Amor después del matrimonio

Capítulo 22

Capítulo 22: Promesas y ya no te amo.

Gemma Stone.

El vaso que llevo en mis manos no deja de calentarlas un poco por el frío que está haciendo normalmente en la ciudad.

Ya llego el invierno a New York, y es la estación del año que me gusta más, de solo pensar en la nieve me siento como una niña pequeña dispuesta a jugar un rato con ella.

Han pasado varios días desde aquella vez que lo vi. Desde aquella vez que me destrocé por completo, en mencionar, que trato de alejar ese recuerdo doloroso hacia mi trabajo.

Es duro saber que tengo que sonreír forzadamente cuando estoy hecha pedazos por dentro.

Lo peor de llegar cada día a mi departamento es que revivo cada uno de los recuerdos que me golpean brutalmente, haciéndome caer en la realidad.

Sus labios devorando mi piel.

Sus ojos admirando mi rostro.

Sus manos recorriendo cada parte de mi sistema.

Su cuerpo junto al mío.

De su boca saliendo un te amo.

Un increíble y falso te amo.

También el recuerdo de nuestra discusión es el que hace que llore por las noches desgarradoramente. Nunca me había sentido así de rota por alguien que llegó a marcar a mi vida tanto.

No puedo evitar en pensar que Connor estuvo mintiendo todo este tiempo, me sentí tan usada, humillada y botada al mismo tiempo

Todo fue un dichoso caprichoso de él, con la afición de engañar a su esposa conmigo en tener una aventura.

Me siento asqueada.

Sin embargo, no puedo dejar que mi corazón deje el dolor y espantar los recuerdos así de fácil que me atormentan en todo el día. Simplemente no puedo hacerlo.

Quiero odiarlo por todo lo que me ha hecho, pero mis sentimientos son tan egoístas y masoquista que me retienen en hacer que lo odie cuando más quiero hacerlo.

Mi teléfono no deja de vibrar en mi bolsillo, indicándome que es un mensaje, supuse que es de Kara.

Raramente se puso muy insistente de que tengo que ir a su casa, que tiene algo muy importante y urgente en decirme. Así que me preocupo de inmediato.

No dudo mucho en dirigirme hacia su casa en mi auto, haciéndole saber a mis guardaespaldas de que no corro riesgo alguno ante el ojo público.

Me pregunto qué es lo tan importante que debe de decirme, ya que cuando me llamó sonó muy desesperada y eso me alarmó rápidamente.

En estos días que me he estado sintiendo mal por lo ocurrido ella ha estado ahí para consolarme y para alentarme, diciéndome cada día que pare de llorar, cuando es lo más que he hecho, que Connor no se merece mis lagrimas, que nadie se las merece.

Pero lo que ella no sabe es que a veces llorar un poco por alguien que no se fue o sino que te destrozó el corazón, nos hace bien en algo.

Por lo tanto esta vez me toca a mí en ayudarla. Se lo debo por todo lo que ha hecho por mí durante todo este tiempo.

Cuando llego a su casa pude notar que también hay otro auto estacionado cerca de ella, lo cual me parece extraño, aunque no le tomo tanta importancia, supuse que es Keira que también está aquí.

Camino con el café en mi mano e oprimí el botón del timbre de su puerta, el que avisa mi llegada. Espero por unos minutos hasta que la puerta emite un ruido irritante haciéndome saber que puedo entrar.

Sinceramente eso me desconcierta un poco, cuando llego a su casa ella siempre me recibe con sus brazos abiertos, y esto me extraño mucho, demasiado.

Entre sin más, y me detengo en la entrada cerrando la puerta detrás de mí.

—¿Kara? —pregunto a la nada, cuando no se escuchan sus pasos.

Parece como si estuviera sola, pero sé que no lo estoy si no se abriera la puerta, así que descarto esa idea loca.

No tuve respuesta alguna, así que me dirijo hacia la cocina, pero no hallo a nadie.

Raro.

Subo las escaleras y esta vez me dirijo hacia su habitación, pero no hallo a nadie tampoco.

Bufo.

Si esta es una broma pesada por parte de Kara, juro que la mato.

Resignada bajo las escaleras y me quedo en el pie de esta. Estoy allí, en ese lugar por unos minutos hasta que pienso que al único lugar que no he ido a revisar es que si se encuentra en el living.

Emprendo mi camino hacia allí con las esperanzas de poder encontrarla, pero me detengo cuando me doy cuenta que ahí no está ella o sino, otra persona.

Me congelo en mi sitio, siento como mi estómago se estremece y como mi corazón se detiene por unos minutos al ver a la persona que me da la espalda pero que no se me hace difícil de reconocer a simple vista.

Mi café se resbala de mis manos, y en esos momentos me siento la persona más tonta del universo por hacer semejante imprevisto.

Estuve dispuesta a salir corriendo de ese lugar, pero fue tarde cuando él nota mi presencia en la habitación.

Empieza a voltearse lentamente, y parece que la palabra oxígeno ya no existe en mis pulmones, ya que la he estado reteniendo durante todo este tiempo cuando lo vi.

Su mirada se cruza con la mía por unos minutos, los cuales me parecieron eternos. Sus ojos no dejan de escudriñar mi rostro y eso me hizo sentirme incómoda en mi lugar.

Tomo el tiempo de poder obsérvalo detalladamente.

Su apariencia ha cambiado un poco desde la última vez que lo vi. Su barba ha crecido más, dándole un aspecto maduro en sus facciones. Su cabello también lo ha hecho crecer un poco. Y sus ojos mieles no dejan de tener ese peculiar brillo que lo caracterizan de cualquiera.

Cada vez se ve más guapo.

No obstante, reacciono de inmediato, percatándome que me observa de forma preocupada y emocionada a la vez.

Por mi parte, lo observo fríamente para decir, lo que ha formulado mi cabeza de un principio cuando lo vi.

—¿Qué haces aquí?

 

Connor Jones.




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