Han pasado un par de semanas desde que regresé. Mi madre estaba muy emocionada y estuvo los primeros tres días pidiéndome que le mostrara una y otra vez las todas las fotos y que le cuente todo lo que hice.
Los ojos casi se le salen de las cuencas cuando le conté la pequeña gran aventura del paracaidismo, algo que me pareció divertidísimo, pero lo divertido duró poco, para ser exactos duró hasta que vi el primer juego de fotos en las que aparezco con Hugo y toda la mierda vino a mi como un fuerte derechazo del destino en plena boca del estómago, riéndose de mi en plena cara por haber pensado por un instante que lo nuestro funcionaría.
Caroline también estaba un poco triste hasta que cuando pasó la primera semana de nuestro regreso, la descubrí con una sonrisa tremenda y saltando de un lugar para otro. Le sonsaqué la razón de que estuviese tan contenta y con una felicidad que hace tiempo que no veía en mi amiga, me reconoció que había hablado con Stef y que él le había dicho que si tenía paciencia, tras arreglar un par de asuntillos que tiene por ahí, se vendría a vivir a España indefinidamente y que lo esperase. No se me escapó la mirada de tristeza que puso cuando me lo terminó de contar, al darse cuenta de que Hugo no haría lo mismo y que a mi me destrozaba esa certeza. Como tampoco se me escapó el hecho de que días más tarde intentaba que su alegría no fuese tan obvia, al menos no delante de mi. Hecho que me entristece, adoro a mi amiga y quiero que sea feliz, que nada le impida serlo y menos yo.
Estoy completamente perdida en mis pensamientos cuando una repentina llamada me hace regresar. Miro con desconfianza el número desconocido que me llama y lo cojo por si fuese algo importante.
—Academia de las artes de Londres, pregunto por la señorita Lara Rodríguez—. Se escucha una voz de mujer hablando en un perfecto inglés a través del auricular.
Por suerte, hablo a la perfección el idioma, requisito indispensable para optar a la única beca que ofrece esta magnífica escuela. Beca a la que por suerte yo opto. Aún sin terminar de creer lo que me está pasando, ya el simple hecho de recibir una llamada de esta prestigiosa escuela es en si un logro, lucho por conseguir emitir frases con cierta conexión y sobretodo sentido.
— ¡Disculpe!, ¡señorita!, ¿está ahí?
—Sí, perdone. Si, soy Lara Rodríguez—. Le contesto.
—Queríamos informarle de que ha sido seleccionada para otorgarle la beca para realizar sus estudios al completo en nuestra academia.
Un grito de emoción sale sin censura y sorprendiéndome a mí misma—. Disculpe—me disculpo ante mi reacción.
—No se preocupe, lo entiendo—. Una pausa—Enhorabuena, te lo mereces Lara—. Me dice dejándome sorprendida por su cambio a la hora de comenzar a tutearme, como si me conociese.
—Muchas gracias.
Un ligero carraspeo se escucha a través de la línea y un momento después, vuelvo a escuchar la suave voz de la mujer.
—Le informaremos mediante un correo electrónico de los trámites a completar y todo lo que resta por hacer—vuelve a hablarme de usted—, disfrute del resto del día.
—Eso haré, buenas tardes.
Corto la llamada y pego un grito de júbilo, no me lo creo, mi mayor deseo era obtener esa beca y ahora me la han dado.
Unos golpes en la puerta me hacen ir hasta ella aún con el teléfono en mano. Abro la puerta y lo que veo hace que el teléfono que hasta ahora llevaba en mi mano derecha estalle contra el suelo y no me importa, lo único que me importa es la persona que tengo frente a mí, lo único que me importa es lo completa que me siento de pronto al verlo aquí y me lanzo sobre esa persona. Porque lo único que realmente importa es que Hugo está aquí.
—Has venido... —me calla con un beso que me deja sin aliento.
—Y me quedo contigo.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, y ahora que te han concedido la beca podremos ir juntos a Londres—. Dice entusiasmado y la verdad es que... ¡un momento!
—¿Cómo lo sabes?—. Su cara es la viva imagen de la incertidumbre—. Lo de mi beca—le aclaro.
Cuando le miro veo que ya sabe por donde voy y a la vez veo algo que me desconcierta, lo veo dubitativo, ¿porqué tendría reparo a contarme nada?. Rápidamente lo comprendo cuando finalmente me lo explica.
— ¿Recuerdas la noche que nos presentamos formalmente?
—Si—contesto con cierta duda, lo recuerdo perfectamente pero no sé a dónde quiere llegar y eso en cierta manera me aterra.
—Te dije que yo quería y quiero asistir a la misma academia y también te dije que tengo ciertos contactos—. Se detiene a la espera de que le haga algún gesto para que vea que le sigo.
—Lo recuerdo.
—No fui sincero del todo—admite tímido—pero tampoco te mentí—se excusa de manera rápida—. La directora del centro, es mi abuela y la beca la proporciona mi familia y sus diversos actos para recaudar fondos para distintas causas.
Una de ellas es la beca para la escuela que dirige mi abuela. Una de las más prestigiosas de Londres y la que más ayuda a los estudiantes que sueñan con llevar su arte a las personas.
El peso de sus palabras casi me hunde y de pronto siento un pequeño pinchazo de desilusión sumado a una decepción brutal que va calando poco a poco en mi, cuando caigo en el porqué de que me hayan dado la beca que tanto ansiaba. Ahora que la tengo y que sé la razón de por qué la tengo, no puedo evitar tener la sensación de que me han quitado algo de gran importancia para mi. Algo sin lo que, creo, no podré vivir.
—Así que me la han dado por ti y no por mi trabajo—. Digo desilusionada.
— ¿Qué dices?, jamás quiero que vuelvas a decir eso, no dudes de lo buena que eres escribiendo—. Sostiene mi cara entre sus manos en un dulce gesto—. Tan solo me he asegurado de que tu trabajo llegase directamente a manos de mi abuela, sin intermediarios. Para serte sincero, ni siquiera le he hablado de ti hasta esta mañana que me buscó muy emocionada por los relatos que le había pasado. Quería saber quién era la responsable y entonces le he hablado de ti y me dijo que te llamaría justo cuando bajé del avión.