Amor de Verano

Cap. 9 ~ He metido la pata

No puedo creer lo que acabo de decirle. He metido la pata.

¿Quien le dice te quiero a alguien que ha conocido hace tres días?, peor si me voy dentro de un par de días y para fastidiarlo todo aún más vivimos muy lejos.

Muy bien Lara, si te preguntas cómo estropear todo esto aún más, la respuesta es: creo que no se puede.

Se mantiene quieto, frente a mi, no ha movido ni un solo músculo lo único que hace es mirarme con atención. Desvío por un momento la mirada hacia Car, que se mantiene un tanto alejada de la escena y el ambiente raro que se ha formado entre Hugo y yo, junto a ella está Stef.

Cuando devuelvo la mirada a Hugo, éste ya se encuentra a escasos centímetros de mi. Su mirada refleja una gran determinación cuando sostiene mi cara con ambas manos y pega sus labios a los míos, acariciándolos, mimándolos y haciéndome sentir correspondida.

Sin pedir ninguna clase de permiso, introduce su traviesa lengua en mi boca y encuentra la mía, con la que comienza una sensual batalla, robándome el aliento.

Cuando la fastidiosa a la vez que inevitable sensación de necesitar aire nos llega, ambos rompemos el beso a la vez que gruñimos en protesta por tal aberración.
Porque así es como se siente, o al menos como lo siento yo. Siento que separarnos es una aberración, algo que ya no soy capaz de imaginar. Estar sin él.

Siento su respiración agitada al igual que la mía. Su mirada se ha oscurecido un poco y está un tanto sonrojado debido al salto en paracaídas.

—Vámonos de aquí—. Dice tras recuperar el aliento.

Me limito a asentir con la cabeza y le doy a Car una mirada significativa que parece captar.

—Nosotros, hemos disfrutado mucho de esto chicos, pero ahora quiero aprovechar para surfear—. Admite mi amiga para detener la extraña situación que yo misma he formado debido a la emoción del momento.

Miro un momento a Hugo, que parece sentir que mi atención está totalmente puesta en él y desvía nuevamente su mirada, que había cambiado hacia Car cuando está habló, a mí. 
Me sonríe, una sonrisa que a pesar del poco tiempo de conocernos, parece estar única y exclusivamente creada para mi, y extiende su mano para sostener la mía. 
Satisfecha por su gesto lindo y honesto, tomo su mano y seguimos a Car y Stef que ya han comenzado su camino hasta su coche.

(...)

Una vez que hemos llegado a la playa vemos desde la parte delantera del coche de Hugo cómo mi loca amiga y su nuevo novio salen corriendo de la camioneta de Stef con una tabla cada uno y desaparecen de nuestra vista en su camino hasta el mar.

— ¡Eh! —dice Hugo acariciando mi mejilla con su cálida mano, al ver que no le miro, sujeta mi barbilla y gira mi cara hacia él— ¿Qué pasa pequeña?

Miro fíjamente esos ojos claros que me han robado el aliento de manera devastadora desde el primer momento en que le vi aquel día en el aeropuerto. Suelto el aire contenido y lanzo un suspiro un tanto dramático.

—Bien, te reconozco que jamás he surfeado y estoy completamente aterrorizada—. Explico de manera rápida y atropellada casi inteligible, de modo que me sorprende el hecho de que al parece me ha comprendido a la perfección.

Asiente con la cabeza mientras sus ojos no han dejado de centrarse en los míos en ningún momento.

Coloca su mano sobre mi muslo y da un pequeño apretón. Es asombrosa su capacidad de transmitirme calma con un pequeño gesto de parte suya, pero lo logra.

—No te preocupes pequeña, no dejaré que nada malo te pase. Confía en mí—. Lo expresa tan solemne que no dudo de él. Hugo es el primer chico que conozco que en lugar de pararme me impulsa a mejorar, a explorar, a conocer cosas nuevas. Me siento aterrada de que él no sienta lo mismo que yo, pero me siento tan bien con Hugo que, aunque suene extraño, el miedo que siento no me paraliza. Al revés, es todo lo contrario.

Sé que a pesar del ánimo de Hugo y que me atreva a hacer cosas locas si es junto a él, siento que probablemente, si en éste momento abro la boca, de ella saldrá una negativa, así que me limito a asentir.

Salimos del coche y es en ese momento cuando caigo en la cuenta de que no llevo bikini, es más, aún llevo puesto el vestido de anoche.

Es alucinante el hecho de que haya podido lanzarme en paracaídas, con el vestido bajo el equipamiento de paracaidismo.

Como si me hubiese leído la mente Hugo saca una bolsa grande de cartón del maletero de su coche y me la ofrece. Cuando lo miro sin entender por qué me la ofrece, me explica.

—Tengo un neopreno qué puede ser que te valga.

Abro la bolsa y miro su interior, saco lo que hay dentro y efectivamente, hay un neopreno que parece ser de mi talla.

Es entonces cuándo un mar de dudas me inunda y siento cómo va creciendo en mí una sensación de inquietud mezclado con el maldito bicho de los celos.

¿Por qué tiene un neopreno femenino? ¿Será de su novia? Quizá es de su ex, pero... 
¿Si es de su ex porqué demonios lo sigue llevando él en su coche?

Me he metido tan de lleno en mi línea de pensamiento que cuando vuelve a hablar Hugo doy un respingo debido al susto.

—Es de mi hermana—. Responde a una pregunta que no le he hecho pero que moría de ganas por obtener una respuesta.

Siento como el alivio va creciendo dentro de mí. Y una oleada interna me anima a ser más atrevida, de modo que opto por tomar la iniciativa.

— ¿Vamos al agua?

—Claro, preciosa.

(...)

Unas cuantas horas más tarde  había logrado dominar las olas casi por completo, después de un par de cientos de caídas y zambullidas fallidas.

Cuando el sol comienza a bajar, descansamos un poco mientras disfrutamos del precioso atardecer. Veo cómo Hugo se sienta en postura de indio sobre su tabla, dando la espalda a la orilla para ver mejor el atardecer. Lo imito y palmoteo el agua con las manos para llegar a su lado. En cuanto llego hasta él, me coge de la mano y la entrelaza con la suya.




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