—¿En serio él también tenía que venir? —Pregunto en voz baja, frunciendo el ceño.
Lily se encoge de hombros mientras le da un sorbo a su trago.
—Se invitó solo —Responde encogiéndose de hombros, lo veo tambalearse de nuevo y cierro los ojos—. Nadia hizo la invitación de la fiesta en la sala de descanso pero no se dio cuenta que él estaba allí también.
Claro que se iba a invitar solo...
Estamos en un bar que intenta ser moderno pero es un poco viejo y las decoraciones se ven raras en el lugar. Las luces del lugar parpadean tanto que marean y la música está fuerte... demasiado para mi gusto pero al menos no lo suficiente como para dificultar la conversación.
Nadia la enfermera que es la cumpleañera baila cerca del escenario improvisado con Ben, el enfermero, mientras que el residente (al que no pienso ni nombrar) hace señas para que me acerque y suspiro fingiendo no verlo. Me quedo con Lily que parece disfrutar bastante de ver a Scott tambalearse con una copa en la mano.
—¿Está… borracho? —Pregunto horrorizada.
—Muy borracho —Responde ella sin dejar de mirar—. La enfermera Nadia dijo que por eso no tenía planeado invitarlo... no es un buen bebedor.
Peter Scott, el siempre impoluto, el doctor de la sala de emergencias y decisiones frías, está claramente ebrio. Se ríe con demasiado entusiasmo, habla con las manos moviéndose de un lado a otro, hace chistes malos, bueno, eso no es raro, y en algún momento se sube a un banquito para gritar “¡Un brindis por la ciencia!” como si alguien le hubiese dado la palabra.
—Me estoy empezando a preocupar —Murmuro.
—¿Por qué? ¿Por qué es tu jefe? ¿Por qué es médico? ¿O porque te importa?
—Por su hígado, Lily, por su hígado.
La noche avanza. A Nadia le traen una torta con bengalas pero por un descuido literalmente, casi incendiamos el bar, alguien pide otra ronda y yo decido que es suficiente. La gente empieza a irse. Algunos se despiden, otros desaparecen en grupitos.
Peter sigue en la barra con los codos apoyados y la cabeza algo ladeada. Cuando me acerco, levanta una ceja como si me estuviese esperando.
—¿Adhara? —Dice arrastrando un poco la pronunciación.
—Me temo que si soy yo.
—Excelente —Sonríe como un niño. Mi corazón se apretuja al verlo en está faceta—. Necesito que alguien no me deje pedir otro gin.
—Misión aceptada.
Le tomo el vaso con suavidad y lo alejo. Él no se resiste se pone de pie tambaleándose un poco y salimos juntos del bar hacia la vereda húmeda. La noche está fresca y aunque hay taxis dando vueltas ninguno se detiene todavía. ¿Debería pedir uno por la app?
Nos quedamos parados en silencio. Él mete las manos en los bolsillos del saco y yo cruzo los brazos no porque tenga frío sino porque no sé qué hacer con ellos.
—¿Te puedo decir algo? —Dice de repente.
—¿Qué?
Volteo en su dirección, esta batallando por mantener los ojos abiertos pero falla.
—Me gustas —Lo dice con una sonrisa y los ojos cerrado—, pero shhh… —Añade poniéndose un dedo en los labios de forma torpe—. Es un secreto. Adhara no puede saberlo.
—Ajá…
—Ella es muy profesional .
Me río de él sé que no debería pero lo hago.
—Entonces no se lo diremos.
Él asiente satisfecho con mi respuesta. Se queda mirándome por un rato con esa media sonrisa que aparece solo cuando está agotado o como ahora desinhibido.
—¿Sabes? Eres muy bonita —Murmura con seriedad.
—Y tú estás demasiado borracho —Digo tratando de fingir que sus palabras no me están poniendo las orejas coloradas.
—Ah —Arruga el ceño—. Lo arruiné.
—No… —Digo entre risas—. Solo que con toda esa bebida dudo que lo recuerdes mañana.
Un taxi finalmente se detiene frente a nosotros. Lo ayudo a entrar y me acomodo a su lado. Vamos en la misma dirección así que le doy la dirección y Peter me extiende un billete, trato de devolvérselo pero apoya la cabeza en el vidrio y cierra los ojos mientras la sonrisa nunca abandona su rostro con los labios curvados hacia arriba miro hacia la ventanilla tratando de calmar mi corazón que está demasiado emocionado.
Cuando el taxi se detiene frente al edificio suspiro hondo.
—Vamos, doctor Scott —Murmuro con voz baja.
Peter apenas abre los ojos, lo suficiente para asentir con la cabeza. Pago al taxista, bajo primero y rodeo el auto para ayudarlo a salir. Él lo intenta solo con orgullo borracho pero tropieza en la vereda y tengo que sostenerlo del brazo para evitar una caída.
—No recuerdo bien... ¿Cuál era tu piso? —Pregunto mientras lo acomodo contra mí caminando despacio hacia la entrada.
—Mmm… sexto… o séptimo… ¿No era el cuarto? —Arruga el ceño con una concentración absurda.
Me detengo y lo miro sin saber bien que es lo que voy a hacer con él. Mientras caminamos el portero me lanza una mirada entre curiosa y divertida pero no digo nada.
—Mmm, creo que... —Digo tomando una decisión—. Mejor te llevo a mi departamento.
Peter me se detiene de forma abrupta, tanta que hace que me tropiece con mis propios pies, le lanzo una mirada confundida y lo estiro para que continuemos caminando, lo hace y habla:
—¿Y si me muero de amor esta noche?
Y ahora me freno yo, quien termina casi cayendo es él y debo de usar mi fuerza para sostenerlo. Siento mis orejas calentarse lentamente.
—¡No malinterpretes las cosas! —Exclamo pero no puedo ocultar la risa nerviosa que se me escapa—. Tu dormirás en el sofá.
—Que mal —Dice dejando caer la cabeza en mi hombro como si esa fuera la respuesta definitiva.
Esperamos el ascensor. Entra casi cayéndose y se apoya contra la pared de acero mientras yo marco el botón Peter no dice nada mientras el ascensor sube. Se queda recostado contra la pared mirando las luces con una expresión entre divertida y ausente. Cuando llegamos lo tomo del brazo para guiarlo hasta mi puerta.
—Mmm... este pasillo gira, ¿no? —Pregunta ladeando la cabeza como si el mundo se inclinara con él.