Cuando son aproximadamente las 11:45 p.m. el chico cierra las puertas del café y empieza su camino rumbo a casa con los audífonos enganchados a los oídos.
Desde mi distancia observo la cinta morada que permanece atada a su muñeca, sabiendo que la madre de la chica si cumplió con su parte. Tal vez con ese acto ayude al alma condenada de su hija, quién dice ser una santa, pero se encarga de hacerle la vida imposible a varios chicos de su escuela.
Suelto mi cabello de la bien hecha coleta que tenía y paso mis dedos por él de tal forma que parezca despeinado. Estar despeinada y sucia no es lo mío, pero a veces me sorprende lo que soy capaz de hacer solo por tener a una víctima más en mis redes.
Espero que el chico se aleje del café, y cuando el reloj en mi muñeca marca las 11:50 p.m. Doy inicio a la nueva parte de mi plan.
Corro como alma que lleva al diablo y en el acto hago que unas lágrimas falsas se escapen de mis ojos. Cuando estoy al lado del chico, tomo la mano donde lleva su cinta morada y le miro de tal forma que de la lastima posible.
—Ayúdeme, me persiguen hombres que se quieren aprovechar de mí.
La actuación de necesitada me sale muy bien, sin embargo, me percato de no rogar. Yo ni muerta haría eso, además, suplicar puede despertar algo peligroso. Como pasa en mí.
Editado: 28.05.2019