El día que menos deseaba que llegase finalmente ha llegado y con el mi regreso a casa, con mi familia y mi loca amiga pero lejos del chico que me ha robado el corazón.
Desde que me he despertado el móvil no ha parado de sonar una y otra vez. "Titanium" de Sia resuena por mi habitación hasta que se detiene y vuelve a comenzar la maldita melodía, una y otra vez. Por mi parte lo único que soy capaz de hacer es quedarme inmóvil en mi posición, sentada sobre mi cama, mientras miro fijamente el odioso instrumento de tortura en el que se ha convertido mi móvil desde esta mañana. No dejo de mirarlo mientras el deseo interno de que deje de sonar se repite constantemente en mi cabeza pero sabiendo que eso no sucederá hasta que hable con él.
Él; qué testarudo y cabezota ha resultado ser mi chico de ojos claros.
Una lágrima, caliente y húmeda, se desliza por mi rostro y la atrapo rápidamente con mi mano. No quiero llorar, me niego a hacerlo, porque soy consciente de que una vez que comience no seré capaz de parar de llorar. Y es como estoy segura de que no quiero pasar así mis últimas horas en Hawaii.
Vuelve a timbrar el fastidioso móvil por vigésima vez al menos y lo miro con fastidio. La puerta de mi cuarto se abre de golpe y una furiosa y aún adormilada Caroline aparece frente a mi.
—Contesta de una vez el maldito teléfono y deja descansar al chico y también a mí, ya que estás. Si no, la próxima llamada la cogeré yo, te lo advierto—. Ladra mi amiga.
Prácticamente me lanzo sobre el artefacto, cuelgo la llamada, apago el móvil y lo lanzo al otro extremo de mi cama.
— ¿Así mejor?—. La miro cansada.
Car suspira y relaja un poco su expresión, me mira con un poco de lástima y se sienta a mi lado, en la cama.
—Lara deberías coger su llamada. Deberías hablar con Hugo, ya sabes, antes de irnos.
—Lo sé y lo haré.
— ¿Cuando?, ¿cuando estemos en la puerta de embarque?—. Me regaña.
— ¡No...!, ¡no lo sé!—, casi grito desesperada— lo único que sé es que ahora mismo no puedo hablar con él, no puedo oír su voz sin que se me rompa el corazón. Le quiero...
Las lágrimas comienzan ha abrirse camino y aunque me esfuerzo en intentar dejar de llorar, no lo logro. Caroline me abraza fuerte sin mediar palabra, mientras amortiguo mi llanto desgarrador en su pecho.
No soy del todo consciente del tiempo que he pasado llorando, hasta que reacciono y voy hasta el baño para mirarme frente al espejo.
Me cuesta horrores reconocerme en el destrozado reflejo que tengo frente a mi, ya que desde que Hugo me dejó anoche en la puerta del hotel no he dejado de llorar. Una manchas enormes cubren la parte inferior de mis ojos, ensombreciendo mi mirada, tengo los ojos rojos de tanto llorar y restos de maquillaje, corrido por toda la cara, ya que anoche ni me digné a desmaquillarme.
Seguramente mi almohada debe estar embarrada pero no es algo que me importe demasiado.
Siento mi boca pastosa y la garganta, que tengo algo seca, me escuece a rabiar. Cojo un vaso que dejé anoche en el baño, lo lleno de agua y me lo tomo de un trago para ver si eso calma parte del dolor que siento.
— ¿Qué voy a hacer?—me pregunto a mí misma sin dejar de mirar el teléfono apagado que tengo en mi mano. Lo he cogido antes de entrar en el baño, ante la atenta mirada de mi amiga, que se ha mantenido a mi lado todo el tiempo que he estado llorando. Car es sencillamente genial.
Enciendo el móvil y en el instante en que introduzco el número pin comienzan a llegar un torrente de notificaciones de distintos mensajes y llamadas, todas de Hugo.
Abro el primer mensaje que recibí cuando apagué el móvil.
《Lara por favor cógeme el teléfono.》
Leo el siguiente.
《Tenemos que hablar.》
Y así uno tras otro.
《Hoy te vas, tenemos que hablar.》
《Por favor, no me dejes así.》
《Háblame.》
Dejo de leer los mensajes al ver que aún me quedan al menos seis más, puedo percibir su dolor en cada una de sus palabras y no soy capaz de leer ni uno más. Veo que tengo como veinte llamadas perdidas y cuando me cuestiono si debo o no llamarle, la pantalla se alumbra con una foto que nos hicimos la noche de la discoteca, cuando salimos a la playa, y su nombre palpitando junto a llamada entrante.
Ésta vez lo cojo.
—Lara—, dice nada más descolgar el teléfono, claramente aliviado por que esta vez he cogido la llamada—. Por favor tenemos que hablar, no me cuelgues.
—Siento no haber cogido las otras llamadas—. Digo rápidamente, sintiéndome un tanto avergonzada.
—Habla conmigo—suplica—Lara, no se puede terminar así.
—Lo sé, yo solo...
—Por favor acepta quedar conmigo, voy a tu hotel, o quedamos dónde tú quieras—. Ofrece y la verdad es que quiero verlo. Aunque solo sea una vez más antes de irme.
—Quiero verte—admito—de verdad que quiero verte, pero es tan duro—. No consigo reprimir las ganas de llorar y termino la frase con la voz rota.
Justo como me siento yo.
—Lo sé, Lara, para mí también por eso necesito verte.
Accedo a vernos en una hora en el parque que hay frente al hotel y me dice que me quiere antes de terminar la llamada.
Entro al baño y me doy una reconfortante ducha. Bajo el chorro de agua caliente noto como mis músculos se liberan de la tensión que cargaban. Pasados veinte minutos bajo el agua termino de ducharme, me coloco una toalla y salgo para coger la ropa que me pondré.
Casi media hora más tarde vuelvo a salir del baño completamente arreglada y con el pelo recogido en una coleta alta. Vestida con unos simples vaqueros, camiseta blanca resaltando el moreno conseguido en estos días y unos zapatos cómodos.
Miro mi reloj por última vez y lanzo un suspiro pesado, antes de salir del hotel y dispuesta a enfrentar la dura despedida que me espera.
Sé que llego cerca de diez minutos después de la hora que le dije, pero aún así no aprieto el paso, siento que necesito este pequeño tiempo extra para prepararme a conciencia.