Bajamos a cenar y Erick no dejaba de mirarnos.
Sus cejas se arquearon sorprendidas al vernos bajando juntos.
—Mi niña —mi padre habló — ¿Cómo te ha ido en la escuela?
—Muy bien, fue muy divertido —simulé una sonrisa.
Mi padre me hizo una seña para que comenzara a comer yo solo asentí.
Metí el primer bocado en mi boca
—¡Escupelo! —Luciano gritó asustado.
Colocó su mano debajo de mi mentón esperando, lo que apenas hace unos segundos, había ensalivado en mi boca.
De la sorpresa lo escupí en su mano.
—¿¡Qué que tiene!? —grité para luego tomar algo de agua.
—Ajo —habló molesto.
Sebastian asintió entendiendo la situación mientras que Erick solo nos miraba con odio.
—Sulma, ella es alérgica al Ajo, por favor no vuelva a cocinar con el.
Sulma sorprendida retiró mi plato y se puso a cocinar nuevamente un platillo para mi.
—No sabia que eras alérgica al ajo —Erick musitó
—Si, la otra vez yo tuve que cubrirla —Sebastian habló con heroísmo.
Sonreí al verlo tan contento por salvarme
Aunque aquella vez también pasaron cosas... con Erick —lo miré de reojo.
Sulma, rapidez, preparó un plato de fideos con manteca para que pueda comer con la familia.
Al terminar de cenar Luciano tiró con sigilo de mi manga y con su mirada acentuó las escaleras, dándome a entender que quería seguir hablando.
Nos despedimos del resto fingiendo cansancio y subimos.
—¿Qué querías decirme? —hablé ya en mi cuarto.
—Quería hablarte sobre el libro y el colgante. Para que te puedan ayudar, al menos, tienes que saber que son.
Asentí emocionada y nerviosa.
Luciano se sentó en la cama y yo lo seguí.
—Ese —señaló el colgante aun en el suelo —Su nombre es Ámatis, ese colgante solo te pertenece a ti. Nadie más que vos y Erick pueden tocarlo.
—¿Cómo? —hablé confundida.
—Hace muchos años, cuando amenazaron tu vida y te maldijeron, nuestra madre decidió hacer el pacto de sangre con el collar.
—¿Pacto de sangre? —Carcajee —No solo un pacto de sangre sino que ¿con un colgante? —mordí mi labio para no volver a reír. Luciano se veía muy serio.
—Este colgante está atado a tu vida, si tu vives el existe si tu mueres el desaparece.
Parpadee asombrada.
—Hace muchos, muchos años, Erick y tu, lo bañaron con su sangre. Decidiendo quien seria el portador y quien el receptor.
—¿Receptor? —hablé pensativa.
Por eso el colgante le avisa cuando me encuentro en peligro...
—Erick, mientras tu uses el colgante podrá saber cuando te encuentres en aprietos y por eso es ideal que lo uses, se que te da miedo tocarlo ya que el colgante solo muestra tus recuerdos más dolorosos.
Sonreí asustada al recordar la muerte de Erick que no podía sacar de mi cabeza.
—El colgante quiere protegerte y cree que mostrándote tus penas hará que no las repitas y que te alejes de lo que una vez te hirió profundamente. Pero escúchame Misha —tomó mis manos —no tienes que dejarte llevar por el miedo y el dolor, Erick es tu protector, no lo hagas a un lado solo por que lo amas. —suspiro —Él —hizo una pausa —, su tarea es protegerte, si le quitas esa misión puede que no vuelva a la vida junto a ti nuevamente.
Sin esperarlo una lagrima recorrió mi mejilla, mi corazón se sentía sofocado y mi cabeza no podía pensar con claridad.
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