Vicente miró a Alma, su corazón latiendo desbocado. La sombra de Adams se cernía sobre ellos como un eco del pasado. -Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti —dijo, su voz temblorosa pero sincera. —Pero necesito tiempo para procesar esto.
Alma sintió un nudo en la garganta, la tristeza surgiendo como una ola. —Te prometo que haremos esto juntos —respondió, su mirada firme como el acero.—No hay nada que no podamos enfrentar.
Vicente sonrió débilmente; el amor por Alma era un faro en medio de la tormenta de sus dudas. Sabía que tenían que navegar por aguas turbulentas, pero estaba decidido a no dejarse arrastrar por el pasado.
En un hermoso jardín lleno de flores vibrantes que parecían danzar al ritmo del viento, Vicente y Alma paseaban de la mano, compartiendo risas y miradas cómplices. Sin embargo, no estaban solos. Desde una distancia prudente, Sarai, Adams y Clarisa los observaban, cada uno atrapado en su propio torbellino emocional.
Ainhoa, la voz interna de Sarai en ese mundo paralelo, sintió una punzada en su pecho al ver la conexión entre Vicente y Alma. "Pobre Adams", pensó con tristeza. "Se le nota en la mirada que no puede dejar de pensar en ella". La melancolía era palpable en sus ojos, un reflejo de un amor perdido.
Clarisa rompió el silencio con una sonrisa que no podía ocultar la seriedad de sus palabras. —¿No creen que lo que tienen Alma y Vicente es un verdadero matrimonio? Se nota lo enamorados que están.
Sarai se encogió ligeramente ante el comentario, mientras Adams bajaba la mirada. Clarisa continuó: —No como ustedes dos, que parecen tener que aparentar siempre una felicidad que no siento genuina. No está bien vivir así.
A pesar de sentirse incómoda, Sarai intentó defender lo indefendible. —Mamá, estamos bien —dijo con un tono defensivo que sonó más a deseo que a realidad. En el fondo sabía que sus palabras carecían de peso.
Clarisa suspiró con una mezcla de tristeza y aceptación. —Solo quiero lo mejor para ti y para Adams. A veces creo que es mejor mantener las apariencias por el bien de la familia... Pero eso no significa que no desee que encuentres la verdadera felicidad.
Adams sintió el peso de las palabras de Clarisa como un ancla en su corazón. Asintió lentamente, reconociendo la verdad detrás de los comentarios. Ainhoa deseaba poder ayudarlo a liberarse del letargo emocional en el que estaba atrapado por culpa del pasado con Alma.
Mientras tanto, Vicente y Alma seguían disfrutando del momento en el jardín, ajenos a las conversaciones complicadas a su alrededor. La conexión entre ellos era palpable; sus risas flotaban en el aire como burbujas de amor sincero.
Finalmente, Clarisa miró a Sarai con una intensidad renovada. —Quiero que encuentres lo que te haga feliz. Puede ser difícil ahora, pero nunca es tarde para buscar algo real.
Las palabras resonaron en el corazón de Sarai; sabían contener una verdad desgarradora. Pero también temía lo que eso podría significar para su futuro.
Ainhoa sentía una mezcla de esperanza y tristeza; anhelaba ver a Adams despertar del letargo emocional en el cual se encontraba atrapado por culpa del pasado con Alma.
Abrumada por la conversación tensa y las verdades incómodas, Sarai decidió retirarse a su habitación. —Disculpen, necesito un momento a solas —murmuró antes de escapar del jardín. La tristeza la envolvía como un manto pesado; las palabras de su madre resonaban en su mente mientras comparaba su vida con la felicidad desbordante de Alma y Vicente.
Una vez en su habitación, Sarai se sentó en el borde de la cama. Su corazón latía con fuerza, como un tambor que marcaba el ritmo de su tristeza.
—Necesito hacer algo... —murmuró para sí misma, mirando al suelo.
Con una chispa de inspiración, recordó que podía pintar, así Sarai no supiera cómo hacerlo. Sin pensarlo dos veces, llamó a un empleado de la casa.
—¡Por favor! Necesito un lienzo y pinturas. ¡Rápido!
La respuesta fue inmediata. Mientras esperaba, se acercó a la ventana. El jardín brillaba bajo el sol y vio a Alma y Vicente riendo juntos. Una punzada de dolor atravesó su pecho.
—¿Por qué no puedo tener eso? —se preguntó, observando cómo Vicente tomaba la mano de Alma con ternura.
La imagen era tan pura que parecía sacada de un cuento de hadas. Cuando finalmente recibió el material, se sentó frente al lienzo con determinación.
—Esto es por ti, Adams —susurró, sintiendo sus manos temblar mientras sostenía los pinceles.
Con cada trazo del pincel, dejó fluir sus emociones. Pintó el jardín tal como lo veía: las flores vibrantes y el cielo azul radiante. Pero en cada color también incorporó sus sombras; pinceladas más oscuras que reflejaban su tristeza.
—No puedo cambiar lo que siento por Adams... —se dijo mientras sumergía el pincel en la pintura.
Pintar se convirtió en su refugio; cada trazo liberaba parte del dolor acumulado dentro de ella. Miró su obra con ojos nuevos; aunque era perfecta, representaba una parte importante de sí misma.
—Quizás algún día encuentre mi propia felicidad... —pensó al sonreír débilmente hacia el jardín.
…
Adams
En su escritorio, Adams observaba la penumbra de su habitación. La luz del jardín iluminaba el rostro sonriente de Alma y Vicente; la felicidad de ellos lo golpeó como un balde de agua fría.
—¿Por qué parece tan fácil para ella? —se preguntó mientras encendía un habano. El humo espeso se mezclaba con sus pensamientos confusos.
Recordaba la conversación con Sarai; había destrozado sus sentimientos en un instante. La risa de Alma y la forma en que Vicente la miraba lo hacían sentir como un extraño en su propia vida.
—Debo dejarla ir... —se dijo a sí mismo, pero esas palabras lo oprimían como una losa.
Era más fácil decirlo que hacerlo; Alma había sido parte fundamental de su vida. Deshacerse de esos sentimientos le parecía casi imposible.
#2011 en Fantasía
#6037 en Novela romántica
matrimonio arreglado, romance crimen historia vidas pasadas, tragedia fantasía
Editado: 20.04.2025