Amor de Supervivencia

Capítulo 7: Solamente amigos.

Ainhoa se encontraba dentro de Sarai en un entorno que parecía sacado de un sueño. La habitación era luminosa, decorada con colores suaves que invitaban a la calma, y una gran ventana ofrecía una vista a un paisaje sereno, donde los árboles danzan suavemente con el viento. Sin embargo, la tranquilidad del lugar contrastaba con la inquietud que le revoloteaba en el pecho. Frente a ella estaba Adams, su expresión seria y evasiva como un cielo nublado antes de una tormenta.

—Adams —comenzó Sarai, sintiendo que había llegado el momento de abordar el tema delicado—. Quiero hablar sobre Alma. Su embarazo... hay algo que me preocupa.

Adams desvió la mirada, como si las palabras de Sarai lo incomodaron. Sus ojos no podían ocultar la sombra de una inquietud latente.

—No hay nada de qué preocuparse —respondió, pero su sonrisa era tan forzada que parecía un disfraz.

Sarai le dedicó una mirada penetrante. —¿Estás seguro? He sentido que hay algo más. Si hay algo que debas decirme, por favor, házmelo saber.

Adams se cruzó de brazos, su postura defensiva como una muralla erguida entre ellos. —Realmente no hay nada que preocuparse. Alma está emocionada por ser madre y eso es lo único que importa ahora.

Un nudo se formó en el estómago de Ainhoa, como si presintiera una tormenta inminente. —Lo sé, pero... ¿no crees que deberías ser sincero? Si hay algo que podría afectarla o a su bebé, es mejor que lo hablemos.

Adams suspiró, visiblemente frustrado. —Sarai, no entiendo por qué insistes tanto. No quiero causarle más estrés a Alma. Ella necesita estar tranquila y feliz durante este tiempo.

Sarai se dio cuenta de que Adams prefería protegerse a sí mismo y a Alma en lugar de enfrentar la verdad. Su voz se tornó más firme. —Pero mentir no es la solución. Necesitamos ser honestos entre nosotros.

—Lo sé —dijo Adams finalmente, su tono más suave, casi quebrado—. Pero a veces la verdad puede hacer más daño de lo que imaginas.

Las palabras resonaron en el aire como un eco doloroso. Sarai sintió una mezcla de tristeza y frustración; sabía que había cosas no dichas y secretos ocultos que podrían complicar aún más la situación. El silencio de Adams solo aumentaba su preocupación.

—Si no me dices la verdad ahora, puede que te arrepientas después —le advirtió con determinación, sus ojos fijos en los de él.

Adams la miró intensamente por un instante; parecía dudar, como si estuviera considerando abrirse por fin ante ella. Pero en lugar de eso, dio un paso atrás y sonrió nuevamente: esta vez una sonrisa más convincente pero igualmente vacía.

—A veces es mejor dejar las cosas como están —dijo antes de cambiar de tema, hablando sobre los planes para la boda con un tono casi ligero.

Sarai sintió cómo su corazón se encogía al escuchar esas palabras; sabía que bajo esa fachada optimista se escondían miedos profundos e inconfesables. La conversación había tomado un giro inesperado y tenso; en el fondo, ella comprendía que las sombras nunca desaparecen por arte de magia.

—Deberías estar feliz por nosotros, Sarai —dijo Adams, su sonrisa amplia no lograba ocultar la tensión que se asomaba en sus ojos—. Estamos a punto de dar un gran paso en nuestras vidas.

—Sí, claro... la boda —respondió Sarai, intentando infundir entusiasmo en su voz. Sin embargo, la nota de incertidumbre que se deslizó entre sus palabras no pasó desapercibida.

Adams siguió hablando con fervor sobre sus planes para el nuevo hogar, pintando vívidas imágenes de una vida juntos: paredes decoradas con risas y recuerdos. —Quizás incluso pensemos en tener un nuevo integrante pronto —sugirió, su voz llena de esperanza mientras acariciaba el aire como si ya estuviera sosteniendo a su futuro hijo.

Pero en el fondo de su corazón, Sarai no podía dejar de pensar en Alma. La imagen de su amiga aparecía en su mente como un eco persistente. Sabía que había algo no resuelto entre ella y Adams, un secreto que flotaba entre ellos como un fantasma al que él prefería ignorar. La idea de enterrar a Alma en el pasado la incomodaba; le carcomía el alma preguntarse si realmente podían construir un futuro sin abordar los problemas del presente.

—Adams —dijo Sarai con cautela, su voz temblando ligeramente—. ¿Estás seguro de que todo está bien? Me preocupa que haya cosas sin resolver... especialmente con Alma.

El silencio se instaló entre ellos, pesado y tenso. Adams desvió la mirada, sus manos se entrelazaron nerviosamente. —No creo que eso importe ahora —respondió al fin, su tono más firme pero con un destello de inquietud en sus ojos.

Sarai sintió cómo su corazón se encogía ante esa respuesta evasiva. —Pero debería importar —insistió—. No podemos construir nuestro futuro sobre cimientos inestables.

Adams frunció el ceño, su expresión cambiando como el cielo antes de una tormenta. —No deberías preocuparte por eso —dijo, su voz temblando con un matiz de defensa—. Alma es parte del pasado. Lo que realmente importa es nuestro futuro juntos.

Sarai sintió una punzada de frustración que le atravesó el pecho como un rayo. —Pero las cosas no son tan simples —replicó, su voz resonando con la determinación de quien se aferra a una verdad incómoda—. Ignorar lo que sucedió no va a hacer que desaparezca.

Adams se cruzó de brazos, un gesto que delataba su deseo de construir una muralla entre ellos. Dejó escapar un suspiro exasperado, como si cada palabra le costará un esfuerzo monumental. —No quiero hablar de Alma. Estamos tratando de construir algo nuevo aquí —insistió, su mirada evitando la de ella—. Tienes que enfocarte en eso.

La respuesta de Adams solo avivó las llamas de la duda en el corazón de Sarai. ¿Por qué se mostraba tan reacio a hablar sobre Alma? ¿Qué secretos escondía bajo esa sonrisa forzada? La incertidumbre la consumía mientras navegaba por sus propias emociones, atrapada entre la alegría por el compromiso y la inquietud por lo que realmente estaba sucediendo.




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