Cuando llega la hora de recoger y marcharnos a casa Car se acerca a mí y me dice que esta noche no dormirá en el hotel y que yo tengo vía libre si quiero.
Al pensar en una noche entera con Hugo, me pongo muy nerviosa pero lo identifico como anticipación. No suelo acostarme con un chico nada más conocerlo, pero con Hugo siento que todo es diferente y si no vuelvo a verlo quiero, al menos, disfrutar el momento al máximo.
— ¿Nos vamos? —. Dice Hugo a mi lado, sacándome de mis pensamientos.
—Si— Me limito a contestar.
Cuando me acerco hasta la puerta del copiloto, Hugo se me adelanta para abrirla por mi, gesto que le agradezco con un beso en la mejilla. Una vez dentro y cuando se ha asegurado de que mi cinturón de seguridad está bien puesto, cierra mi puerta, va hasta la suya y una vez dentro arranca el coche.
El camino hasta mi hotel lo hacemos en un silencio bastante cómodo. Cuando llegamos a la puerta me estoy debatiendo internamente entre si debería invitarle a mi habitación o no.
—Estás muy callada— Hugo rompe el silencio de repente.
—Estoy pensando...
—¿En qué?
—En las consecuencias—. Digo sin pensar.
—Las consecuencias, ¿de qué?
—De invitarte a entrar—. Admito y le miro por el rabillo del ojo.
Hugo me mira el silencio y no logro ver en qué piensa, así que le miro directamente y antes de que pueda decir nada, ataca mis labios con una voracidad tremenda como si estuviese deseando estar conmigo tanto como yo con él.
Me besa como si fuese lo último que va a hacer en su vida y eso hace que mi parte más egocéntrica se alce como un pavo.
Me siento eufórica desde que conocí a Hugo como si algo en mí me dijese que debo estar con él, que es para mí. Y por un momento me olvido del terrible paso del tiempo, de que me quedan menos de cuarenta y ocho horas para regresar a mi casa y no volverle a ver y me dejo llevar. Me dejo arrastrar por éste fantástico beso.
Una vez fuera del coche, entramos al hotel y la chica de la recepción nos saluda con una radiante sonrisa. Hugo posa su mano en mi cintura y vamos hasta el ascensor.
Subimos y nada más cerrarse las puertas detrás de Hugo me besa. Comienza a caminar haciendo que yo retroceda hasta que mi espalda da contra la pared del ascensor. Envuelvo ambos brazos al rededor de su fuerte cuello matando la poca distancia que aún quedaba entre nosotros, mientras que Hugo lleva una de sus manos por debajo de mi vestido y llega hasta acariciar mi ombligo, mientras que con la otra acaricia mi pierna y hace que la enganche en su cadera, acercándonos todavía más, hasta que ni si quiera pudiese correr una ligera brisa entre nuestros cuerpos.
Esto está mal y no me refiero a estar ahora con Hugo, sino a que estamos en un lugar público, un ascensor, de un hotel. ¡Por dios! Pero aún así me es imposible parar. Se sienten tan bien sus manos contra mi cuerpo, sus labios sobre los míos, su aliento contra mi oído mientras lo besa.
Cuando llegamos al piso en el que se encuentra la habitación que comparto con Car, el ascensor nos avisa con un "tin". Salimos del ascensor y entramos a mi habitación sin dejar de besarnos.
Tropezamos con mi cama y caemos sobre ella muertos de la risa.
—Te quiero—. Dice Hugo cuando deja de reír.
Yo no sé que decir, ésta mañana fui yo quién se lo dijo y ahora es él quién me lo dice. Esto es un desastre pasado mañana me iré y en lo único que soy capaz de pensar es en lo feliz que soy junto a Hugo y en lo mucho que le quiero.
Sin decirle nada más, me acerco a sus labios y comenzamos lo que va a ser una noche muy larga. No hay nada que decir, nada que pudiese mejorar lo que sentimos ahora. Nada que no valla a estropear el momento tan bonito en el que estamos sumergidos por completo en este momento y ambos lo sabemos.