Al saber, que aquel colgante tenia esas propiedades, decidí hacer una prueba.
Tomé el alfiler que estaba sosteniendo parte del dobles en la pollera del uniforme —Si, me quedaba algo larga — Me coloqué el colgante al rededor de mi cuello y pinché mi dedo.
Espere por unos segundos y llegó Erick abriendo la puerta sin siquiera tocar.
—¿Por qué entras así? —hablé fingiendo enfado.
—¿Estas bien? creí sentir que te habías lastimado.
—¿Esto? —le mostré mi dedo indice del cual salia una pequeña gota de sangre.
—¿Cómo te pasó eso? ¿Cómo supe que algo te había pasado?
Erick se veía realmente confundido. Y la verdad, no es de extrañar, ¿a quién se le haría normal esto? ¿sentir el dolor de otro? ¿Estar seguro de que algo malo le paso a alguien cercano? No es normal, las personas no saben cuando otro se lastima. Y menos si no se encuentran a su lado para verlo.
—Solo me pinché un poquito, no te preocupes.
—¡Necesito que me expliques!, desde que llegaste a esta familia solo me pasaron cosas extrañas y ademas no dejas de mentir. Cabe aclarar que odio las mentiras.
—Te lo explicaré, solo que primero tengo que terminar de entenderlo yo.
—No puedo esperar mucho mas para una explicación, y la próxima vez que te lastimes apropósito, para hacer experimentos con mi persona, no vendré. Sienta lo que sea que sienta.
—No fue un experimento —Me defendí
—Como sea Mia. Se que me sigues mintiendo —suspiró —Como ya terminamos con matemática le diré a Luciano que te de unas clases rápidas, de las bases de Lengua y Literatura y, que te explique los temas de segundo año de las demás materias. Aprendes rápido así que —hizo una pausa —se que lo vas a hacer bien.
Podía ver la disolución y el enfado de Erick sobre este tema. Pero si ahora mismo le contaba toda la verdad que conozco, y que yo no entiendo, de seguro se iba a confundir mas.
—Como quieras —resoplé y me senté de nuevo frente a la computadora con los brazos cruzados.
—Si podes intenta no molestarme, no quiero que esas "cosas" vuelvan a pasar.
¿Esas cosas? ¡Esas cosas! ahora sí estaba ofendida, ¿se piensa que lo de esa vez fue apropósito? Yo no tenía ni ganas de pasar semejante vergüenza.
—No se que sigues haciendo aquí —respondí molesta.
Él se dio la vuelta y se fue a paso firme.
—Idiota. —susurré
Continué hasta las cinco de la tarde investigando más sobre ese supuesto mundo mitológico que eran las Hadas y demás seres.
*Toc* *Toc*
—¿Sí?
—¿Te sientes mejor? —preguntó Sulma del otro lado.
—¡Pasa!
Sulma abrió temerosa la puerta y se quedó fuera mirándome.
—¿Qué sucede? ¡Pasa! —sonreí.
—No tengo permitido ingresar al cuarto de los amos.
Sin evitarlo solté una carcajada —Yo no soy tu ama, somos conocidas y quizás futuras amigas que se ayudan en momentos difíciles. Pasa sin temor, Sulma.
Ella sonrió. Dio un paso dentro y exhalo con satisfacción.
—¿Te encuentras mejor querida?
—Si, mucho mejor —sonreí —Muchas gracias por todo lo de esta mañana —reí.
—No es nada, ¿quieres bajar a merendar? En unos minutos todos se reunirán en la cocina para ello.
—Claro, dame un segundo que me calzo y bajo.
—No se preocupe, hoy eh preparado unas medialunas para que pueda probarlas.
—Suena rico, no se que es, pero seguro están para chuparse los dedos.
Sulma sonrió —Te espero abajo, querida. Así preparo unos cafés.
—Claro, ya bajo. No te preocupes.
Al bajar ya se encontraban casi todos sentados, nuestro padre no estaba.
—Mia, ¿sabes donde está papá? —Sebastián me preguntó.
—No —sonreí —¿Se ha ido?
—Creo que si —suspiró.
En estos pocos días, en los que eh compartido con ellos, puedo decir que Sebastian realmente ama a su padre.
—Mia —me nombró Luciano —Mañana nos pondremos a ver lo que te falta, solo queda una semana para el regreso a clases y si no te integras bien, nuestro padre nos matará —rió
—Si, no te preocupes ¡daré lo mejor! —hice un gesto de puño con la mano.
Las medialunas de Sulma, realmente estaban deliciosas, me comí casi todas y luego no tenia hambre a la hora de la cena. Nuestro padre no volvió, Sebastian terminó llorando y pidiéndome que durmiera con él. Erick quiso oponerse, pero como estaba tan enojado conmigo, no llegó a musitar palabra.
Luciano me agradeció y estaba contento de que en tan poco tiempo logramos llevarnos tan bien con el pequeño de la familia.
Nos fuimos a acostar temprano, no sin antes hacer cambio de algunos juguetes. Pero Sebastian entendió que mañana tenia que madrugar para estudiar, así que a eso de las diez de la noche, ya estábamos durmiendo. Obvio, con un poquito de ayuda del polvo de hadas.