Ya en la enfermeria la doctora me miró asustada
—¿Qué te ha pasado? ¿Cómo tienes así el cuello? —gritó alarmada.
—Ella se enredó con unas cuerdas y casi se asfixia —él me ¿cubrió?
Solo me está haciendo quedar como una idiota.
—Si —sonreí
—Ten mas cuidado niña, la vida no es un juego —habló molesta.
La doctora inspecciono mi cuello y luego mis raspones.
—Digamos que les creo —susurró
Él carraspeo nervioso y sonrió.
—Ponle esta pomada y masajea un poco su cuello, con esta otra crema para que la hinchazón baje.
—¿Yo? —él se señaló sorprendido.
—Si, tu. Yo no seré cómplice de lo que sea que haya pasado.
La doctora nos dio las cremas y salio.
—Lo siento, tendré que tocarte —habló nervioso.
—Está bien... supongo —estaba muy confundida.
En menos de una hora habían intentado matarme, mataron a alguien y me reconocieron.
—¿Quién eres? —cuestioné.
—Soy Jashlen, soy un caballero del reino de las hadas —Sonrió
—¿De casualidad...? —dudé en preguntar.
—Dime
—¿Has tenido treinta vidas?
—Si tu pregunta es si te acompaño en esta aventura, la respuesta es si.
Él se acercó a mi y comenzó a colocar la pomada en mis rodillas.
Tantas personas están atrapadas en esto conmigo, me siento una basura. Ellos me tratan tan bien y sin embargo murieron por mi treinta veces.
—Necesito a Leo —hablé nerviosa.
—No te preocupes ya esta en camino.
Jashlen comenzó a aplicar la pomada en mi cuello y luego a masajear.
—Suéltala —se escucho por detrás.
Él levantó sus manos y volteo.
—Solo la estaba ayudando, le he pedido permiso —aclaró algo nervioso.
—Si, es verdad.
Leo se acercó a mi, me tomó de la barbilla y me inspecciono.
—¿Quién te hizo esto? —bramó
—Él... —susurré — está muerto —lo miré asustada.
—Gracias Jashlen.
Sin poder evitarlo comencé a llorar.
Leo me abrazó con fuerza dándome una sensación de protección.
—Desde ahora no salgas sin el colgante —ordenó mientras me abrazaba.
—Yo no entiendo que paso —hablé entre lagrimas nerviosa.
—Ya lo entenderás, pero no volverá a pasarte nada si llevas el colgante. Erick lo sentirá e irá a salvarte.
No, él tiene novia, no puedo molestarlo.
—Si —mentí.
Él dejó de abrazarme y me miró fijo a los ojos.
—No estoy bromeando Mia, ¿viste tu cuello? no puedes correr ese riesgo.
—No le pediré ayuda a Erick, él tiene alguien más que tiene que cuidar.
—¿A qué te refieres? ¿A su novia?
Asentí
—Es temporal, una vez que se acuerde de ti volverá a ser tuyo.
—¡No! —Hablé furiosa —Él no es un objeto de mi posesión, él es una persona y tiene derecho de hacer su propia vida.
—No quise decir eso —rascó su nuca.
—Yo puedo cuidarla —Jashlen habló.
—Tu no te metas —Leo habló molesto.
Claramente había algo que no sabia entre ellos.
—Ya me salvó una vez, ¿por qué no puede cuidarme?
Luciano me miró preocupado. Bajó su mirada a mi cuello y suspiró.
—Creo que esta vez las cosas van a salir diferentes, solo espero —tomó a Jashlen de la remera — que esta vez nadie actué por su cuenta.
—¿Cómo que diferentes? —pregunté.
—Lo sabrás cuando puedas leer el libro —aclaró.