ISABELLA.
El evento benéfico es una gran oportunidad para destacar mi regreso a la vida pública, pero también es un recordatorio doloroso de lo que dejé atrás. Muchas caras conocidas, las que me hicieron bien, pero también las que no dudaron en arrastrarme a la miseria.
Camino por la alfombra roja, sonriendo para las cámaras, con mi vestido largo, pero por dentro siento mucha ansiedad. No sé por qué, pero algo me dice que, algo va a salir mal, que este evento cambiará las cosas para mí. Es una sensación que no logro describir ni entender.
Mientras la noche avanza, me mezclo con los invitados, saludando a viejos amigos y conocidos del mundo de la moda. Brad no pierde el tiempo, aunque parezca algo increíble, aquí, en esta gala se negocian contratos millonarios. Debería estar feliz, sin embargo, no puedo sacudirme la sensación de que algo importante está a punto de suceder.
Blas Connor un grandioso diseñador se acerca a saludarme junto a su esposa Lina, ellos fueron de los que me comprendieron, no sabían la causa de mi retirada, quiero decir algo en concreto, ya que para todos fueron circunstancias personales.
Cuando me acerco a abrazar a Lina, sucede. Mis ojos se centran al lado del balcón principal.
Esa figura, no puede ser…
Suelto a Lina como si su piel quemara.
Axel está ahí, de pie al otro lado del salón, mirándome como si hubiera visto un fantasma.
Mi corazón se detiene por un instante, y el mundo parece ralentizarse a mi alrededor.
No puedo moverme, no puedo hablar. Solo puedo mirarlo, sintiendo una oleada de emociones que creía enterradas para siempre. El hombre que más he amado en la vida, después de Milán está ahí.
Axel empieza a caminar hacia mí, y con cada paso que da, siento que el pasado y el presente están a punto de chocar de una manera que no puedo prever.
Mis pensamientos se desbordan. Y una lágrima traicionera rueda por mi mejilla.
¿Qué debo decir?
¿Cómo reaccionará ante mi presencia?
¿Cómo me enfrento a lo que dejé atrás, a lo que podría haber sido?
Cuando finalmente está frente a mí, el tiempo parece congelarse.
Los murmullos de los invitados se desvanecen, y solo quedamos él y yo, atrapados en este instante, con años de emociones sin resolver entre nosotros.
—Isabella… —su voz es apenas un susurro, está cargada de incredulidad y ternura.
Axel toca suavemente con el dorso de su mano mi mejilla como si lo que tuviera delante fuese solo un espejismo de quién soy. Su mirada parece perdida en mí.
—Sigues igual de bella que antes. No, no es cierto, eres mucho más hermosa que en mis recuerdos. Estás aquí, eres real. Te he buscado hasta la saciedad --susurra tomando mi mano.
Pero antes de que pueda responder, antes de que pueda decirle lo que siento, la cámara de un paparazzi destella en nuestra dirección, interrumpiendo el momento, devolviéndonos bruscamente a la realidad.
Siento una presión en el pecho. Lo que más temía acaba de suceder: estamos bajo el escrutinio público, y este reencuentro que podría haber sido íntimo y sanador, ahora será devorado por los medios.
—Necesitamos hablar, Axel —le digo, intentando mantener la compostura mientras las cámaras siguen disparando—. Pero no aquí, no ahora. Por favor.
Él asiente, sin dejar de verme.
--Lo entiendo, no será aquí, pero será hoy princesa.
Me toma de la mano, y juntos, como si fuera lo más natural del mundo, nos alejamos del bullicio, buscando un lugar donde podamos hablar en privado, donde podamos enfrentar de una vez por todas lo que quedó sin decir.
AXEL.
Aquí está, a mi lado en el asiento del copiloto, y me siento como si estos cuatro años separados hubieran sido solo una mala pesadilla y de la cual acabo de despertar.
Mientras conduzco, las luces de la ciudad se reflejan en el parabrisas y en el rostro de Isabella, sentada junto a mí.
Aunque estamos tan cerca, siento que aún hay una distancia enorme entre nosotros. Las palabras que deberían llenar el silencio no llegan. Cuatro años han pasado desde que se fue, pero el vacío que dejó sigue ahí, como una herida abierta.
—Cuatro años Bella… —mi voz corta el silencio, pero apenas puedo reconocerla—. Cuatro años desde que te fuiste, y ahora estás aquí, otra vez.
Isabella no me mira. Sigue observando la ciudad pasar por la ventana, como si buscara respuestas en el paisaje. Sé qué está pensando en esa noche, en la carta que me dejó. En esas palabras que explicaban su partida, pero que nunca llenaron el hueco que dejó.
—Axel, yo… te lo expliqué en la carta. —Su voz es suave, temblorosa, llena de esa culpa que ambos hemos llevado desde entonces—. Me fui porque sabía que era lo mejor para ti. Yo…
Aprieto el volante, tratando de contener la frustración que me ha acompañado todos estos años.
—No me diste la opción de elegir —replico, un tono más duro de lo que esperaba—. Leí tu carta mil veces, intentando entender, pero nunca pude aceptar que te fueras sin hablarlo. ¿Qué te hizo pensar que yo no habría dejado todo por ti? ¿No creías en mi amor hacia ti?
Ella cierra los ojos un momento, como si mis palabras fueran un golpe. Al abrirlos, su mirada está llena de dolor y arrepentimiento. No puede contener más las lágrimas que se escapan por su delicado rostro.
—Yo… Axel no podía permitir que sacrificases tus sueños por mí. Sabía que si me quedaba, todo por lo que habías trabajado por lograr se desmoronaría. Necesitabas avanzar sin que yo fuera una carga… Sabía que nunca me dejarían estar a tu lado sin destruirte en el proceso.
Me quedo en silencio, recordando esos días confusos después de su partida. La carta explicaba sus motivos: su temor a ser una barrera para mi carrera, a ser vista como un obstáculo. Pero aun así, la sensación de traición nunca se fue. La decisión no fue mía.
—Yo habría renunciado a todo por ti, Isabella —digo en voz baja, la verdad más dolorosa que puedo ofrecerle—. No me importaba nada más. Mi futuro eras tú.
Editado: 18.11.2024