Hace una hora que nos hemos escabullido del gentío y el sofocante ruido de la discoteca. Después de escribirle un mensaje a mi amiga para que no se preocupase al no verme por ahí, salimos de todo ese ajetreo y nos sentamos en la fina arena que aún guarda calor. Para mi sorpresa.
Son más de las cuatro de la mañana, hace poco más de una hora que nos encontramos hablando el chico y yo.
Que por cierto me dijo finalmente su nombre y es Hugo. No sé le pega y resulta que tenemos mucho en común, a los dos nos gusta el arte y la escritura. Amo escribir y quiero estudiar en una academia que es la numero uno del ranking de mejores escuelas y tiene un taller de escritura para el que solo dan una beca al año, una gran oportunidad. Le conté eso y resulta que el también opta para entrar pero no me ha dicho con palabras exactas que quiera la beca, aunque si mencionó tener contactos. Para ser exactos dijo que había que tener amigos hasta en el infierno, cosa que me hace gracia ya que esa frase la suele decir mi abuela.
El cielo está completamente estrellado y el viento azota sin piedad el pelo rubio de Hugo, pero estoy genial ahora mismo dónde estoy, acurrucada entre los brazos de Hugo.
— ¿Entonces has venido de vacaciones? —pregunta tan repentinamente que tardo unos segundos en responder.
—S-si—, tartamudeo por la repentina pregunta.
—Y... ¿cuánto tiempo te quedarás?
Creo saber por donde va.
—Me iré el sábado por la noche.
Lo miro y veo que está pensativo.
—Así que... cinco días—, me mira con un destello de picardía en sus grandes ojos azules—, habrá que aprovecharlos al máximo.
Sospecho que va a hacer algo que no me va a gustar.
—¿Que vas a...? —no me da tiempo a terminar la pregunta cuando, con un rápido movimiento me sujeta como una princesa, se levanta y corre hasta el mar— Nooo.
Noto como suelta mi cuerpo en el aire y detengo las maldiciones y súplicas que le estoy haciendo a tiempo de
coger aire y taparme rápidamente la nariz antes de caer al agua.
Cuando salgo a la superficie mis dientes castañean a pesar de la cálida temperatura. Hugo me sonríe de manera inocente mientras tiemblo debido a una ráfaga de aire fresco. Me meto de nuevo en el agua agradeciendo no sentir más el aire contra mi cuerpo totalmente mojado. Hugo se mete tras de mi y me abraza proporcionándome un poco de su calor corporal.
Agarra el extremo de mi vestido y tira de el para quitármelo.
—Eh, ¿qué haces?—, pregunto tirando el vestido para abajo de nuevo.
Una sonrisa de medio lado se extiende en su bonito rostro y ahí está de nuevo, ese extraño brillo de malicia en su mirada, como si me pudiese devorar tranquilamente si quisiera y su sonrisa afirma que quiere. Lejos de sentir miedo eso hace que aflore en mí una palabra, "hazlo", hace que un hormigueo recorra todo mi cuerpo y se instale una jauría entera de mariposas en mi estomago.
—Hay que quitarte el vestido para que no atrapes una pulmonía—, contesta mi pregunta sin perder ni un poco de esa malicia que te invita a jugar. De modo que decido jugar yo también.
—Si es por eso...
—Claro, ¿por qué otra cosa sería?—. Una sonrisa danza en su rostro mientras habla.
Una vez que saca el vestido lo lanza a la orilla y antes de poder protestar me abraza cubriendo todo mi cuerpo con el suyo. Estamos fuera, de noche y con bastante viento pero extrañamente no tengo nada de frío.
Hugo me atrae más a él, si es que eso es posible y comienza a dejar un camino de besos por mi cuello. Levanto la cabeza para dejarle trabajar con más comodidad, me encanta el tacto de sus labios contra mi cuello.
Me dejo llevar por Hugo y estoy tan perdida en las diversas sensaciones que éste provoca en mi, que a penas proceso las palabras que me dice una vez que separa sus labios de mí.
—Coge aire preciosa—. Dice antes de tirar de mí hasta el fondo del agua y estampar sus deliciosos labios contra los míos.
Jamás me habían besado bajo el agua y debo decir que resulta excitante, siento como me da un poco de aire a través del beso. Hugo da una pequeña caricia en mi mejilla, sin saber qué quiere que haga abro los ojos. Al principio mis ojos escuecen un poco pero la visión es fantástica. Hugo separa sus labios de los míos y tira un poco de mí. Miro al rededor y veo una cantidad increíble de peces de todos los colores y distintos tamaños.
Los reflejos azules que se crean bajo el agua forma una especie de luz que choca contra la piel de Hugo y parece que brilla.
Hugo me hace una señal para que mire abajo, cuando miro veo gran cantidad de coral y pequeños pececitos saliendo y metiéndose de el, casi como si fuese su refugio.

Le hago una señal a Hugo para subir, ya no aguanto más, necesito aire. Él al entender lo que quiero decir tira de mi y atrapa mis labios con los suyos dándome un poco de aire mientras nos saca a la superficie.
Cuando llegamos arriba, nos separamos para tomar aire.
Miro a Hugo sin terminar de creer lo que acaba de pasar, ese maravilloso mundo que me ha mostrado, busco con la mirada la orilla y descubro que nos hemos alejado bastante, aunque no logro recordar cómo ni cuándo.
—Ha sido genial— le digo una vez que he recuperado el aliento— pero... ¿cómo has podido aguantar tanto tiempo y encima darme un poco de aire?—, pregunto asombrada, menuda capacidad pulmonar.
Él estalla en una sonora y muy tierna carcajada, es como música celestial para mis oídos.
—Antes nadaba y solía competir, tengo buenos pulmones—, se limita a decir tranquilamente.
Me abraza y ya no soporto más la pregunta que ronda sin descanso por mi cabeza una y otra vez.
—¿Qué quieres de mi Hugo?
A lo mejor sueno desesperada pero me trae sin cuidado, necesito saberlo. Este chico ha llamado mi atención desde el choque en el aeropuerto, a pesar de no haberle visto en ese momento me cautivó y creo que encontrármelo aquí tiene que ser una señal.