ISABELLA.
Las palabras de Brad siguen resonando en mi cabeza mientras la gala continúa. Me siento atrapada entre mi carrera y la realidad de lo que quedó pendiente con Axel, sobre todo después de haberlo visto nuevamente. Me vuelve a partir el corazón separarme de él, mis sentimientos siguen intactos.
Cuando llego al hotel con Brad, la tensión entre nosotros es innegable. Está molesto. La noche parecía interminable, llena de pensamientos confusos, y el evento se ha convertido en una sucesión de sonrisas forzadas y conversaciones superficiales mientras intentaba mantenerme firme y buscar a un Axel que parecía ya no ha vuelto a la gala.
Tres horas he tardado en llegar a la habitación desde que Axel se marchó, me siento sobrecargada. Pero hoy mi pena es menos cuando veo que Milán está dormido en mi cama y el silencio en la habitación me ofrece un respiro para pensar. Mis padre duermen, no hay nadie que me moleste para poder meditar sobre todo lo que ha pasado.
No puedo dormir, ni evitar que mi mente vuelva al encuentro con Axel, a las emociones que han revivido y a cómo todo se ha complicado.
Necesito tiempo para despejar mi mente. Solo pensar en que él está en esta ciudad, tan cerca de mí, consigue erizar mi piel.
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He amanecido temprano y para mi sorpresa, Brad ha venido a casa a desayunar con nosotros.
Miro a mi madre de soslayo y ella se encoge de hombros al tiempo que murmura un «lo siento». Ella sabe cuanto aprecio mi intimidad, que no me gusta que Brad se presente en casa como si fuera cercano. A ella también le parece algo intenso este hombre, pero es incapaz de no dejarlo pasar, le da vergüenza dejarlo en la puerta.
Después de un desayuno rápido con Brad, quien sigue haciéndome preguntas sobre la gala, decido irme a dar un paseo por el parque, eso me ayudará a despejar la mente.
No puedo enfrentar el ritmo de la ciudad y las exigencias de mi vida profesional sin tomar un descanso.
Brad como era de esperar dice que nos acompaña, sin importarle mi molestia o que lo mire mal. Me tiene al límite, así que lo ignoro y salgo andando, con Milán de la mano sin esperarlo.
Me dirijo al parque del Retiro para que mi pequeño corra y vea los patos, que tanto le gustan. Sin embargo, justo cuando estoy a unos cuantos metros pora llegar, Brad aparece, está decidido a acompañarnos, se excusa diciendo que necesita relajarse y tomar el aire también.
Caminamos por la avenida principal, con Milán de tres años y medio sosteniendo mi mano. Y Brad, va a mi lado, está claramente frustrado.
Su rostro que está enrojecido muestra la presión y la impaciencia de mi actitud hacia él. Desde que volvió a ser mi manager no me ha dejado en paz.
Me explica que debo salir del país, que son los contratos que más beneficios me van a dar. Habla de cifras exorbitantes.
—Isabella, esta es una oportunidad increíble. El contrato en Holanda podría ser lo que estábamos buscando. Y tú te estás echando atrás sin razón —me dice, claramente molesto.
Sus palabras apenas me afectan, ya que mi atención está centrada en Milán, que está fascinado con unas hojas que se mueven con el viento.
—No es una oportunidad que me interese, Brad —respondo con firmeza—. No voy a pasar un mes entero lejos de mi hijo. Mi familia es lo primero, y ni el dinero puede cambiar eso.
—Es solo un mes —insiste, moviendo los brazos con desesperación—. Después vuelves a casa. No es para siempre.
—Sí, pero es un mes sin él —respondo, apretando la mano de Milán para asegurarme de que sienta mi cercanía—. No puedo estar lejos de él. No se trata del dinero, se trata de mi familia. Estoy comprometida con ellos. Tú no lo entenderías.
Brad suspira, frustrado, y continúa insistiendo, pero ya no lo escucho. Mi mente está enfocada en Milán, que ha visto unas palomas.
—¿Es por eso, por Milán? ¿O es porque te ha encontrado Axel y no quieres volver a desaparecer de su radar?
—¡Mira, mami! —exclama Milán emocionado, señalando a una paloma que picotea en la acera. Mi corazón se derrite al ver su entusiasmo.
—Es bonita, cariño. Pero no te alejes —le advierto suavemente. Girándome bruscamente hacia Brad.—Creo que mi vida privada no te importa para nada. Y menos en lo que referente a Axel, por ahí no voy a pasar, no te tomes atrevimientos que no debes, porque saldrás mal parado.
--Soy tu representante…
No escucho nada más. De repente, siento cómo Milán suelta mi mano. Mi estómago se encoge cuando lo veo correr hacia la carretera.
Todo ocurre en cámara lenta. El grito se queda atrapado en mi garganta.
—¡Milán, no!
En un segundo, el taxi que acaba de llegar no puede frenar a tiempo, y Milán cae al suelo tras el impacto. Mi corazón se rompe al verlo en mitad de la calle, cubierto de rasguños. Corro hacia él, casi sin sentir mis piernas.
—¡Milán! —grito mientras me arrodillo a su lado, con mi voz temblando.
El taxista sale del coche, pálido y en shock. Brad está junto a mí, sin palabras, con los ojos muy abiertos. Milán sigue llorando, pero parece estar consciente. Lo levanto con cuidado, evitando empeorar sus heridas.
—Shhh, mi amor, mami está aquí —le susurro, intentando calmarlo mientras miro alrededor en busca de ayuda.
—Voy a llamar a una ambulancia —dice Brad, tembloroso mientras saca su teléfono.
En medio del pánico y la preocupación, solo puedo pensar en que Milán esté a salvo.
Mi decisión de no aceptar el contrato en Holanda nunca me ha parecido tan acertada. Lo único que importa es estar con mi hijo, curar sus heridas y asegurarme de que se sienta seguro y amado. Aunque sea una perdida económica, Milán es mi prioridad.
Editado: 18.11.2024