Amor de niños: Amor olvidado

Capítulo I

Cuando Susan Amador conoció a Ulises Grace no era más que una niña tímida con una gran responsabilidad sobre sus débiles hombros, con la hermosa mirada de ojos azules cautivandola de sobremanera. La fuerza y el carácter rudo que ella sentía necesitar se encontraban en ese niño de cabellos claros que la defendía de su querido primo Aloys, quien, cegado por la ira y la tristeza de aquel que acaba de perder su sostén en la vida, no había dudado en tomar represalias contra ella.

Sin embargo, así como se sintió cerca poder tocar las estrellas cuando la pequeña mano del infante fue estirada hacia ella, sintió a la realidad arrastrarla hasta el suelo cuando las voces de aquellos que la buscaban aparecieron, no logró siquiera tomar la mano de Ulises cuando éste salió corriendo tras darle la sonrisa más esplendorosa y traviesa con la que había logrado toparse en sus cortos ocho años de edad. Y entonces en eso se convirtió Ulises para ella, en un cielo inalcanzable.

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Tania Meyers había conocido a su marido en el colegio dirigido a niños que serían la futura armada del imperio de Ahrtnys. Tania fue una de las pocas niñas que habían logrado entrar y posteriormente graduarse con honores a los 13 años. Y Dylan Orbil era un niño prodigio de aspecto cautivador por el que había caído encaprichada desde el primer momento, quien, serio y arrogante como era, no le permitía a nadie acercarse, y eso no cambiaría ni siquiera cuando quedaran en el mismo escuadrón tras graduarse y comenzar con un entrenamiento más especializado que el que habían tenido que llevar a cabo durante 5 años.

Junto con Ulises Grace, Dylan y Tania terminaron bajo la tutela de William Stone, un guerrero enfocado en las artes marciales que tenía la orden de enseñarles lo suficiente como para convertirse en parte del ejercito del emperador, su misión era especializarlos en el ámbito de la lucha cuerpo a cuerpo. Convivieron unos meses y luego se encontraron ante uno de los giros más significativos y cruciales de su vida.

Dylan escapó una noche de su pueblo, huyó del imperio tras robar uno de los escritos secretos de las artes prohibidas y fue catalogado como traidor, siendo así, condenado a muerte. Fue ahí cuando Ulises se convirtió en uno de los pilares fundamentales de su vida y una de las personas que más admiraba, se volvió su mejor amigo, ese que luchó contra todo y todos para recuperar a su querido Dylan y limpiar su nombre.

Era gracias a Ulises que había logrado recuperar al hombre que había deseado toda su vida, con el que se había casado y con quien ahora tenía una hermosa hija que pronto cumpliría los 17 años. Su querida Jessie.

“Madre.”

Tania alzó la mirada y sonrió dulce hacia su retoño. La bella chica hizo una venia y se sentó sobre sus rodillas frente a su progenitora. “Has regresado, ¿cómo ha estado la visita al viejo Stone?”

“Ha estado bien, cada día parece delirar incluso más que el anterior, pero está tranquilo. ”

Tania suspiró negando con la cabeza suavemente. “Ese pobre hombre, si tan solo se hubiera preocupado por buscar una mujer para casarse como tanto le repetí en antaño. ”

“Eso me recuerda, el señor Stone estuvo hablando de sus días de entrenamiento, dice que vayas a visitarlo uno de estos días”. Tania asintió y se levantó para caminar hacia la ventana, las lluvias de otoño parecían querer llegar, ejerció fuerza en la vieja madera y cerró la entrada al viento. “¿Es verdad que el emperador fue su pretendiente, madre?”

La castaña giró en dirección a su hija y sonrió levemente. “Ulises solía decir que me amaba, así que me pidió una oportunidad muchas veces, pero ya lo sabes, tu padre siempre tuvo mi corazón, y lo que bien comienza, bien acaba”.

“Y lo que mal comienza, mal acaba”, ambas féminas se enderezaron al escuchar la grave voz de Dylan Orbil, quien entró junto con Ulises Grace a la humilde casa. Tania y su hija hicieron una reverencia.

“Buenas tardes, padre. Emperador, sea bienvenido, por favor”, Jessie mantuvo su reverencia hasta que una fría mano se posó sobre su cabeza.

“Es un placer volver a verla, señorita”, la joven azabache asintió y se apartó para permitirle a ambos hombres tomar asiento, Tania se acercó a ellos y sonrió alegremente.

“¿Qué te trae por aquí, Ulises?”, el hombre tomó la mano femenina y la llevó a sus labios plantando en el dorso un pequeño beso.

“Solo he decididó tomarme un tiempo de mis deberes para visitar a mis viejos amigos. ¿Cómo va todo por aquí, querida Tania? No te he visto en un buen tiempo”. La nombrada hizo una señal a su hija y esta desapareció en el pasillo.

“Ya sabes, Ulises, todo sigue como siempre, nada interesante que contar”.

“¿Es así?”, la menor de los Orbil entró cargando una charola con un juego de té sobre ella, depositó ésta sobre una pequeña mesita y comenzó a servir a los adultos como se le había enseñado. “¿Qué hay de tí, Jess, querida? ¿Algo que contarle a tu padrino?”

Jessie sonrió al emperador. “Realmente no, pero hoy he visitado al señor Stone, conversamos un poco”.

“¡El viejo Stone!”, el emperador sonrió alegremente y le hizo una señal para que tomara asiento a su lado. “Cuéntame ahijada mía, ¿cómo ha estado ese viejo decrepito? ¿De qué pudo haberte hablado el viejo Stone?”

“Él está bien, se está recuperando de la gripe que le atrapó la semana pasada”.

“Eso está muy bien, no es bueno que a su edad se esté enfermando. ¿Qué más?”

“Bueno, hoy estaba contándome sobre los días en que era su entrenador”. Ulises sonrió y llevó la taza de té a sus labios, siguió mirándola en espera de que dijera algo más. Jessie pensó un segundo y luego formuló la pregunta que le había estado molestando desde la casa de William Stone. “Emperador, ¿es cierto que a usted le gustaba mi madre?”

Ulises dejó la taza sobre la mesa y rió fuertemente, Tania le siguió con una risa más moderada mientras bebía de su té. “Es cierto, aunque eso fue hace bastantes años, ¿no es así, Tania?”



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En el texto hay: romace, celos, drama

Editado: 17.12.2020

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