Las guardias siempre tienen su toque, uno nunca sabe que puede encontrarse en sala y mucho menos un viernes... bueno sábado. Son las tres de la mañana, un horario un poco espeluznante si me preguntan, esta sala suele estar tranquila a este horario, tan tranquila que podrías escuchar música clásica pero... ahora más bien creo que debería poner un poco de música electrónica ya que los gritos harían match con la situación por completo.
—¡Doctora Baker! Un hombre llego con una plancha eléctrica atascada en la espalda —Grita una enfermera desde la cortina de la izquierda.
¿Una plancha?
—¿Cómo llego aquí? —Pregunto en dirección a ellos.
Cuando llego estiro la cortina y no puedo dar crédito a los que ven mis ojos. El hombre de unos treinta y picos lleva una camisa blanca puesta y sostiene una plancha en la parte trasera de su espalda.
—Estaba apurado así que estaba planchándola puesta pero al llegar atrás hice mucha presión y la plancha atravesó la tela —Lloriquea como niño pequeño—. No puedo sacarla porque mi piel la tela y la plancha están pegadas.
Llevo mi mano hasta mi ceño incapaz de formular una palabra ante el paciente, no sé si lo correcto sería reír o gritar... tal vez sentarme a analizar la situación ayudaría.
El doctor Scott que pasa por nuestro lado para ir a la siguiente cortina suelta:
—Luego preguntan porque los doctores envejecemos rápido.
Una risa amenaza por escaparme pero me encargo de explicar al residente y enfermera lo que van a hacer debido a que los gritos del frente me están por dejar sorda.
Salgo cerrando la cortina detrás de mí para ir al siguiente, un hombre disfrazado de spiderman no para de chillar.
—¡No siento mis dedos! ¿Se terminaron mis poderes?
Sin poder contenerme y mientras me pongo los guantes hablo.
—No lo sientes porque te lanzaste de un segundo piso —Tiene fracturas que ya fueron tratadas pero sigue con cortaduras que necesitan de sutura. Mientras hago mi trabajo él no para de quejarse y me pregunto a mi misma porque soy yo la que se encarga de esto.
Cuando termino tiro los guantes a la basura y la cortina se abre. El doctor Scott me observa con una sonrisa ladeada...
—Tienes que ver esto.
—Creo que paso... tu sonrisa no me buena espina.
—Ven —Me agarra de la mano guiándome a la cortina de al lado. Me suelto apenas al llegar porque creo que debido a su emoción se olvido que estamos en el trabajo.
En la camilla se encuentra sentada una adolescente, todo parece estar bien con ella excepto... el papel aluminio que rodea su cabeza.
Le lanzo una mirada interrogativa al doctor Scott él cual me explica la situación.
—Dice que sirven para aislar los pensamientos negativos —Arqueo una ceja—. Pero cuando enchufo su celular al toma corriente se electrocuto... —Abro los ojos sorprendida—. Su madre la trajo preocupada pero no fue nada más que un susto.
—¿Y querías que viera esto?
—Es que debes escucharla sus razones para usarlas están bien planteadas...
—¡No! ¡No me van a cortar el cabello! —Un grito de una mujer nos asusta a los dos.
Lily aparece en mi campo visual, forcejeando con la paciente cuyos mechones de cabello se encontraban enredados en un ventilador de pie.
—¡Dice que va a demandar al hospital si le cortamos el cabello! —Chilla Lily, está jadeando mientras me observa con ojos suplicantes que le ayude.
El doctor Scott sale pero va a la sala siguiente y yo lo sigo.
—Eres audaz pasante uno sé que podrás resolverlo —Lily le manda una mirada asesina pero él ni se inmuta y va a la siguiente camilla.
—¿Cómo se pego eso ahí? —Pregunto observando al hombre con un control remoto pegado a la mano.
—Pegamento especial... se le salían las pilas —Dice el hombre y un suspiro tremendo sale por mis labios.
Que dios me ayude, todavía me faltan otras tres horas antes de que mi turno finalice.
Peter, quien parece notar mi desesperación niega con la cabeza.
—Tranquila, yo me ocupo de esto.
Le doy la gracias saliendo a buscar algo de agua pero como no, otro grito me detiene.
—¡Me mordió! —Un residente sale de unas de las salas y me apresuro a ver que demonios está pasando.
Cuando estiro la cortina encuentro a una madre con un niño en brazos, el pequeño tiene una sonrisa espeluznante que me hace preguntar que está mal con él. Esto se va poniendo cada vez más raro...
El resto de mi turno las cosas poco a poco van calmándose, tanto que por fin me encuentro en la sala de descanso junto a Lily tomando un poco de café.
—El turno fue horrible —Dice ella descansando la cabeza en la mesa—. ¿Qué pasa con la gente de ahora?
—No lo sé...
Y lo digo totalmente en serio, todavía no supero como el hombre luego de ser dado de alta empezó a preguntar por su plancha diciendo que es muy cara como para regalarla. La puerta se abre y aparece el doctor Scott con dos bolsas, al instante sé que se tratan de donas por el logo, como una niña extiendo mis manos en su dirección y él sonríe.
Me extiende la bolsa y la agarro feliz, le pasa otra a Lily que levanta su cabeza al escucharlo.
—¿Qué tal les pareció su primer turno de locos?
—Horrible —Digo dándole un mordisco a la dona.
—Pasaron tantas cosas que no se como sentirme.
Peter ríe, una sensación de felicidad es reemplazada por el cansancio al escucharlo reír. Estira una de las sillas y se sienta a mi lado.
—Las noches locas como estás no suelen pasar tan seguido, pero si hay niveles... catalogaría a esta como locura nivel dos... falto más sangre para ser catalogada nivel uno.
Arrugo la nariz pero aún asi sigo con mi dona, el azúcar me reconforta más de lo que debería. Cuando estoy a punto de darle otro mordisco Lily se incorpora de golpe como si acabara de recordar algo sumamente importante.
—¡Casi lo olvido! ¡Hoy es mi cita a ciegas! —Me sorprende su confianza para contar aquello pero solo levanto un pulgar—. Adhara, necesito consejos.