Amor de Verano

Cap. 2 ~ En el aeropuerto

Una vez que hemos llegado al aeropuerto, no evito fantasear una y otra vez que tal vez encuentre allí un chico moreno, alto, fuerte, hermoso y sobre todo de buen carácter con el que vivir un corto pero intenso amor y que tenga un gran, ancho y duro...

¡Ay!, mierda ¿quién ha sido tan idiota de no apartarse de mi camino?

De pronto noto cómo me envuelve una esencia intensa, me encuentro tumbada sobre algo duro y ancho y me atraviesa una gran calidez. Cuando me atrevo a abrir los ojos veo frente a mi...¿un pecho? Mmm y qué pecho.

Por desgracia solo acierto a levantarme torpemente y a disculparme de forma rápida con un leve "perdona", antes de que Caroline me agarre del brazo y me arrastre lejos a la vez que grita que llegaremos tarde.

(...)

Cuando llegamos a nuestro destino levanto ambos brazos y me estiro. Ha sido un largo viaje y a pesar de que he estado durmiendo en su totalidad, me encuentro realmente agotada.

Al llegar al hotel, Caroline no deja de mirar y correr de un lugar para otro mientras divaga sobre todo lo que vamos a hacer en Maui.

—Oye, aún no me has contado cómo es que has conseguido este viaje—. Le digo nada más entrar a la habitación y lanzarnos en la gran cama.

—Mi padre me lo dio como regalo adelantado por mi cumpleaños. Ya que no va a poder estar presente, dice que al menos me debe unos cuantos regalos que me hagan imposible enfadarme con él.

—Todo por su princesa—, decimos al unísono, la frase que suele decir su padre una y otra vez y nos partimos de risa por ello.

—Adoro a mi papá, pero exagera demasiado.

—Adoro a tu papá, por exagerar demasiado—, afirmo yo.

Estuvimos deshaciendo las maletas mientras nos gastábamos bromas, entre risas.
Caroline es la mejor, un poco loca pero es genial. La conocí hace tres años y desde entonces somos inseparables.

Ella al igual que yo, era la nueva y para colmo por problemas de papeleo entramos ambas una semana más tarde, cuando ya la gente había empezado a formar grupitos. Un día a la hora del almuerzo toda la cafetería se encontraba petada y tan solo había una mesa libre. Aún recuerdo como me lancé por ella como si fuese la única tabla salvavidas en medio de un mar embravecido, a la vez que vi una mano aferrarse al otro extremo de la misma mesa. Seguí la mano y me llegó hasta una rubia de cabellera larga, piel pálida como la nieve y unos ojos verdes que se clavaban en mi con algo de timidez. Algo extraño por que daba la imagen de luchar fuertemente por lo que quería y en ese momento quería aquella mesa. 
Al final nos acabamos sentando a comer juntas y despotricando de los imbéciles de la universidad. Hablamos, lo que para otros, sería demasiado y vimos que teníamos mucho en común y desde entonces hemos estado juntas. Es mi mejor amiga, una loca y habladora compulsiva en la que puedo contar pase lo que pase y ella conmigo.

 




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