AXEL.
Tras la conferencia, decido actuar. Evito las invitaciones de Franc y los demás para salir a cenar.
Les invento una excusa, algo relacionado con revisar documentos, excusa que sé perfectamente que Franc no cree, pero no me importa. Subo al coche que he rentado y me dirijo al único lugar que podría ofrecerme alguna pista: el backstage de la pasarela. Sé que todo ha acabado allí, pero no pierdo la esperanza de encontrarla.
Gracias a mis contactos y a que soy muy insistente, consigo acceder al recinto.
Mi corazón late con fuerza mientras camino entre las luces apagadas y las sillas vacías del desfile, sintiendo que estoy más cerca de ella que nunca. Cuatro años esperando alguna pista, hasta hoy.
Me acerco a una asistente que parece estar cerrando las últimas actividades del evento.
—Disculpa, estoy buscando a Isabella Cavalli —le digo, intentando mantener la voz serena.
La mujer me mira con desconfianza al principio, pero algo en mi expresión y mi sonrisa sincera parece convencerla de que no soy una amenaza. ¿Quién la busca?
--Hola, disculpa no me he presentado. Soy Axel Klein, un viejo amigo. —La veo dudar y me tenso, pero finalmente habla.
—Ella ya se fue, —me responde, lo que hace que mi esperanza por encontrarla desaparezca —pero… creo que estará en el evento benéfico de mañana —sonríe, dándome la información que necesito.
—¿El evento benéfico? ¿Dónde será? —pregunto agradecido, notando que mi oportunidad está cerca.
La joven asistente me da la dirección del evento antes de seguir con su trabajo y advertirme de que no diga que ha sido ella quien me ha dado la información. Ya que la pondría en un grave aprieto. Eternamente agradecido, le prometo que no lo haré.
Al fin me siento un paso más cerca de lo que he estado en años. Ahora solo tengo que esperar a mañana.
*
ISABELLA.
*
Todavía es temprano, hace apenas una hora que he dejado el hotel.
Al llegar a casa, a cada paso siento el peso de las horas que he pasado bajo las luces, los flashes, y las miradas, además de dormir poco por la noche, siento que estoy muy cansada.
Brad, mi intenso agente y manager, camina a mi lado, hablando sobre los muchos contratos y las nuevas posibilidades que me han ofrecido, pero mi mente ya está lejos, en el refugio que es mi hogar.
Abro la puerta y en el pasillo todo está en silencio, pero apenas doy un par de pasos, oigo el sonido que me da vida.
—¡Mamá! —Milán grita mientras corre hacia mí con una energía contagiosa, con sus pequeños brazos extendidos.
Dejo caer mi bolso al suelo y me agacho justo a tiempo para recibirlo entre mis brazos. Su risa es el bálsamo que cura todas las heridas del día, y lo abrazo con fuerza, hundiendo mi rostro en su rubio cabello suave.
—¡Hola, mi amor! ¿Me extrañaste? —le susurro, besándole la frente mientras él se aferra a mí como si no quisiera soltarme nunca.
—Sí. —Frota su cabeza en mi pecho —¡Mami, fui muy bueno hoy! —me dice superorgulloso y entusiasmado.
—Lo sé, cariño. La abuela me lo dijo —respondo, mientras levanto la vista y veo a mi madre, de pie junto a mi padre, ambos observándonos con sonrisas cálidas.
—Ha sido un niño muy, muy bueno —confirma mi madre, con un tono de aprobación y cariño.
Brad, que ha estado observando la escena en silencio, se adelanta un paso, intentando meterse en la dinámica familiar.
Nunca ha sido realmente bueno en eso, pero lo intenta. Lo aprecio, aunque a veces desearía que entendiera que no todo puede forzarse.
—Oye, campeón, ¿qué te parece si vamos los tres por un helado? —pregunta Brad, con esa sonrisa que sé que es para agradar, aunque su voz tiene un dejo de desesperación, un intento más por acercarse a nosotros. Después de tanto tiempo, pensé que aceptaría que no quiero a ningún hombre en mi vida. Al único que amo y por el que lo dejaría todo, me llama «mama»
Milán se ilumina al instante, su emoción es pura e inocente.
—¡Sí, mamá, vamos! —dice, mirándome con esos ojos grandes que sé que son difíciles de rechazar.
Pero estoy agotada, demasiado cansada incluso para algo tan simple como salir a tomar un helado.
—Lo siento, cielo, pero mamá está muy cansada hoy —le respondo suavemente, acariciándole la mejilla—. Podemos hacerlo otro día, ¿te parece?
Milán asiente, aunque puedo ver la pequeña sombra de decepción en su rostro. Me duele, pero necesito descansar, además no quiero dar falsas esperanzas a Brad, al fin y al cabo nuestra relación es laboral y así deseo que siga siendo. No quiero que se meta en mi vida más de lo que debe.
Brad, por su parte, deja caer los hombros ligeramente, en una pequeña señal de frustración. Es sutil casi imperceptible, pero lo conozco lo suficiente para notar cuando se siente derrotado. Siempre intenta agradar a Milán, para agradarme, pero parece que nunca es suficiente.
—Está bien, entonces… lo dejamos para otro día —dice, intentando mantener un tono de voz neutral, pero puedo oír la resignación y la molestia en su tono.
Me ofrece una sonrisa educada, que no llega a sus ojos, antes de mirar a mi madre y a mi padre.
—Nos vemos mañana. Descansa, Isabella —dice, y luego se despide de los demás con un gesto rápido antes de salir por la puerta.
Me quedo allí, observando cómo la puerta se cierra tras él.
Mis padres me miran, pero no dicen nada.
Ellos creen que me equivoqué en todo con Axel, desde dejarlo, hasta ocultarle que tiene un hijo, pero jamás se meterían en mi vida, con algo tan delicado como Milán.
Hay un suspiro en mi pecho que no dejo salir.
La relación con Brad siempre ha sido complicada. Sé que quiere más, pero también sé que no puedo darle lo que busca. No puedo ahora, y seguramente no pueda nunca.
Sacudo la cabeza ligeramente, apartando esos pensamientos, y me concentro en Milán, que ya está en el suelo, jugueteando con sus coches de juguete.
Editado: 18.11.2024