasta chocar con un árbol pero está hundiéndose por lo que puedo ver.

—Adhara, llama a emergencias.

Yo asiento, apenas tengo señal pero intento marcar de todos modos gracias al cielo no tardan en contestarme. Scott por su parte ya está corriendo hacia la zanja al costado de la carretera. A través de la lluvia veo el auto medio hundido en el barro y menos mal el árbol los detuvo porque si seguía lo más probable es que se hubiese volcado.

Cuelgo la llamada y corro en dirección al auto desde mi posición diviso a una mujer que sostiene a una niña en su regazo, están en la parte trasera.

—¡No puedo abrir la puerta! —grita ella golpeando el vidrio con la mano libre—. Vine a la parte trasera junto a mi niña...

Debido a la intensa lluvia el agua se acumula rápidamente alrededor del vehículo haciendo que el suelo se vuelva fangoso. A medida que el lodo se reblandece comienza a ceder bajo el peso del auto lo que está provocando que se hunda más rápido.



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En el texto hay: doctora, emergencias

Editado: 05.08.2025

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