ISABELLA.
—Te quiero mucho, mi amor —susurro al teléfono, mientras mi corazón se derrite con cada palabra que escucho mi pequeño Milán. Ya estoy entre bambalinas, rodeada del bullicio habitual de una gran pasarela, pero en este momento, lo único que importa es la vocecita al otro lado de la línea.
—Yo también te quiero, mami —responde Milán, con esa dulzura que solo un niño de tres años puede tener—. ¿Ya terminaste de hacer las fotos?
—Sí, cariño, ya terminamos todas las sesiones de fotos. Ahora mismo me estoy preparando para mi gran noche. —Sonrío, aunque sé que él no puede verme. Me esfuerzo por sonar entusiasmada, aunque la verdad es que una parte de mí preferiría estar en casa con él, lejos de todo esto, pero hoy es la presentación de la semana de la moda y el pequeño paseo de presentación de la colección junto a las modelos de cada diseñador, por lo que debo quedarme aquí—. Después de esta noche, volveré a casa y estaré contigo. ¿Te parece bien?
—¡Sí! Pero te extraño mucho… Mami, quisiera estar contigo —me dice, con un tono que me hace desear abrazarlo y no soltarlo nunca.
—Yo también te extraño, mi vida. Pero sé que la abuela Alma y el abuelo están cuidándote muy bien, ¿verdad?
—Sí, mami. Fuimos al parque. Pero no me llevarán a por pizza. Ellos están cansados ¡Y quieren verte en la televisión esta noche!
Su entusiasmo es contagioso, y no puedo evitar sonreír. Imaginar a mis padres con él, esperándome con ilusión, me llena de una calidez que no había sentido en mucho tiempo.
Amo a mi hijo más de lo que jamás habría imaginado, y todo lo que he hecho desde que supe que estaba ahí, ha sido por él.
Recuerdo cuando me marché de Roma, sin saber que no lo hacía sola.
Llegué a Madrid con el corazón roto y una sorpresa que cambió mi vida para siempre. Fue una época difícil, me vi obligada a dejar todo atrás: la moda, las pasarelas, la vida pública.
Desaparecer de los focos fue una decisión que nunca pensé que tendría que tomar, pero lo hice para proteger a mi hijo, para evitar que la prensa lo persiguiera. Y también, aunque me cueste admitirlo, para que Axel nunca pudiera encontrarme.
A veces me pregunto si he hecho lo correcto, si Axel ha logrado seguir adelante. Pensar en que lo ha hecho me llena de amargura, pero no puedo permitirme pensar demasiado en él; mi realidad está aquí, con Milán.
Miro a mi alrededor mientras sigo hablando con Milán. Hay gente corriendo de un lado a otro, ajustando vestidos, comprobando luces, todo un caos organizado típico de estos eventos. Pero para mí, es como si todo se ralentizara cuando escucho la voz de mi hijo.
—Lo harás genial, mami —dice Milán, devolviéndome al presente—. ¡Te veremos por la tele!
—Gracias, amor mío. Eso me da mucha fuerza. Nos vemos muy pronto, ¿sí? —Le mando un beso a través del teléfono antes de colgar, sintiendo una mezcla de emociones abrumadora. Estoy nerviosa por la pasarela, pero sobre todo emocionada por volver a mí mundo.
En ese momento, Ernesto se acerca a mí, con Luis a su lado.
¡No puedo creer que al final estén aquí! Me dijo que no podían venir.
Ernesto ha sido mi apoyo incondicional desde que llegué a Madrid, mi vecino de toda la vida y ahora, mi confidente junto con su pareja, Luis, que ha sido igual de maravillosa conmigo, siempre dándome el ánimo que necesito.
—¡Ahí está nuestra estrella! —exclama Ernesto con una sonrisa de oreja a oreja—. Luis y yo estaremos en primera fila, así que no te pongas nerviosa.
—Sabes que lo harás increíble, Bella. Todos te hemos echado de menos en las pasarelas —añade Luis, con una calidez que me reconforta.
—Gracias por estar aquí —Agradezco con la voy ahogada. —No sabía lo nerviosa que estaba hasta ahora, —digo y ambos sonríen.
—Nada puede salir mal, eres la mejor.
Les devuelvo la sonrisa, sintiendo un poco más de calma gracias a sus palabras. Me dan un último abrazo y se dirigen hacia sus asientos mientras yo respiro hondo, preparándome para lo que viene.
Finalmente, es mi turno. Salgo al escenario, y el estruendo de los aplausos me envuelve. Cada paso que doy sobre la pasarela me recuerda quién soy, quién siempre he sido: Bella Cavalli.
Las luces me ciegan momentáneamente, pero escucho a los comentaristas en la distancia.
—¡Es Bella Cavalli! —anuncia uno, con entusiasmo y una emoción evidente en su voz—. Más bella que nunca, ha vuelto, ¡es ella! La increíble Bella Cavalli ha regresado, tras años desaparecida. ¡Qué gran momento para la moda! ¡Esto mañana será portada en todo el país!
Cada palabra resuena en mi mente mientras desfilo. La gente está eufórica, los flashes no paran, y por primera vez en mucho tiempo, me siento en paz, sintiendo que todo lo que he pasado ha valido la pena. Vuelvo a ser yo.
Mientras camino por la pasarela, pienso en Milán, en cómo todo lo que hago es por él.
Esta noche es importante, pero no puedo esperar a volver a casa y abrazarlo, no me arrepiento de haber dejado este mundo por un tiempo, porque él es mi verdadera pasarela, mi mayor logro.
Y aunque no puedo evitar que mi mente vuelva a vagar hacia Axel, me obligo a centrarme en el ahora, en la mujer que soy hoy, en lo que tengo y en lo que he construido por mi cuenta.
Este es mi regreso, mi momento. Pero, en lo más profundo, sé que mi verdadero lugar está con mi hijo, donde realmente pertenezco.
Al final cuando todo acaba, solo quiero volver a casa, pero se que es difícil, Brad no me dejará ir tan rápido.
—Bella, es hora de volver al mundo. La prensa te espera —dice Brad ignorando mi petición, de no hablar con la prensa. Hay veces que no sé porque sigue siendo mi manager.
Brad fue mi manager casi desde el principio. Mi retirada fue un jarro de agua fría para él, pero me ayudo. Negocio indemnizaciones y me ayudó a salir a delante.
Hace unos meses me llamó para ver si quería volver a la moda aquí. En casa, en Madrid. Y hasta ahora no había recordado lo intenso que es.
Editado: 18.11.2024