—Siempre dijiste que hay que luchar por lo que queremos. ¿Por qué ahora me siento tan impotente?
Adams se detuvo frente al parque donde solían pasar tiempo juntos. La nostalgia lo invadió, y una punzada de dolor lo atravesó al pensar en cómo las expectativas ajenas habían moldeado sus decisiones.
Rodeado de árboles que brotaban con la primavera, el aire fresco lo envolvía, pero su mente estaba atrapada en recuerdos de Alma. Caminaba sin rumbo, imaginando su risa, su mirada. En ese instante, el ruido del parque se desvaneció; solo existía ella.
Mientras tanto, Alma estaba en el balcón de su habitación, disfrutando de la vista del parque al caer la noche. Se apoyó en la baranda, sintiendo la brisa suave, pero su mente también estaba ocupada. Pensaba en Adams y en el vacío que había dejado su ausencia.
Adams levantó la mirada y vio a Alma en el balcón. Una oleada de emociones lo invadió. Sus ojos se encontraron y el mundo desapareció nuevamente; un silencio entre ellos hablaba más que mil palabras.
—¡Alma! —gritó desde el parque.
…
Alma
Alma sintió que la adrenalina le recorría el cuerpo al escuchar su voz. Sin pensarlo dos veces, dejó caer sus preocupaciones y se inclinó sobre la baranda, haciendo señas para que no gritara.
Alma yacía en la cama, el corazón agitado mientras su esposo dormía plácidamente a su lado, ajeno a la tormenta que la consumía. Mirando al techo, las palabras de Adams resonaban en su mente: "Siempre hay que luchar por lo que queremos."
—¿Por qué es tan difícil dejarlo ir? —susurró, sintiendo el peso de la culpa.
Había decidido construir una vida con su esposo, pero cada vez que cerraba los ojos, era Adams a quien veía. Recordaba sus risas, sus conversaciones profundas; una conexión que desafiaba el tiempo. Una parte de ella siempre parecía esperar su regreso.
—No puedo seguir así... —se dijo, sintiendo la mentira volverse más pesada cada día.
Trató de convencerse de que había superado a Adams, pero cada recuerdo abría viejas heridas. Aún recordaba la última vez que se vieron; sus miradas se encontraron y el tiempo se detuvo.
Su esposo, cariñoso y atento, no podía llenar el vacío que Adams había dejado. Alma sabía que era injusta con él; merecía una esposa sincera, no a alguien atrapada en un amor del pasado.
Desesperada, se giró hacia su esposo dormido.
—¿Cómo puedo hacerle esto? Él confía en mí... ¿Pero qué pasa conmigo? ¿Qué quiero realmente?
Las lágrimas brotaban de los ojos de Alma mientras luchaba con sus emociones. La culpa se transformaba en tristeza al darse cuenta de que estaba atrapada entre dos mundos: uno donde su esposo le ofrecía estabilidad y otro donde su corazón pertenecía a alguien que nunca había podido olvidar.
—¿Es posible amar a dos personas al mismo tiempo? —se preguntó, su voz un susurro lleno de angustia—. ¿O solo me engaño?
El dolor la atravesó como un rayo. Sabía que debía decidir pronto; continuar así no era viable. Pero el miedo a lastimar a su esposo y perder lo poco que había construido era aterrador.
Decidida, se levantó y salió al balcón, buscando aire fresco. La noche era tranquila y las estrellas brillaban intensamente. Mirando hacia arriba, se preguntó si Adams también pensaba en ella.
—Adams... ¿dónde estás ahora? —preguntó al vacío, su voz casi inaudible—. ¿Sientes lo mismo?
Mientras contemplaba el cielo estrellado, una mezcla de esperanza y desesperación la envolvía. Sabía que debía enfrentarse a sus sentimientos, pero eso significaba arriesgarlo todo.
—¿Qué estará haciendo ahora? —susurró para sí misma—. A veces desearía que todo fuera diferente...
De repente, sus ojos se posaron en una figura que caminaba por el sendero del parque. Era él. Adams. Su corazón dio un vuelco; el tiempo pareció detenerse ante su presencia.
"No puedo creer que esté aquí..."
Adams miró hacia arriba, esperanza brillando en sus ojos.
—¿Te gustaría bajar? Podemos caminar juntos por el parque.
Alma dudó un instante; la idea de estar cerca de él nuevamente le dio valentía.
—Sí... quiero.
Con esa respuesta, salió corriendo hacia las escaleras internas de su casa mientras Adams la esperaba con una sonrisa esperanzadora. Sabía que este encuentro podría ser el inicio de algo nuevo o una oportunidad para cerrar viejas heridas. Cualquiera fuera el resultado, estaba decidido a aprovecharlo.
Cuando Alma finalmente llegó al parque y se encontraron frente a frente, el mundo cobró vida con posibilidades infinitas.
—¡Adams! ¿Qué haces aquí? —su voz temblaba de sorpresa.
—Vine a buscarte... necesitaba verte —respondió él, la sinceridad iluminando su mirada.
El corazón de Alma latía con fuerza. Se sentía atrapada entre la alegría de verlo y el miedo a lo que eso significaba.
—No esperaba verte hoy... —dijo, esbozando una sonrisa tímida.
Adams dio un paso hacia ella, como si cada movimiento acercara sus corazones.
—He estado pensando en nosotros... en lo que perdimos.
La suave brisa agitó los cabellos de Alma mientras lo escuchaba. En ese instante, todo parecía posible; las viejas heridas podían sanar si ambos estaban dispuestos a intentarlo.
—Yo también... tal vez deberíamos hablar —sugirió, su voz un susurro cargado de significado.
El deseo de acercarse más era palpable entre ellos, pero había tanto que resolver. Ese primer paso era fundamental.
—No sé qué me impulsó a venir, pero tenía que verte —confesó Adams, su mirada fija en ella.
Alma lo miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de alegría y confusión. Era como si el tiempo no hubiera pasado y las palabras no fueran necesarias para expresar lo que sentían. El aire entre ellos estaba cargado de emociones no dichas.
—Mi esposo está durmiendo en la habitación... podría vernos e interpretar mal la situación —dijo, con voz temblorosa.
—Solo quería saber cómo estabas... He estado pensando mucho en ti —respondió él, la vulnerabilidad en sus palabras apretando el nudo en el estómago de Alma.
#689 en Fantasía
#3330 en Novela romántica
matrimonio arreglado, romance crimen historia vidas pasadas, tragedia fantasía
Editado: 20.04.2025