Llevo observando al chico ya dos semanas y he de decir que su rutina es un poco aburrida.
En las mañanas desayuna tostadas con zumo, se va a la universidad, luego al gimnasio, va al parque a ponerse a dibujar cualquier cosa y luego cuando el sol empieza a esconderse se dirige con los audífonos en su oído rumbo al café donde trabaja de mesero. Algunas pocas veces visita el cementerio y se queda allí por horas, pero es solo algunas veces.
No habla con nadie y parece no tener amigos, mas que un horrible gato al cual siempre deja un pedazo de carne. Nadie le extrañará porque ni familia tiene.
Suelo llegar al café y hacerme pasar por una cliente normal, pero no pido nada y me regreso a mi observación a mas distancia.
Espero que parta a su casa y cuando ya está dentro de esta, parto a dar comienzo a mi felicidad: torturar a quién se cruze en mi camino.
Mi día comienza a las 12:00 a.m. y el suyo termina. A esa hora sale del café.
A esa misma hora haré que acabe su vida, y no solo su día. A esa hora haré que salga de este mundo, y no solo del café.
Editado: 28.05.2019