Ángela abre sus ojos rápidamente y toma mucho aire. Quiere usar sus manos, pero está atada a la camilla. – Suéltenme- le dice a los paramédicos.
-Tranquila señorita, pronto llegaremos al hospital y le harán una operación para sacarle el fierro- dice uno de los paramédicos.
Ángela estaba perdiendo el conocimiento nuevamente, pero no se deja vencer y toma más aire, aunque eso le provoque dolor. –Phasmatos soltos- dice la joven y las correas de la camilla se sueltan mágicamente. Al fin puede usar sus manos y se agarra el fierro de su pecho.
-¡Señorita ¿qué está haciendo?, eso es peligroso!- grita Luis el paramédico.
Ángela toma más aire y con toda su fuerza empieza a halarse el fierro. El dolor era insoportable y sus gritos aturdían a los hombres en la ambulancia. Ella seguía halándose el objeto que la estaba matando. Con todo y dolor no se rendía. Usó toda su fuerza que sin darse cuenta el poder de la sombra salía de su cuerpo. Sus ojos nuevamente eran todos negros. La chica logra sacarse el fierro de su pecho y este expulsaba oscuridad. Luis quedó atónito por lo que veía, pero no se aterraba y le llamaba la atención todo ese escenario sobrenatural.
-Tranquilo no tengas miedo, no te haré daño. Sólo voy a hacerlos olvidar de todo lo que han visto- dice Ángela.
-No por favor, no quiero olvidar esto. Siempre he pensado que lo sobrenatural existe, pero nunca lo había visto en vivo. No le diré a nadie, lo prometo- dice Luis el paramédico.
Ángela lo queda viendo y ve la sinceridad en sus ojos, pero Luis veía la herida de ella sanando poco a poco. Las raspaduras de su cara se iban desapareciendo y la oscuridad de sus ojos también. Luis la ve a sus lindos ojos azules y sonríe respirando fuerte.