Amor de Hada

Capítulo 5: Compras

Para eso de las cinco de la tarde Erik estaba montándome un altar, ya estábamos con matemáticas de segundo año y el no lograba explicarse como podía avanzar tan rápido. 

Nuestro padre ingresó al salón y me avisó que era la hora para ir de compras.Me levanté apurada.

—Tranquila pequeña —sonrió al verme apurada —las tiendas no se irán corriendo.—Comentaba mientras salíamos camino al auto.

Sonreí en respuesta y me paré frente al auto, él abrió mi puerta y tomé asiento.

¡Estoy emocionada, es la primera vez que voy de compras!

 

Ingresamos a un subsuelo en el cual estacionamos el auto. Subimos por unas escaleras que se movían de manera eléctrica. Me encontraba muy sorprendida; aquel lugar estaba compuesto por tres pisos y sus luces, cálidas, me hacían sentir reconfortada. 

Pasamos cuatro horas, aproximadamente, recorriendo aquellas tiendas. Me sentía una princesa, probándome: vestidos, faldas y ¡hasta arreglaron mi cabello!

—Princesa —mi padre habló —Solo nos queda una cosa por comprar.

—¿Qué? —pregunté confundida, nuestras manos ya estaban repletas de bolsas.

—Nos falta el uniforme para el colegio. Ah y los zapatos.

—Cierto, gracias —sonreí.

—No tienes por que agradecer, vamos. Esa tienda no se encuentra en el Shopping.

Volvimos al subsuelo, dejamos las bolsas en el baúl y subimos al auto.

Al llegar a la tienda de uniformes mi padre me pidió que no bajara, ya que quería que el uniforme sea una sorpresa para el primer día de clases.

 

Tomamos rumbo de nuevo a casa a eso de las diez de la noche.

 

—Mia, solo sube al cuarto y descansa. Mandaré a alguien a que organice tu guardarropas.

—Está bien, muchas gracias —la verdad es que amé ir de compras, pero, si es agotador.

Subí despacio hasta el tercer piso e ingresé a mi cuarto.

—Así que ¡Volvieron! —exclamó Erik que se encontraba sentado en sobre los pies de mi cama.

—...Si —susurré confundida.

¿Qué hace en mi cuarto?

—Poco más de cinco horas tardaron. ¡Cinco horas! —gritó.

—Bueno, perdón por no medir el tiempo —me defendí.

¿Por qué le molestaba tanto?

—Ya tuvimos que aceptar que serás la consentida y como no te es suficiente quieres robar a nuestro padre.

—Erik ¿Qué estas diciendo? ¡Yo no quiero robarles nada!

—¿Segura? Dile eso a Sebastian, que tuvo que cenar sin su padre y ahora, en cerrado en su cuarto, no deja de llorar.

—Lo siento —bajé la mirada.

—No te tienes que disculpar conmigo —me regañó.

Sin dejarme soltar alguna palabra más salió molesto de mi habitación.

Medité unos segundos y me dirigí al cuarto de Sebas.

 

*Tock ..tock*

 

—¿Quién es? —su voz estaba temblorosa.

—Soy Mia, ¿puedo pasar?

—Si —susurró.

Al abrir la puerta pude verlo recostado en el piso con su cabeza oculta entre sus brazos.

—¿Qué sucede? —me senté a su lado y acaricié su espalda.

—Papá ya no nos quiere. No cenó con nosotros —se incorporó y me miró enojado.

—¿Me..perdonas?

—No se —se cruzó de brazos.

—Y ¿si te cuento un secreto? —susurré cerca de su rostro.

—¿Qué secreto? —limpió su nariz con la manga de su buzo.

—Para que te lo diga tienes que jurar me que nunca se lo contaras a nadie. Ni a papa, ni a Lu y tampoco a Erik.

—¡Lo juro! —sonrió ansioso.

—Entonces, si lo juras tiene que ser con la garrita —acerqué mi dedo meñique.

Él acercó el suyo y juramos por la garrita como es debido.

—Perfecto —volví a hablar —Dame un juguete que no te guste.

Se incorporó y corrió a su baúl con juguetes —Toma, este. Lo odio es para bebes y yo ya no soy un bebe.

—Entonces dime, ¿qué juguete que no tienes te gustaría que sea? — respondí divertida.

—¡Quiero el bati-movil! —gritó dando un salto.

—¿Así que Bat-man? —reí —Mira con atención —atraje su curiosidad.

Tomé aquel juguete con ambas manos y una leve luz celeste se veía a través de ellas. Él se acercó emocionado y sorprendido.

—Mira —le mostré separando mis manos.

—Wow ¿cómo lo hiciste? —comenzó a saltar emocionado.

—Si te cuento la verdad... no se como lo hago. Solo se que puedo hacerlo —hable triste.

—No importa si no sabes. ¡Es genial! —corrió de nuevo al baúl —Ahora este.

—¿Qué te gustaría que fuera? —sonreí.

—Un ferrari, pero rojo. Como el de hermano Luciano.

—No se como es un ferrari —hablé con vergüenza —Si tienes una foto me ayudarías.

Él se levantó y tomó un aparato rectangular que iluminaba su rostro. 

—Así , mira —con aquella pantalla Sebas me mostró justo como lo quería.

—Ya mismo —sonreí —¿Como se llama eso que tienes en la mano? —pregunté curiosa mientras cambiaba aquel juguete.

—Wow, eres genial —tomó el juguete —Esto se llama tablet y en ella tengo muchos juegos muy divertidos. Otro día los podemos jugar juntos.

—Claro, seria genial —susurré — Entonces ¿ya no me odias?

—No, nunca te odié. ¡Eres la mejor y la mas divertida! Mis hermanos no pueden hacer estas cosas tan geniales.

—Bueno, pero es un secreto entre nosotros ¿Si?

—Pero ¿por qué? es genial y a Erik y a Luciano les encantaría. Podrías cambiar el auto, o el brocoli por papas fritas.

—Es muy importante para mí que sea un secreto. Si se descubre algún chico malo podría venir tras de mi por mis poderes y aquí no esta batman para salvarme.

—Tienes mucha razón, no quiero que te utilicen para experimentos —me tomó de los hombros con seriedad.

—Muchas gracias —sonreí — Ahora a dormir —lo alcé y lo arrope.

—Pero, no tengo sueño.

—Entonces te ayudaré a que puedas dormir.

—¿Cómo?

Besé su frente y una pequeña cantidad de polvillo azul se instaló en su frente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.