—De igual forma, muchas gracias —sonreí tímida.
—¿Cómo te llamas? —cambio de tema.
—Soy Mia ¿tu? —pregunté nerviosa.
—Luciano. Espero que no vuelvan a molestarte.
—Si, muchas gracias, en serio.
—¿Donde te dirijas con ese vestido tan bonito? —preguntó curioso.
—Hoy... hoy hay una posibilidad de que me adopten —me ruboricé. Estaba tan contenta, nunca antes una familia había venido a verme.
—Te felicito —sonrió de lado —Estoy seguro de que hoy te irás de aquí con aquella familia.
—Gracias, debo irme o la directora me matará — saludé levantando mi mano.
—Adiós Mía, nos vemos —imitó mi saludo.
Si no me apresuro la directora se encargará de que sea carne muerta.
Al ingresar a la dirección un señor regordete y con alrededor de 40 años estaba firmando unos papeles junto a la directora.
Que bueno que pude ponerme este vestido.
—Hola —susurré apenada.
—Mia, ¡te estábamos esperando! pasa —exclamó la directora algo molesta.
Aquel hombre se paró y me miró de la cabeza a los pies con una amplia sonrisa.
—Hola, ¿así que tu eres la bella Mia? —extendió su mano para que la tomara.
—S-si, señor —tome su mano nerviosa.
Ya, me va a dar algo.
—Eres muy bella, estoy seguro de que te encantará nuestra casa.
—¿Nuestra casa? ¿Me adoptará? —sonreí entusiasmada.
—Claro que sí, ya firmé todos esos tediosos documentos —los señaló sobre la mesa.
—Pero, señor no hemos hecho un período de adaptación y ¿si al final no les gusta como soy? usted no me conoce.
—No ocurrirá eso, yo se que quiero adoptar a una niña como tú, traviesa y alegre.
Sonreí picara —Si usted lo dice.
—La directora me hablo tanto de ti, como podría desconfiar de ella. Estoy seguro de que muy pronto estaremos acostumbrados a la nueva vida.
Este señor es algo raro.
—Entonces señorita, es hora de irnos.
—Claro — saludé con un beso en la mejilla a la directora.
—Mia, prepara tus cosas.
—Señor, esto es todo lo que tengo —tome la falda de mi vestido.
Me miró con tristeza y luego sonrió.
—Soy mas que feliz con lo que tengo, no se preocupe.
—Me encargaré que, desde ahora, puedas tener todo lo que siempre soñaste.
—No se preocupe —realmente no era una persona materialista.
Me extendió la mano.
—Vamos a tu nuevo hogar —sonrío.
Sin dudarlo tomé su manos y fuimos juntos hacia la salida.
—Ese de allá es mi auto ¿Qué te parece? —lo señaló.
—Wow, es muy lindo —ese era el auto que solo ves en una película de hombres multimillonarios.
—Recuerda muy bien pequeña Mía, desde ahora también es tuyo.
Mio, ¿puede ser mio también?
Estando frente al auto él me abrió la puerta para que entrara.
Ingresé con una amplia sonrisa y le agradecí por el gesto.
—Volvemos a vernos Mia —se escuchó desde el asiento del copiloto.
—¡Hola! —hablé sorprendida.
Era Luciano, el sería mi familia desde ahora. Es bueno saber que alguien tan educado iba a estar en mi vida.
—Bienvenida a la familia ¿No traes maletas?
—Gracias —sonreí — y no, esto es todo lo que tengo — señalé mi vestido.
—No te preocupes, desde ahora en más, nunca te faltará nada. —sonrió.
Me limité a devolverle la sonrisa. Y luego se escapó un bostezo.
—Si estás cansada puedes dormir, el viaje es algo largo. —Admitió —Abajo de tu asiento hay una manta para que puedas taparte si lo deseas. —señaló.
¿Una manta?
De forma torpe palpe abajo del asiento hasta que toqué algo suave y lo saqué.
—Gracias —sonreí.
—No es nada, yo haré lo mismo —se agachó por un segundo y luego me enseñó su manta.
Carcajee suave y él sonrió.