Amor del más allá (historia corta)

Capítulo 7

Raúl despierta sin frío, Pero a su vez, sin la calidez en la que estaba sumido en aquel sueño donde por fin estaba en su hogar sin enpedimento

Evelina estaba viva

O al menos eso cree hasta que la realidad comienza a pesar y con ella, la tristeza de saber que volvera a sentirse vacío

Pero extrañamente...

Se siente liviano

Mira a puerta destrozada, el armario abierto, y luego a Sara, quien lo ayuda a ponerse de pie

La escena es la de una batalla, pero en la atmósfera ya no se percibe la tensión cortante ni el ambiente pesado y tampoco la incertidumbre de lo que pasará

Su mirada se pasea por la habitación hasta que se detiene en el rincón

Una figura acurrucada que antes no estaba alli

—¿Evelina? —pregunta Raúl con intriga, su voz en un susurro ronco

Sara niega con la cabeza, sus ojos aún rojos por las lágrimas

—Se ha ido

pero para Raúl se le es imposible apartar los ojos de aquel rincón

Con un poco de esfuerzo se levanta y vuelve a preguntar:

—Evelina ¿Eres tú?

Un leve murmullo emana de la figura aparentemente humana emana y Sara se lleva las manos a la boca tratando de no soltar un jadeo

De pronto, Raúl siente una opresión en su pecho, como si... como si sintiera miedo, su miedo, el miedo de Evelina

—Esta bien, cariño —usa aquel mote con el que la ha estado llamando en su sueño —No hay porque temer

Y así, lenta y temblorosamente, comienza a ponerse en pie la joven, pero esta vez, su figura es completamente nítida y casi sólida, hecha de una luz suave y blanca, como si su esencia más pura hubiese regresado

No hay rastros de la furia ni de la opresión del más allá

Evelina se gira primero hacia Sara, con una dulce sonrisa

—Sara —le dice, con su voz tan dulce y clara como la había recordado su amiga en vida—Gracias, Me salvaste de mí misma —Se lleva un puño a su pecho con suavidad —Haz Sido muy valiente

Sara se cubre la boca con la mano, las lágrimas ahora corriendo libres

—Ev...

—No llores, por favor —le pide, acercándose un paso— No llores por lo que me pasó ni por lo que ha pasado, Y se que has cargado con un peso que no es tuyo — laira con tristeza y pena — No fue tu culpa, amiga, Lo nuestro, el accidente, fue el destino, tenía que pasar por algo, Tienes que dejar esa culpa atrás, Sara, Tienes que vivir tu vida

—Pero...

Evelina le sonríe

—Si te hace sentir mejor, no sufrí, no lo hice cuando falleció, y si eso no es suficiente, aunque no veo el motivo de hacerlo porque tu no tienes la culpa de nada, Pero como se que eres tan terca no me harás caso, así que, Sara, yo te perdono, y te agradezco lo que has hecho por Raúl y por mí

El peso de seis años se desprende de los hombros de Sara, asiente incapaz de hablar, con el rostro inundado de gratitud

Evelina se gira hacia Raúl, quien esta paralizado, su corazón latiendo por el amor puro que irradia de ella

—Mi amor —le habla Evelina, y el término es ahora dulce, sin rastro de posesió, Pero si con un cariño tan acogedor que parece una fogata en medio de una noche de ventisca

Las lágrimas brotan de los ojos de Raúl, son lágrimas de liberación, de dolor y de amor, y de una emoción tan inmensa al verla por fin como en su visión, y no a aquella esencia tan vacía

Evelina se acerca, y él puede ver que sus ojos color marrones también estan llenos de lágrimas, pero estas son cristalinas, brillantes y hermosas, a diferencia de aquella gota de sangre que antes había derramado

—Perdóname — le pide en un susurro —Por la oscuridad, por el miedo, por querer atraparte, Mi amor por ti se convirtió en una prisión para los dos, Pero nunca quise hacerte daño

—Te amo —la interrumpe Raúl, sin dudar —Y nunca te voy a olvidar, siempre serás mi verdadero amor

Evelina sonrie, una sonrisa luminosa que llena la habitación con una luz dorada

Ella lo toma suavemente por el rostro, Raúl siente el contacto, cálido y etéreo

Casi por instinto, ambos al mismo tiempo se inclinan hasta que por fin sus labios se encuentran

El beso no es gélido ni eléctrico, es etéreo y pleno, con una suavidad abrumadora e la que ambos se estremecen, el cumplimiento de un destino soñado

Por ese instante, Raúl siente la plenitud que su alma había buscado desde la visión, y a su vez, la dicha y regocijo en ella después de haberlo esperado por tanto tiempo

El beso termina lentamente, Pero tal y como en su visión, Evelina comienza a desvanecerse

Su figura se hace más traslúcida, la luz se retira de la habitación llevándola consigo

—Vive, Raúl, sé feliz, se feliz por los dos —le pide con su voz cada vez más lejana

Y entonces, su risa, la misma risa dulce y fugaz que había escuchado en su primera visión de la casa, llena el lugar por última vez., pero esta vez la risa no deja el vacío ni el dolor de la obsesión que lo lleno en aquella ocasión, si no que siente una paz absoluta y un amor eterno

El propósito de Evelina se ha cumplido: no la posesión, sino por fin haber amado y haber sido correspondida por aquel a que el destino había escogido para ella

Seis años de tormento han terminado, dejando solo el recuerdo de un amor predestinado, que más que causarle dolor, ahora es el motor para de una vida que antes se sentía perdida




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