Amor de Verano

Cap. 6 ~ Dulce despertar

La suave brisa azota mi largo pelo contra mi cara y junto al leve sonido del romper de las olas contra la arena de la playa, me hace despertar.

Cuando abro los ojos un pequeño rayo de sol se cuela entre las nubes que cubren, casi por completo, el cielo azul hawaiano.
Miro a mi derecha encontrándome con la más bella visión que jamás halla podido imaginar.

El hermoso y perfecto cuerpo de Hugo, tumbado a mi lado y abrazándome como si temiera despertar y no verme a su lado. Me acerco aún más a su cálido cuerpo y me coloco sobre él sin dejar caer todo mi peso, cosa que a pesar de no hacerlo dudo que notase alguna diferencia.

Acerco mis labios a los suyos y lo beso tiernamente. Cuando intento separarme de Hugo, me envuelve aún más entre sus brazos y me pega nuevamente a su sólido y blando cuerpo. Entierro mi rostro por completo en el hueco entre su cuello y su hombro, aspirando su característico aroma, ese aroma que solo posee él.

Su cuerpo se encuentra fijo al mío, apoyado en los lugares correctos. Mi piel en contacto con la suya, ya que nuestro vestuario se limita, en este momento, a la ropa interior de ambos y una manta que nos cubre de ojos curiosos.

Siento como cada uno de los pelos que cubre mi cuerpo se eriza debido a su tacto, soy plenamente consciente del desenfrenado ritmo de su corazón, que choca contra mi pecho escuchándose con total claridad.

Cuando finalmente nos separamos sus ojos me contemplan fijamente como si ante él, tuviese lo más preciado que tiene. Cosa que dudo pero cuando mi mirada se centra nuevamente en Hugo, una chispa de esperanza se prende en mí.

¿Realmente existe el amor a primera vista?

Y si existe...

¿Puede ser eso lo que Hugo y yo sentimos?

No quiero que me vuelvan a herir y menos por algo tonto que sólo durará una semana.

¿Merece Hugo la pena?
Sacudo mi cabeza de un lado a otro para borrar esa idea de mi cabeza. Esto no es amor, lo acabo de conocer, Hugo no me va a romper el corazón porque solo lo veré cuatro días más.

Sin darme cuenta de en qué momento se ha levantado, veo cómo Hugo, que se encuentra de pie, me asegura bien la manta, que anoche sacó de su coche, al cuerpo para no sentir el fresco de la mañana y me tiende la mano para ayudarme a que me levante.

Una vez arriba, hacemos nuestro camino a su coche, en dónde me devuelve mi ropa perfectamente doblada. Al parecer en algún momento anoche, entre que salimos del agua y trajo la manta, la recogió toda y la guardó.

Lo miro con adoración cuando hablo.

—Hay que ver, piensas en todo.

—Y tú eres una despistada—, dice soltando una risa muy bonita.

Cuando ya estamos vestidos y montados en el coche, me mira nervioso.

—¿Qué pasa Hugo?—. Le pregunto poniendo mi mano sobre la suya y éste me mira. Tras un momento en el que duda si hablar o no, suspira y entre laza nuestros dedos.

—Quiero pasar estos días contigo, sé que nos conocemos de hace poco y que solo estarás por aquí ésta semana, pero me vuelves loco. Solo quiero pasar contigo cada momento que pueda, enseñarte todo lo que hay en la isla y que te vayas con un bonito recuerdo de aquí, de mí.

Esbozo una sonrisa de manera casi incontrolable, por un momento temía que después de que pasamos la noche juntos, fuese como los demás y no quisiera nada más conmigo. Me alegro de haber estado equivocada al dudar de él, este chico si merece la pena, aunque sólo sea por algunos días, sé que merecerá la pena.

—Me encantaría que me mostrases la isla, quiero estar más tiempo contigo.

Sin darme oportunidad para decir nada más, selló mi boca con un beso.

 




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