Capítulo 6: Continuación de peleas. Parte III
Connor Jones.
Marcos a mi lado mantiene su papel de abogado de manera profesional, y habla a mi favor.
—Señorita Milles, por algo estamos llevando a cabo este divorcio —le responde él sereno—. Por eso no estaríamos aquí presentes —me señala esta vez—. Mi cliente Connor, quiere el divorcio con usted, y él no se interpone en darle los bienes que le corresponde, si es algo que le preocupa, claro.
—Pero mi cliente no quiere hacerlo —habla el abogado de ella en defensa—. Ella no está obligada a firmar si no quiere.
—Tiene las de perder —refuta Marcos—. En esta situación si se ve obligada hacerlo, porque Connor quiere y lo desea.
»Él no puede estar atado a un matrimonio. Así como tiene derecho de divorciarse, también lo tiene de casarse con otra persona, si él lo desea así, claro está. Porque es un ciclo todo. Como él lo tiene, usted también, señorita Dakota.
Todo lo que le dice Marcos es con mucha determinación y seguridad, también se afincó mucho en cada palabra que dijo, porque no se dejaría intimidar por nadie.
—Todo sería más sencillo si él no pidiera el divorcio —me señala esta vez su abogado.
Marcos suspira.
—Pues lo único que es sencillo y tengo entendido es otorgándole el divorcio —se encoge de hombros—. Así lo desea él, y yo estoy para cumplirlo.
»Porque aquí ya no se trata de amor, aquí se trata de soportar, y Connor ya no lo hace con Dakota, y para no llevar las cosas a un grado un que pueden matarse ambos, es mejor cortar todo de raíz.
Los siguientes minutos fueron de discusiones fuertes. Dakota se opuso a todo, y yo no me quedé atrás, también me puse en desacuerdo con lo que ella dice, porque claramente, quería que estuviera con ella de manera forzada.
—El departamento que tienen ambos será vendido en un valor económico y justo para que ambos reciban sus bienes —lee Marcos un papel, y luego nos mira a ambos—. Como ambos ya no habitan esa estancia, es mejor hacerlo.
Asiento, pero Dakota no hace lo mismo.
—¡No! Ese es nuestro hogar —me mira con suplica y desesperación—. Diles, Connor. Diles que no pueden venderlo, es nuestro.
La observo, y sin emoción alguna, dije.
—Era nuestro hogar.
Sus ojos se llenan de lágrimas y vi como traga duro.
—Sigue siendo —afirma.
—No lo es —niego—. Ya no vivo ahí, tengo mi propia casa, que esa si es mi hogar.
Una lágrima corre por su mejilla.
—Puedes venderlo, ya no nos pertenece como nuestro —continuo.
Dakota se limpia la lágrima con brusquedad, y asiente rendida.
Realmente yo no estoy convencido de que se rinda tan fácil.
Seguimos hablando de unas cosas y llegando a un acuerdo con otras. Ella accede con todo, y me impresiona, pero no confío en ello, sé que algo está planeando…
Se concluye todo que en un mes se dará un juicio razonable con un juez que determinará todo.
En un mes ya no tendrían algún tipo de lazo con Dakota que me pueda unir a ella.
En un mes seré libre.
(…)
Ha caído la noche recibiendo a New York con un frío abrazador, me dirijo hacia mi casa, pues no tengo necesidad de volver hacia la empresa nuevamente porque todo está en perfecto estado. Eso fue lo que me asegura Joe.
Después de haber tenido esa junta con los abogados y Dakota, me sentí levemente agotado, y simplemente solo fui a comprar unas cosas para dirigirme hacia mi hogar.
Al querer encender el auto, una notificación en mi celular hace que me detenga de hacer la acción que haría antes. Confundido lo tomo y me fijo que es un mensaje del abogado de Dakota.
Extrañado lo comienzo a leer.
Este dice que faltan unas cosas para llegar a un acuerdo mejor, también resalta que Marcos es muy consciente de ello y que no hay problema en que no esté presente, que no es necesario.
Eso me extraña más.
Cualquier acuerdo o cambio de ello debe de estar presente mi abogado Marcos, porque él sabrá si esa condición me conviene o no.
Me dirijo al lugar que me indicó, desconfiado.
Me doy cuenta que es un lugar centrado de New York, a pesar que es de noche, el lugar está muy transitado de personas.
Me adentro al edificio y subo en el elevador que me indica el piso donde se encuentra ubicado el departamento.
Y me sigue pareciendo extraño todo esto.
Camino por el largo pasillo que se extiende al frente mío y me detengo en la puerta que dice el número que me indicó, toco la puerta, espero a que me abra, pasan unos segundos y…
Me tenso en mi lugar, sin creerlo.
—Me debes de estar jodiendo, ¿verdad?
Dakota se encuentra al frente de mí sonriente, muy feliz de verme.
—No.
Es lo único que responde.
—Yo me voy —respondo molesto.
Me dispongo a irme, pero me detiene tomándome la mano.
—No Connor, pasa —me jala hasta adentrarme al lugar y cierra la puerta detrás de ella.
Ella ya había dejado mi mano, y se dirige a la cocina en busca de algo.
—¿Dónde está tu abogado, Dakota? —inquiero sin moverme de mi lugar y observando en todos lados para ver si lo consigo.
—Te mentí, él no está aquí —dice sin más—. Le pedí tú número de teléfono y te escribí yo, no él.
Camina hacia los sofás con unas copas en sus manos ya servidas con algo líquido en ellas, lo cual, supuse que es alguna especie de bebida alcohólica.
—No puedo creer que lo hayas usado de pretexto para hacerme venir aquí y perder mi tiempo —escupo molesto y decido irme de ahí—. Estás mal, Dakota.
—Ven, siéntate, Connor —ignora todo lo que le dije.
Desconfiado lo hago, si no lo hago me insistirá más, y no estoy para berrinches de ella.