Amor En Blanco

CAPITULO 8

AXEL.

Ella aparta la mirada por un momento, suspirando profundamente.

—Volví porque esto —señala la ciudad detrás de nosotros, concretamente el recinto de la Semana de la Moda de Madrid, que es lo que la ha traído de vuelta a los reflectores— es lo que amo. Mi carrera, mi trabajo… es una parte de mí que nunca desapareció, aunque lo intenté. Me alejé, estuve rota por mucho tiempo, pero no puedo seguir escondida sin hacer nada con mi vida, Axel. —Baja del coche nerviosa —Amo lo que hago, como también sé que a tu gente no le gusta y por eso me marché, quería protegerte y no voy a pedir perdón por eso.

El silencio cae entre nosotros mientras sus palabras se asientan.

Ha vuelto porque ama su carrera. No puedo decir que me sorprenda; siempre ha sido así. La pasarela, la moda, la atención… siempre fue lo que la hizo vibrar, lo que la mantuvo viva. Aunque me duele saber que no volvió a las pasarelas para que la encontrara, que no soy parte de esa decisión, y en el fondo lo entiendo. No vive del aire, y no podía seguir escondiéndose de su propia vida.

—Lo entiendo —respondo, aunque decirlo me cuesta—. Lo hiciste porque necesitabas hacerlo. Pero eso no cambia lo que pasó entre nosotros. Nunca te falle Bella… —digo y aunque suene a reclamo, no lo es.

Sus ojos se llenan de una emoción que lucha por controlar. Sé que no le debe de ser fácil estar aquí conmigo, enfrentando todo lo que dejamos atrás. Pero también sé que su carrera es su vida y ha salido del recinto sin mirar atrás.

No puedo decir que haya vuelto a Madrid con la intención de reconciliarse conmigo, porque eso no es cierto. Ella ni siquiera sabia que yo estaba aquí. Sin embargo, el simple hecho de que esté aquí, frente a mí, hace que todos esos sentimientos resurjan, como si nunca se hubieran ido.

—Axel, no vine aquí para hablar de nosotros —dice, con su voz firme, pero con un deje de tristeza—. No estoy aquí para retomar lo que dejamos atrás. Solo para darte una explicación. He seguido adelante, de la única manera que pude. Y he salido a la luz porque no tenía opción.

—¿Seguir adelante? —miro hacia el suelo, negando ligeramente con la cabeza—. ¿Es eso lo que hemos hecho? Porque, para ser sincero, no parece que ninguno de los dos lo haya hecho. Yo he estado muerto en vida sin ti —digo haciendo un esfuerzo para que mis lágrimas no salgan.

Ella no responde de inmediato. Puedo ver la lucha interna en su rostro, como si no supiera qué decir. Sabe que tengo razón. Ambos sabemos que lo que compartimos fue real, y sigue siéndolo, aunque ella no haya vuelto por mí.

Aunque su regreso a Madrid no tenga nada que ver con nosotros.

—No es tan simple, Axel —susurra finalmente—. Para mí tampoco ha sido fácil. ¿Ya eres director, cierto? —asiento con la cabeza, al ser incapaz de hablar, al tiempo que ella sonríe tristemente. —Mi vida cambió. La tuya también. No podemos simplemente ignorar todo lo que ha pasado, aunque nos duela.

—Tienes razón —admito, sintiendo la distancia entre nuestras realidades—. Has vuelto por ti, por tu carrera, y yo no soy parte de eso.

—No lo digas así, Axel, —dice con la voz rota. —Siempre serás una parte de mí. Pero toca aceptar que nuestra historia no estaba destinada a ser.

—Tú la dejaste en blanco. —Susurro intentando no dejarme llevar por el dolor.

Ella asiente, asumiendo la culpa y la verdad de esas palabras nos duelen más de lo que esperaba. Pero es la realidad. Isabella siempre ha sido así: fuerte, determinada, enfocada en lo que realmente le importa. Y aunque eso duele, lo respeto. No puedo pedirle que me ponga por encima de su carrera, no cuando es tan esencial para ella.

Sin embargo, hay algo en el aire entre nosotros que no se puede negar.

Un tirón invisible, algo que me ha estado quemando desde que la vi de nuevo. No lo puedo resistir más. No importa lo que haya venido a hacer aquí, no puedo dejar que este momento pase sin besarla.

Doy un paso hacia ella, con mis manos temblando levemente le levanto el mentón para ver su por su rostro. No necesito decir nada; mis labios encuentran los suyos con esa necesidad que tengo desde que se fue.

Isabella se queda quieta solo un segundo, pero luego me corresponde. El beso es un recordatorio de lo que una vez fuimos, un recordatorio de que, aunque nuestras vidas hayan tomado caminos diferentes, esto —lo que sentimos— nunca ha desaparecido.

Cuando finalmente nos separamos, nuestros ojos se encuentran, y en su mirada veo más que solo deseo. Veo la lucha, las dudas, pero también la misma chispa de siempre, aquella que no hemos podido apagar.

—Axel, —dice, su voz apenas un susurro, pero no se aleja de mí. —Esto no cambia nada.

—No mi amor, pero tampoco lo podemos ignorar —respondo con la misma suavidad, sin soltar su rostro—. No podemos seguir pretendiendo que esto no significa algo.

Ella cierra los ojos, respirando profundamente.

Sé que está procesando lo que acaba de pasar, lo que esto significa para nosotros. Pero no puedo evitar sentir que, aunque las cosas no hayan cambiado del todo, hay algo diferente ahora.

*

ISABELLA.

*

Los labios de Axel sobre los míos despiertan algo que nunca se fue.

El calor de su cuerpo, la familiaridad de sus manos en mi piel, me hace recordar lo que siempre he sabido: lo sigo amando como el primer día. Todo este tiempo he intentado enterrar esos sentimientos, pero aquí, bajo las luces de Madrid, junto a él, no puedo negarlo más.

Lo amo.

Siempre lo he amado.

Decirle que no volví por él ha sido una media mentira.

No me atrevo a confesar que he fantaseado con que mi regreso a las pasarelas lo traería de vuelta a mí, que de alguna manera, mi regreso aquí en Madrid llegaría más allá de las televisiones de España. A él.

No podía soportar la idea de decirlo en voz alta, y pensar que nuestro reencuentro sería exponernos de nuevo ante los que me rechazaron.




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