Amor de lejos

Retrato # 6 (Primer mes)

Ese día habíamos pasado gran parte de la tarde en el centro de la ciudad. Había un tipo de festival y nos pusimos de acuerdo para asistir a las cosas que nos llamaran la atención.

Decidí usar un vestido con mallas negras. Quería al menos verme bonita para él y salir de la rutina del pantalón, a pesar del frio que más tarde me daría. Realmente se puso muy frío y temblaba. Eso no era mucha preocupación para mi puesto que él siempre estaba calientito; con abrazarlo un poco el calor volvía nuevamente a mi cuerpo.

Toda la tarde estuvo agradable junto a él. Sin embargo, lo decepcionante (al menos para mí) fue que no había algo bueno para mi gusto. Solo esperaba que él no se aburriera o algo parecido. Dimos varias vueltas y los últimos dos espectáculos a los que fuimos, ya estaba pegando más duro el frío. Como todavía no quería volver a mi casa (y ese día tuve permiso de volver más tarde), le propuse estarnos un rato en su carro y así fue. Nos sentamos en los asientos delanteros, pero los reclinamos hasta quedar casi acostados. Me quedé mirando las pocas estrellas que se podían ver por la ventana que se encontraba en el techo del carro, era algo que me gustaba. Después me volteé a mi izquierda y podía verlo a él. Decidí permanecer en aquella posición un rato y contemplarlo.

“Voy a leer la hojita que me diste” me dijo mientras sacaba una hoja doblada de la bolsa de su pantalón. Ese día, le entregué un poema, puesto que íbamos a cumplir un mes de novios y quería darle algún escrito; me gusta verle la cara de emoción cuando los recibe, observar sus pestañas moverse a medida que va leyendo y esperar a que me diga algo. Por supuesto que me da muchísima pena porque conoce una parte de mí que nadie conoce, le muestro mis verdaderos sentimientos, mi manera de verle; algo tan vulnerable y escondido que a veces me da miedo sacar a flote. En ese momento fue cuando me volteé y le di la espalda. Escondí mi cara sonrojada en mis manos y esperé a que terminará de leer.

“Ven” me dijo con una voz tranquila y tierna. Yo seguía aferrada porque sabía que ya había terminado de leer.

Luego de insistir un rato volteé sólo para contemplar sus ojos llenos de brillo en aquel rincón oscuro.




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