Amor de Hada

Capítulo 4: Estudios

Al abrir la puerta encendí la luz y aquella habitación vacía estaba repleta de muebles. En unas pocas horas mi cuarto estaba armado.

No se como describirlo, aquel cuarto era digno de una princesa. Los colores: blanco, rosa y dorado estaban por doquier pero sin explotarlos. Estaban proporcionalmente distribuidos de una forma perfecta.

Sin perder más tiempo, corrí escaleras abajo hacia el comedor.

Ahí estaba él, el hombre que poco a poco y sin siquiera pedirle estaba cumpliendo cada uno de mis sueños. Empezando por el de tener una familia.

Me acerqué apresurada y le dí el abrazo mas fuerte que mis brazos podían dar.

—De verdad —suspiré — De verdad muchas gracias, no tengo palabras ni manera de pagarte por todo esto. Es como un verdadero cuento de hadas sonreí.

Hoy, te convertiste en mi hija, y te aseguró que desde el momento en que firmé el primer papel juré que nunca te iba a faltar nada. Cada cosa que no tuviste, en estos quince años, ahora te sobrarán.

—Muchas gracias —lo volví a abrazar —en serio, muchas gracias.

Mi sonrisa era tan grande y permaneció tanto tiempo en mi rostro que ya sentía un leve dolor en mis mejillas.

—Mia, mañana por la mañana tienes que esforzarte con los estudios, recuerda que no tienes mucho tiempo. Yo se que eres capaz. Y, por la tarde nos iremos de compra —sonrió y acarició mi cabello.

—Si, como diga —disfruté su caricia

Así que esto es que alguien te consienta.

—Buenas noches mi pequeña.

—Buenas noches... padre —hablé tímida.

Corrí avergonzada hacia mi cuarto y la puerta de la habitación de Erik estaba abierta.

Me acerqué y vi a Erick. Estaba parado en el medio de su habitación, al parecer recién había salido de bañarse y lo único que lo cubría era una toalla en su cintura.

—Mm ¿qué pasa Mía? —se acercó a la puerta.

—Nada, solo me sorprendí. 

—Lo siento, supongo que es mi culpa. Me olvido que ahora hay una niña viviendo en la casa —se disculpó amable.

—Es-ta bien —hablé nerviosa —que descanses —mi vista no se quería ir de sus abdominales.

—Tu igual —rió al notar donde se encontraba mi vista y  me guiño, logrando que me sonroje. 

Al voltearme vi a Luciano.

—Cualquier cosa estoy en el cuarto de al lado —sonrió.

—Si, gracias.

¡Que vergüenza! seguro vio como no podía sacar la vista del muy trabajado abdomen de Erik.

Le desee las buenas noches y me encerré en el cuarto. Mañana tendría un día largo y me iba a costar conciliar el sueño.

 

♣•♣•♣

 

—Arriba señorita Mia, es hora de ponernos a estudiar —escuché gritar a Erik.—¿Por qué las luces están encendidas?

No se como, pero en un segundo me encontraba en el suelo y con el colchón sobre mi.

Me incorporé furiosa, como se le ocurría voltearme el colchón. 

—¿Qué haces? ¡Tenes algún problema! —grité furiosa y miré el despertador —Son las seis de la mañana ¡chiflado!

—Deja de quejarte y cuando estés baja al salón. Y recuerda apagar las luces y abrir la ventana.

Al terminar de decir esas palabras cerro bruscamente la puerta.

¿Qué le pasa a este? ¿Qué quiere pelea?  y para colmo tengo que acomodar todo este lió que me dejó con la cama.

Al terminar de acomodar todo noté, que podría haber utilizado mi magia. Ahora ya no tenía un compañero de cuarto y mi vida podía ser mas sencilla.

Esto cada vez es mas genial.

Luego de unos treinta minutos bajé al salón.

Vi a Erik con una pila de libros sobre la mesa.

—Era tiempo, creí que habías muerto —rió con sarcasmo.

Me quedé en silencio, si mi padre llegaba a vernos en conflicto estaba segura que la que saldría perjudicada sería yo, después de todo no soy su sangre.

—Ya que llegaste —se sentó —siéntate aquí —señaló el asiento a su lado —y comienza con esto. 

—Mm, pero todavía no se leer muy bien —le recordé mientras intentaba descifrar cual era el derecho y cual el revés de aquel libro.

—No te preocupes, tenemos bastante tiempo —tomó suavemente mi mano para que dejara de revolear el libro y lo acomodó de la manera correcta.

—Gracias —susurré avergonzada.

 

♣•♣•♣

 

—¿Entonces ya las memorizaste? —habló sorprendido.

—Si, son fáciles y divertidas —sonreí.

Para que entiendan, me encontraba estudiando las tablas de multiplicar de la del 0 al 9. 

—Bueno, te escucho. Dímelas

—¿Desde cuál?

—Desde la primera hasta la ultima.

—Esta bien.

—1x1=1

   1x2=2

   1x3=3

Nueve tablas mas tarde ...

—Estoy sorprendido, en solo una hora lograste aprender a la perfección las tablas. La verdad tenía menos esperanzas en ti. —sonrió y acarició mi cabello. 

—¡Wii! —exclamé feliz.

Erik me miró y carcajeó gracias a mi expresión.

— Y ¿Quieres desayunar? —preguntó. 

—Si —era hora de que lo preguntara, me tiene hace una hora aquí sin desayunar.

—¿Qué deseas? A, no. Mejor espera, iré a comprar algo que estoy seguro que te encantará.

—De acuerdo. Confiaré en tí —sonreí.

—Ya vuelvo, tienes que hacer estos ejercicios y cuando regrese quiero al menos la mitad de ellos terminados.

—¿Te vas? —hablé nerviosa —¿No le pedirás a Sulma?

—Iré a comprar tu desayuno —sonrió con ternura —Hay cosas que uno tiene que hacer por su cuenta, sino no tendría el mismo significado.  —me miró con dulzura.

Por unos instantes me sentí segura, sentí que si él estaba a mi lado nada podría pasarme. Después de todo una mirada dulce en el orfanato eran puros cuentos de fantasía.

—Gracias —hice una pausa —juró que me esforzaré por cada animal que hay sobre el planeta tierra.

—¿Por cada animal? —repitió divertido.




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