Amor Dulce y Salvaje

DOLOR

Alma se despertó con el corazón agitado, sintió frio, pero el frio no era únicamente físico, sentía un sensación de tristeza en su interior; caminó hacia la ventana, empezaba a amanecer y la neblina aún continuaba apoderada del cielo, giró para observar al hombre recostado sobre la cama; la noche había sido espléndida, el tipo era un verdadero genio en la cama, pero a pesar de todo, su corazón estaba muy confuso....-es una locura- dijo y se alejó para tomar una ducha.

Cuando Joseph despertó, pudo sentir el vacio a su lado, no había sentido a la chica levantarse; sonrió...aún podía sentir el olor de la mujer en su propia piel; sus ojos observándolo como "gata a punto de atacar"; se recostó de nuevo, rememorando las últimas horas que había vivido en esa habitación; sin embargo, como una flecha, una sensación extraña lo envolvió, había un cometido para todo, un plan que ejecutar, pero lo que estaba viviendo en los últimos días, estaba transformando poco a poco en su interior, muchas sensaciones... muchos sentimientos.

-Debemos irnos- dijo Alma, sacando a Joseph de su concentración. -Hola- dijo con voz seductora; instantanéamente observó el rosa en el rostro de la chica. -¿Me regalas un beso?-. Ella lo observó confusa, -ahora no, debemos irnos Joseph, necesito saber el estado de Dominga-. El asintió y se sintió como un tonto, estaba pensando en caricias, sin embargo la mujer estaba preocupada en la salud de su amiga. 

Joseph se levantó de prisa y se dirigió al baño, tomó una ducha rápida y salió del baño comentando el cambio de  clima con Alma, sin escuchar ninguna respuesta. Cuando abrió la puerta se encontró con la chica sentada en el piso con las manos sobre el rostro y el celular tirado a su lado. Joseph corrió y se colocó frente a ella. -¿Que sucede cariño?-dijo, sin dejar de sentirse extraño al mencionar la palabra, que había salido directamente de su corazón. Ella lo observó con los ojos llenos de lagrimas. -A muerto, Dominga a muerto-. Joseph la colocó sobre su pecho, Alma lloraba y él acariciaba su cabello con ternura. -Debí estar allí- repetía. -No fui la amiga que necesitaba, debí estar con ella hasta el último momento -Mírame Alma- Ella se negaba a hacerlo. -Mírame- dijo, subiendo el tono de voz. -Dominga no tuvo mejor amiga que tú, no lo olvides, tú la cuidaste y la amaste hasta el último momento- Alma continuaba llorando. -No lo olvides nunca-. dijo. Se quedaron en esa posición unos minutos, Alma subió la mirada y Joseph comprendió que sus palabras habían aliviado un poco el dolor en la chica... habían llegado a su corazón.

Alma se puso de pie y caminó hacía la puerta; no tuvo que mencionar nada, Joseph se apresuró a seguirla, sabía cuanto lo necesitaba aunque no lo mencionara... y ahora más que nunca, no pensaba alejarse de ella.

 




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