Amor Dulce y Salvaje

EMERGENCIA

-Gracias- Dijo timidamente Alma y se alejó a toda prisa hacía la cocina. Ofuscada por todo lo sucedido.  Joseph  por otro lado, instintivamente suspiró, aún podía sentir el calor de su cuerpo en su piel; regresó lentamente a su habitación con el corazón palpitando de prisa.

-Almita- Dijo Juanita, que se encontraba sentada junto al fuego con el bebé en brazos. Alma se acercó al niño y lo observó y algo en su interior se iluminó, el dolor de ver tan cerca la muerte, se empezaba a esfumar cuando tenía tan cerca la señal de la vida en el rostro de un niño.  El recien nacido dormía placidamente y su carita era tan tierna y dulce; su piel era morena, boca pequeña y su cabello oscuro; sus razgos eran parecidos a los de la pequeña Flor. -¿El niño esta bien?- Se aventuró a preguntar. -Si mi niña...es un glotón, engordará rápido- Y la anciana sonrió, era evidente que deseaba alejar un poco la tristeza de Alma con una agradable noticia. -Me alegro mucho, cuída de él, por favor-. Se sirvió una taza de café y regresó a la habitación de Dominga.

-No puedo irme ahora padre y lo sabes!!!- Dijo Joseph y luego hubo un silencio breve-Esta bien- dijo. -Intenta no correr muchos riesgos, sabes lo importante del proyecto-. El padre de Joseph le puso al tanto de algunos asuntos de  la empresa que habían transcurrido en los últimos días y finalmente se despidieron, Joseph no se había comunicado con su familia por un par de días y eso había alarmado a la familia, finalmente había obtenido señal teléfonica y se había comunicado a casa.  Joseph observaba por la ventana al mismo tiempo que conversaba con su padre; el día era gris y amenazaba una tormenta en un tiempo breve. De repente Fermín y los hombres volvian a casa con unas vacas y algunas ovejas.  Joseph salió a su encuentro. -Hola señor- Dijo Fermín -Hola Fermín, ¿que sucede?- Joseph observó la preocupación en el rostro del hombre. -Hemos tenido que regresar- Dijo. -El rio esta crecido, la tormenta de anoche acrecentó el nivel del agua y nos preocupa que si continua lloviendo igual tendremos una inundación, tenemos que resguardar el ganado y está es la parte más alta, ahora, guardaremos este ganado y luego tendremos que preparar otras cercas para traer al resto que hemos dejado en la otra parcela; no podemos perder tiempo, de lo contrario podríamos perder a los animales- Joseph asintió, no entendía muy bien el asunto, pero estaba dispuesto a ayudar. -Tienes mi ayuda Fermín, solo díme que debo hacer-. El hombre guardó silencio un instante, -señor, usted aún no está recuperado...-. -No te preocupes Fermín, me siento mucho mejor ahora, no dudes que puedo ayudarte-. Dijo Joseph, intentando disimular la duda, ya que era evidente que no entendía ni una pizca del trabajo del campo. -Esta bien señor- contestó Fermín, la ayuda era urgente ahora y si el hombre estaba ofreciendo su apoyo no iba a desperdiciarlo. 

Alma se encontraba al lado de Dominga, el doctor ya se había marchado y su diagnóstico no era muy alentador, Dominga había perdido mucha sangre y estaba muy débil, además había dicho que le preocupaba el corazón de la chica, podría asegurar que padecía de problemas cardíacos, ya lo había mencionado antes pero Dominga simplemente se negaba a aceptar ayuda; finalmente el médico había sugerido trasladarla al hospital pero en ese instante Dominga había despertado y se había negado rotúndamente. El médico había dado instrucciones e insistido a Alma que el traslado al hospital era lo más conveniente; Alma había acompañado al médico a la puerta y le había asegurado que lo haría aún en contra de la voluntad de la chica. Había regresado a la habitación y había despertado a Dominga. -Dominga, tu te irás conmigo ahora- Dijo con tono autoritario. -Dominga abrió lentamente los ojos-. -Almita, no permitas que muera fuera de mi hogar y lejos de ustedes-. Dijo con palabras atropelladas. Alma sintió como vientre se contraía ante las palabras de la mujer. -No puedo dejarte morir Dominga, no puedes dormir-. Y salió a toda prisa de la habitación en busca de alguien que pudiera ayudarla; en ese momento se vinieron a la mente de Alma los recuerdos de los últimos momentos de la vida de su padre y como no pudo evitar que falleciera; Dominga, a pesar de haberla conocido en tan poco tiempo, le había enseñado mucho de la vida, aún sin mencionarlo y ella la había llegado a querer con un amor puro y desinterasado y eso no podría olvidarlo jamás y si en sus manos estaba salvarla, no dudaría en hacerlo. De repente empezó a llover; el cielo estaba enfurecido, los relampagos golpeaban fuertemente por todos lados con un ruido ensordecedor; nadie aparecía en su camino, ninguno de los peones e incluso las mujeres.  Llegó a la habitación de Juanita que colocaba al niño sobre la cama. -¿Que sucede Juanita?, ¿donde están todos?-. Juanita le explicó lo que sucedía y cómo los hombres no lo habían mencionado debido a lo que estaba sucediendo con Dominga y finalmente que Joseph se estaba haciendo cargo de todo. Alma tuvo que tragar saliva, desconocía todo aquello y le impresionaba profundamente; corrió bajo la lluvia hacía las bodegas y encontró a los hombres e incluso a las mujeres ayudando a resguardar al ganado, afuera, la lluvía estaba cada vez más fuerte y el agua cubría completamente los pies llegando ésta hasta la espinilla. Al fondo observó a Joseph que apremiaba a las vacas a resguardarse al fondo de la enorme bodega, estaba completamente mojado, usaba botas de hule, que probablamente Fermín le había proveído, trabajaba tan arduamente como el resto de los hombres y eso la conmovió. Caminó rápidamente hacía Fermín sin poder escuchar los comentarios que hacían sus peones; quienes intentaban trasladarle su propia preocupación por lo que se avecinaba. -Fermín,necesito llevar a Dominga al hospital- Dijo, esta muy mal. Fermín asintió e interrumpió su tarea. Joseph escuchó y caminó rápidamente hacia ella. -Yo te ayudaré-Dijo. -Deja a Fermín que continue acá, él sabe que debe hacer ante lo que se avecina-. Ella lo dudo un instante y observó el rostro de ambos hombres. -Esta bien, pero vamos ahora-. Y salió de toda prisa bajo la lluvia, Joseph corrió para alcanzarla. 




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