En nuestro camino al "Ohana café" el zumbido de mi móvil me anuncia una llamada entrante.
Miro la pantalla y veo como se refleja de manera intermitente el nombre de Caroline.
Le hago señas a Hugo de que baje un poco la música de la radio, éste entendiendo mis señas estira su brazo y la deja como un leve sonido de fondo.
—¿Si, Car? —respondo la llamada frente a la atenta mirada de Hugo que se ha detenido por un semáforo en rojo.
—¿Dónde estás Larita?
—Con Hugo, vamos a desayunar y a conocer la isla, ¿te apuntas?
—Siii— me río por su entusiasmo, Car se apunta hasta a un bombardeo y lo bueno es que con ella jamás te aburres, no te da tiempo. Mi loca amiga es un torbellino. Mientras sigo hablando con Car, noto que el coche vuelve a moverse— ¿Puede venir Stefan con nosotros?
—¿Estás con él?—, murmuro con picardía.
—Sí, y ha estado in-cre-i-ble—. Dice separando las sílabas. Casi puedo escuchar por su voz, la sonrisa de boba enamorada en su cara, mientras me contesta.
—Claro, que venga—. Miro a Hugo y veo que está concentrado en la carretera, pongo de nuevo el teléfono en mi oreja y susurro— quiero los detalles.
Caroline estalla en sonoras carcajadas.
—Ya me contarás tú también, dónde y cómo has pasado la noche.
Al escuchar eso puedo jurar que mi piel cobra, al menos, dos pares de tonos de más, sin embargo antes de poder protestar, Car cuelga la llamada.
Meneo la cabeza a la vez que una sonrisa se desliza por mi cara, ¡qué chica!
Le mando la dirección del café dónde estaremos y un mensaje diciéndole que si no llega en quince minutos desayunaré sin ella. Obvio es mentira pero si no la advirtiera con eso se tardaría horas y horas solo mirando en cómo vestir.
Hugo detiene el coche frente a un pequeño café "típico de Hawaii" según dice él. La verdad no sé si será un típico café de aquí, pero desde dentro del coche, lo que la distancia me deja ver, es maravilloso.
Sobre una pequeña e íntima terraza se encuentra un techado de paja y flores que se enredan por todo el techo hasta caer por una especie de vallas de madera que se encuentran taladradas a la pared a cada extremo del pequeño bar. Unas hermosas palmeras adornan la terraza y le dan una sensación acogedora. Las amplias cristaleras deja ver la larga barra de madera y piedra.
Perdida en mi ensimismamiento, una cálida mano me trae de vuelta. Miro en dirección al dueño de dicha mano y veo a Hugo con una hermosa sonrisa en su rostro.
Hugo es único. Seguro que su madre después de hacerlo rompió el molde.
—¿En qué pensabas estabas perdida?
—Sólo miraba la cafetería, es preciosa— admito tímida.
Su sonrisa se ensancha aún más.
—Sabía que te gustaría, aunque yo tengo frente a mí algo que sin duda es más precioso.
—¿Si, qué sería eso?—, digo cogiendo mi bolso y cuando lo vuelvo a mirar veo que no ha apartado la vista de mí.
Sin poder evitarlo y por quinta vez desde que desperté con él esta mañana en la playa, vuelvo a ruborizarme. Ahueca su mano en mi mejilla y coloca su cara frente a mí, tanto que parece que me va a besar, pero no lo hace. Acaricia su nariz con la mía antes de decirme que bajemos del coche.
— Vamos nena...— pronuncia antes de que mis labios puedan tocar los suyos.
Lo miro para asegurarme si está de broma y veo que tiene una sonrisa burlona en sus gruesos labios, cosa que hace que mi humor se oscurezca un poco. Así que bajo molesta, será idiota, pensé que iba a besarme. Al bajar Hugo del coche y llegar hasta mí, intenta tomar mi mano pero se la quito.
Cuando llegamos a la puerta, nos recibe una chica de metro setenta, largo pelo oscuro cómo el onix y de ojos azules como el mar.
Vestía con un biquini y una falda de flores, adornando su larga cabellera, una corona de flores y de su brazo colgaba un par de ellas.
—Buenos días espero disfruten su visita a nuestra pequeña cafetería—. Dice la chica ofreciéndome una corona de flores y a Hugo un collar.
La chica nos indica dónde podemos sentarnos cuando le decimos que seremos cuatro personas.
La voz de Car llega a mi desde la puerta una vez que nos sentamos.
Mi amiga se ve preciosa con un par de flores a cada lado de su cabeza, resaltando su cabello rubio.
—Castaña, ¿que tal la noche?
—Y a ti rubia, ¿cómo te fue?—, evito su pregunta a sabiendas de que insistirá hasta obtener algún detalle. Cosa que no ocurrirá estando Hugo presente.
Car mira pecaminosamente a su acompañante que, hasta ahora había pasado desapercibido, ya que yo prestaba más atención a mi amiga.
Hugo aprovecha que la otra pareja está perdida en su juego de miradas para sujetar con sus dedos mi mentón y hacer que le mire.
— ¿Sigues molesta?
— ¿Por qué debería estarlo?— en cuanto termino de hacer la pregunta, sus ojos azules se iluminan con un atisbo de malicia que hace erizar mi piel.
—¿Por un beso quizá?— siento que se burla de mí y lucho contra el impulso de mandarlo bien lejos. No entiendo porqué se comporta así, ayer era diferente.
¿Está jugando?, pues se equivoca de chica.
A veces me pregunto si llevaré un cartel de "busco chicos estúpidos" pegado en la frente, pues son los únicos que se me acercan. Aunque llegué a pensar que Hugo era diferente.
—No juegues conmigo maldita sea—. Siseo entre dientes cuando noto mi enfado en aumento.
—Te aseguro que no juego contigo, jamás me atrevería a hacerlo—. Me dice con tono de voz sereno y un gesto tan serio que me hacía dudar de lo que había pensado de él hasta el momento—. No sé con qué tipos te habrás cruzado, pero te garantizo que no soy como ninguno de ellos.
—¿Entonces qué quieres?— el hastío y cansancio que llenaba mi voz no le pasa desapercibido a ninguno de los dos.
—Ya te lo dije anoche, saber más de ti —. Dice colocando sus manos a cada lado de mi cara, sosteniendola con suma delicadeza—. Anoche fue fantástico y no me arrepiento de nada de lo que ocurrió, pero actuamos por puro impulso. Yo quiero que seas más que eso.