Amor del más allá (historia corta)

Capítulo 4

Los días han pasado y hay una necesidad dentro de mi que cada vez se hace más grande: necesito el nombre, necesito la historia, y la chica que se dedica a observar la casa es la única clave que no esta hecha de celos y crujidos

El problema es la fantasma: ella no quiere compartir, pues cada vez que intentaba salir a buscar la chica ella parecía presentarlo y no me dejaba salir

Solo lo permitía cuando creía en mis palabras de que no la buscaría, así que, pensándolo mucho, llegué a la conclusión de que la única manera de que ella no sospechara es que en verdad no tuviera intencion de buscar a la chica misteriosa, al menos, no hasta salir de la casa, ya que el poder del espíritu se desplomaba fuera de la casa

Para engañarla tengo que actuar, así que le hablo al aire en voz alta:

—Necesito ir a la ferretería, me falta una bombilla para la despensa, no tardo - lo digo en serio, con toda la intención del mundo y bloqueando mis pensamientos y dejando la mente en blanco

La respuesta de la casa es inmediata: un crujido suave en el techo, un claro si

Aprovecho el asentimiento y salgo a toda prisa, pero en lugar de ir al centro corro en dirección opuesta, doblando esquinas hasta estar a varias calles de distancia

Espero, oculto tras el muro de un viejo almacén y en menos de quince minutos, aparece la chica

Me escabullo sin que me note hasta posarme frente a ella antes de que pueda ver la esquina de mi calle. Se sobresalta, pero esta vez no intenta huir inmediatamente

—Sé que me viste en la casa. Sé que sabes quién soy —digo, tratando de sonar tranquilo—Por favor, no te asustes. Sé lo que está pasando en esa casa

Ella se tensa, sus ojos llenos de una mezcla de horror y alivio

—No tienes idea de lo que dices. Déjame en paz

Justo cuando se dispone a empujarme, el aire que nos rodea se vuelve frío y denso, una ráfaga de viento helado azota solo esa esquina de la acera, y ella se encoge, temblando.

—¿Lo sientes? —le pregunto en un susurro— Esto es ella, y no quiere que hablemos, Por favor, necesito tu ayuda para liberarla y que pueda descansar

La palabra 'liberarla' parece romper su resistencia

Con un suspiro Se resigna, su cuerpo se hunde bajo el peso de algo que parece esconder

Luego de unos segundos mientras duda, me pide que la siga

Me conduce a un pequeño parque cerca de la costa, un lugar rodeado de arena y pinos viejos que me recuerda al escenario de mi sueño

Nos sentamos en un banco de madera, donde la brisa del mar logra dispersar un poco la tensión

—Me llamo Sara —informa, la voz entrecortada—Y esa casa... esa casa era la de mi mejor amiga - me dice mirando la lajania del mar

Comienza a relatar la historia con los ojos fijos en un punto lejano

—Se lo que está pasando en esa casa, se que ella sigue allí, como si estuviera esperando algo, Pero no el que ni porque

Paso saliva

—¿Que sucedio?

—Estaba ebria —confiesa con voz quebrada, y lágrimas inundan sus ojos —Me sentía invencible - niega con una sonrisa nostalgica a la vez que juega nerviosamente con sus muñecas —Habiamos salido de fiesta y nos emborrachamos hasta más no poder. De camino a casa, perdí el control del coche. Se descarriló... Yo sobreviví. Evelina no - Un sollozo pone a su cuerpo a temblar y sacudirse brevemente

El nombre—Evelina— lo siento golpear como una ola de hielo y fuego, es real, y ella tiene nombre

De pronto, sentí la necesidad de pronunciar su nombre y saborearlo en mis labios, Pero lo reprimo

Sara me explica que Evelina falleció a los diecisiete años, hace 6 años un siete de diciembre (misma noche donde mi vida cambio con esa vision) desde entonces, Sara ha vivido con la certeza de que el espíritu de su amiga la sigue, sintiendo su presencia como un castigo que se intensifica al acercarse a la antigua casa de Evelina

—Ella me sigue. Siento su presencia, su dolor... Mi culpa nunca me ha dejado —dice Sara— No sé qué quiere

—No quiere castigarte —le aseguro, repitiendo la teoría del libro— Quiere cumplir su propósito. Y creo que tú puedes ayudar

Le propuse mi pacto contándole todo: Ayudariamos a Evelina a cumplir su propósito, Sara se libraria de la culpa y yo... Me quedaría solo, otra vez

Sara se convence, aunque un poco reacia al principio, termina aceptando con una chispa de esperanza brillando por primera vez en su dolor

—Quizas quieras algo de ella. Algo personal

Saca de su mochila un cuaderno pequeño, de tapas gastadas y bordes doblados

—Esto era de ella, escribía poesía, todo el tiempo. Nunca me dejó leerlo, decía que era su otra vida y hasta ahora no me he atrevido a abrirlo, pero llevarlo conmigo me hace sentir un poco mas... ligera -escudriña mi rostro — Pero supongo que sería bueno que tú lo leyeras - me lo tiende con una sonrisa y me guiña el ojo. Tómalo, quizás te dé una pista

Le doy las gracias, sintiendo el peso de la misión por primera vez

Sara me da un número de teléfono para contactarla lejos de la casa y se marcha, con la promesa de reunirse de nuevo

Me quedo solo en el parque con el cuaderno de Evelina

Abro el libro sintiendo una intrusión. La caligrafía es delicada, casi cursiva

Leo la primera poesía: deprimente, sobre el miedo al futuro. La siguiente era sobre la sed de aventura, luego, una sobre la añoranza de un amor imposible.

Pero fue una de las últimas páginas, fechada poco antes del accidente la que me hizo contener la respiración

Esta en prosa, no en verso:

"Sigo sin saber quién eres. Pero eres real. Me visitas en las noches, con ese cabello oscuro y despeinado, la misma expresión confusa y esos ojos... esos ojos color miel que parecen buscar algo que perdiste. Dices que soy tu hogar. Solo espero que el destino nos dé el tiempo de encontrarnos despiertos. No puedo esperar a que el hombre de mis sueños me encuentre y que, al fin, pueda reunirme con él"




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