Susan supo que algo andaba mal desde que sintió los ojos de su marido clavados con seriedad en su espalda. Ulises había llegado a su hogar hace menos de media hora y desde entonces no le quitaba la mirada de encima. Desconcertada y cansada del ambiente repentinamente tenso que se comenzaba a formar entre ella y su esposo, se giró y lo enfrentó con una pequeña sonrisa.
"¿Sucede algo, cariño?"
Observó a Ulises esperando una respuesta, sin embargo, cuando la boca del rubio se abrió, su hija menor, Leah, entró a la cocina sonriendo. "Estoy en casa", pronunció inclinándose hacia sus padres, "No sabía que padre llegaría temprano hoy".
"Decidí terminar antes por esta vez, extrañaba las cenas con mi familia".
"Si mudaras tu oficina para acá no tendrías porque extrañarlas", Jack Grace apareció por la puerta con su tipica seriedad, Susan volvió a interesarse en la comida sobre la estufa, se inclinó para abrir la compuerta con un pañuelo y sopló sobre el fuego que pretendía apagarse, ignorando la pelea que presentía se avecinaba a sus espaldas.
"Sabes muy bien que no puedo hacer eso, sería más fácil si ustedes se mudaran al palacio, no hay necesidad de seguir viviendo en estos viejos aposentos, si seguimos aquí es porque Susan así lo quiso".
"Vivir aquí es más comodo, hay menos reglas y más privacidad", se unió a la plática su hija, Susan le mandó una pequeña sonrisa a la menor de los Grace, Leah le regresó la sonrisa con un guiño.
"Como sea, ya hemos tenido ésta conversación muchas veces y siempre llegamos a lo mismo, mejor acomodense para servir la cena". Pronto la familia del emperador se encontró reunida en la mesa comiendo en silencio, uno que era roto de a momentos por pequeñas conversaciones protagonizadas por los hermanos Grace, Susan los escuchaba con atención, pero Ulises se mantenía inmerso en sus pensamientos, hasta que un comentario lo sacó de ellos con fuerza.
"Por cierto, mamá, mi maestro quiere verte, dijo que vendría mañana después del entrenamiento para hablar contigo", Susan asintió confundida, pero Ulises no pudo reprimirse.
"¿Por qué Dylan quiere ver a tu madre?" preguntó mordaz, todos lo miraron confundidos por su actitud, por el tono casi enojado que había empleado.
"Él no dijo la razón", respondió el menor con cautela, miró de reojo a su madre confundido, ella asintió levemente, un gesto que no pasó desapercibido para el rubio mayor, quien no pudo terminar de identificar si el motivo del mismo era de entendimiento o una felicitación por la respuesta esquiva, como su cabeza comenzaba a intentar hacerle creer. Nadie dijo nada después de eso, y a la hora de lavar la loza, Ulises mandó a que Leah se retirara, dejándolo a solas con su esposa.
El mayor decidió tantear el terreno, sin saber como formular la verdadera pregunta que deseaba hacerle. "Susan", llamó en voz baja, la mujer hizo un sonido para hacerle saber que podía continuar y continuó lavando la vajilla que se había utilizado en la cena, "Tú... ¿Nunca sentiste atracción por otro hombre?"
"¿Otro hombre?"
"Sí, aparte de mi, quiero decir".
Susan le dirigió una mirada confundida que el mayor evitó, sintiendose ligeramente avergonzado por sus inseguridades. "Sabes que siempre he estado enamorada de ti".
"Lo sé, pero, aún así existe la posiblidad, ¿no sentiste siquiera atracción por alguien más? ¿Nada?", Susan alzó una ceja y contestó sin dudar, "No".
"¿Nadie? ¿Ni siquiera Dylan?", pero su marido siguió cuestionandola y se vio obligada a morder su lengua para no decir algo que solo arruinara más la situación, intentó convencerse de que su esposo solo estaba un poco curioso y nada más.
"¿A que viene todo esto, Ulises?", el nombrado ignoró su pregunta y siguió cuestionándola.
"¿Qué hay de Tom? ¿Ó James?"
"Sabes que ellos dos son casi como hermanos para mi, Ulises", suspiró comenzando a cansarse de la situación.
"¿Oscar, Charles, Vern?"
"Son buenos hombres, buenos compañeros, solo eso".
"¿Pero no te parecen atractivos?"
"Bueno sí, pero eso no es algo que me importe realmente". Susan terminó con el ultimo de los platos y lo colocó junto a los demás buscando la toalla con la que secaba sus manos.
"¿Y Dylan? ¿Nunca estuviste tras él?", Susan se giró a verlo sorprendida.
"Estaba enamorada de ti", Ulises se sintió un poco culpable frente a los ojos confundidos de su mujer, pero ni siquiera eso le impidió hacer la ultima de sus preguntas.
"¿No te pareció genial, nunca?", la azabache se acercó y acarició su mejilla mirándolo directo a los ojos, intentando elimianr con eso todas sus dudas.
"Nunca como tú, sabes que siempre te he admirado, por tu sonrisa y tu capacidad de sobrellevar cada problema. Sabes que siempre he amado la manera en la que te esfuerzas y nunca te rindes. Lo sabes".
Ulises no volvió a hablar y Susan no sintió la necesidad de comentar algo más, sin embargo, por primera vez, la emperatríz y matriarca de la familia Grace, no había logrado disipar las dudas del emperador.
Y al día siguiente, cuando los ojos grises de la emperatríz se toparon con los negros de Dylan Orbil, pareció ser el despertar de algo que se pensó muerto desde mucho tiempo atras. Susan se sintió incomoda al estar a solas junto a aquel hombre, su estomago se revolvió y el ambiente se volvió tenso cuando los minutos pasaron sin que alguno pronunciara alguna palabra.
"Creo que lo mejor es que me vaya", Dylan se levantó de su asiento y la mujer lo miró aturdida por la repentina acción.
"P-pero, no me ha dicho porque quería verme", bastó solo otra mirada del hombre para que Susan prefiriera no preguntar nada más, "Le acompaño a la puerta", el azabache asintió reprimiendo un suspiro y las ganas de darse de golpes contra la pared.
"Siento las molestias, le pido una disculpa", Susan ignoró sus palabras y desvió la mirada hacia los colores del cielo que mostraban el atardecer y la pronta llegada de la noche. Dylan hizo una reverencia y giró sobre sus pies dispuesto a marcharse, pero la voz de la mujer le detuvo.