Amor Dulce y Salvaje

SIN EXAGERACIONES

-Por querer mirarme en tus ojos bonitos y vivir la gloria de esta a tu lado, porque en mí ya siento que te necesito y que me he enamorado-  sonaba en la radio con la dulce voz de Carolina Ross. -Quita esa mierda Felipe, parecemos mujercitas enamoradas con esa música- dijo Joseph con cara de pocos amigos, sintiendo muy personal el mensaje y trayendo a su mente los ojos vivos de su "gata personal"; Felipe sonrió y calló. 

-¿Cuentáme como va todo?- dijo Joseph cambiando de tema. Felipe puso al corriente a Joseph de la situación, de lo complejo que se había vuelto todo el trámite para la medición, los estudios de prefactibilidad, etc. etc., además indicó que habian recibido una notificación del juzgado, la comunidad había interpuesto un amparo  sobre la autorización de la construcción de la hidroeléctrica...solo quedaba esperar la respuesta de la Corte de Constitucionalidad. 

Joseph escuchaba en silencio, sabía que ellos no se quedarían quietos, harían lo imposible por evitar que se llevara a cabo el proyecto. -Joseph, su madre llamó ayer, dijo que habia estado intentando contactarlo, pero no habia sidod posible-. Joseph asintió, llamaría a su madre en cuanto estuviera en casa y tomara un baño caliente. 

-Niña...- dijo Juanita aumentando el tono de voz. -¿Toma la cabeza del bebé correctamente o "le botaras la mollera"? (crencias de abuelita). -Lo siento nana- -perdóname mi pequeño- dijo, besando la cabecita del pequeño Juan Daniel, como ya le decía aunque no se había hecho oficialmente la inscripción. -Dame al niño- dijo Juanita. -el abogado te está esperando en la sala-. Ella asintió, había conversado la noche anterior con el abogado de la familia, el licenciado Luis Antonio Ruano, un abogado de amplia experiencia y buen amigo de su padre. -Alma- dijo el licenciado Ruano poniéndose de pie al ver entra a la dueña de la hacienda. -tome asiento Lic. Ruano- dijo con una sonrisa, -ya veo que lo tratan bien-, él sonrió. -Juanita se había encargado de que su espera fuera cómoda; le había proporcionado una porción de torta de platano y una taza de café humeante. -Jamás me podría quejar de las atenciones en esta hacienda, siempre son bien recibido- dijo, guiñandole un ojo. -Me alegor mucho, continúe saboreando su refacción que yo le contaré toda la historia-, dijo, mostrándole el sofá y y sentándose a su lado. 

Después de una larga conversación, Alma despidió  en la puerta al licenciado Ruano que se dirigía de regreso al pueblo vecino, su familia lo esperaba en la casa de unos familiares, ya que había aprovechado el viaje a casa de Alma y había traído a toda su familia de visita. Alma estaba contenta por lo conversado, temía que Florcita y Juan Daniel fueran arrebatados de su manos por la Procuraduría durante el tiempo en que durara el proceso de adopción, pero el licenciado Ruano le había explicado que podían resolver la situación, en vista de como se habian dados las cosas, especialmente la muerte de Dominga; Alma no podía siquiera imaginar en perder a los niños. 

Las preocupaciones  de Alma habían disminuido un poco; ahora quedaban los problemas del corazón, Joseph se había ido de la hacienda el día anterior y no había sabido nada de él...esperaba que estuviera bien, pero especialmente deseaba verle de nuevo; aunque su orgullo no le permitía llamarlo. Atendió todos los asuntos que necesitaban de su atención con respecto a la hacienda, fue a ver a su pequeña Flor que se encontraba muy triste aún; le repitió muchas veces que le amaba y que no la iba a abandonar y cuando se quedó dormida, caminó hacía su lugar favorito; se quitó la ropa y se metió al agua, con los pequeños peces jugando en sus pies, en ese momento el agua parecía de un color jade...era realmente fascinante..caminó hacía la pequeña catarata y enjuagó sus cabellos en las aguas que caían corriendo sobre las rocas... cerró los ojos y sintió el olor...era el olor más mágico que había sentido en su vida....era olor a tierra, mojada, flores silvestres...era olor a vida....y de nuevo juró que no permitiría que nunca nadie atentara con ese regalo de la naturaleza. 

Sonrió- Joseph estás loco- dijo, observándo a la mujer que tenía enfrente, escondido detrás del mismo árbol de la vez anterior -Por querer mirarme en tus ojos bonitos y vivir la gloria de esta a tu lado, porque en mí ya siento que te necesito y que me he enamorado- sonó en su cabeza y supo que el autor tenía toda la razón; jamás imaginaría que había plasmado el sentimiento de Joseph al escribir aquella  frase. 

 

 




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