Amor En Blanco

CAPITULO 10

AXEL.

Me despierto con la cabeza aún pesada.

Las emociones de la noche anterior siguen pesando sobre mí. No pude quedarme en la gala, junto al imbécil de Brad.

Como pude creerle cuando le pregunte por Bella, él me juró que no sabía nada de ella, incluso me dijo que tenía que lidiar con los contratos que ella había roto. Que Isabella lo había dejado en la quiebra.

Hasta me sentí mal por él y le di dinero para que la buscase por España y Francia, para hacerla recapacitar, pero su investigación no llego a nada, ahora entiendo porqué.

El encuentro con Isabella durante la gala me ha dejado completamente descolocado. Yo lo planeé, pero no imaginaba que me afectaría de esta forma.

Después de años de buscarla sin éxito, de intentar seguir con mi vida en Roma mientras ella se escondía, ahora resulta que está aquí, en Madrid, justo en medio de mis pensamientos otra vez.

Cuando decidí venir no esperaba volver a verla, y mucho menos de esta forma. Sigue tan igual y a la vez tan diferente, los años no pasan por ella, pero en su cuerpo algo ha cambiado.

Intento vestirme con rapidez, pero cada movimiento que realizó parece lento, como si el cansancio no solo fuera físico, tal vez, la media botella de Whisky que me bebí anoche al llegar aquí tenga mucho que ver.

Hoy tengo una conferencia en el hospital temprano y aunque debería estar enfocándome en eso, es imposible dejar de pensar en ella.

Bajo al comedor, donde el aroma del café recién hecho debería despertarme, pero no lo hace. Franco, Camila y Albert ya están allí, conversando. Albert me saluda con su típica sonrisa, mientras que Camila no tarda en clavarme una mirada inquisitiva, que me da completamente igual.

—Parece que tu noche de ayer fue interesante —dice Camila con una sonrisa tensa—. ¿Estás listo para la conferencia? Tenemos unas cuantas horas intensas por delante. Y como adulto responsable que eres no deberías trasnochar, deberías priorizar tu trabajo centrándote en él. Estar a lo que hemos venido.

Me esfuerzo por mantener una expresión neutral, pero su comentario me golpea. Camila siempre ha sido incisiva cuando se trata de Isabella. Nunca entendió lo que sentía por ella, y aunque no lo dice abiertamente, sé que sus palabras están cargadas de celos.

—Eso no lo decías al llegar cuando querías que saliera a tomar una copa. —la reto. —Isabella siempre ha sido mi prioridad —digo, intentando mantener la calma, aunque su presencia constante en mi mente me desestabiliza.

Camila arquea una ceja, con el desprecio que apenas es disimulado.

—¿Prioridad? —su tono está cargado de veneno—. Axel, si Isabella te hubiera amado realmente, no habría desaparecido como lo hizo. Se escondió porque nunca te quiso de verdad. Te dejó, así sin más. Y ahora vuelve, como si nada.

La crudeza de sus palabras me atraviesa. Camila no me culpa a mí, nunca lo ha hecho. Ella siempre ha culpado a Isabella, como si la partida de Isabella fuera una traición personal para ella también. Lo que no dice en voz alta es lo que todos sabemos: Camila está celosa, aunque nunca lo admitirá.

—No puedes saber lo que pasó realmente, Camila —respondo, con más firmeza de la que siento—. Las cosas son complicadas, y no todo fue tan sencillo. Yo creo ciegamente en Bella, siempre lo he hecho.

Camila sacude la cabeza, con un gesto de irritación mal disimulado.

« —No, Axel. No es complicado. Si ella te hubiera amado, no te habría dejado roto, buscando durante años. Tú te quedaste en Roma, trabajando, sin vivir, mientras ella simplemente desapareció, se escondió aquí en Madrid como si nunca hubieras significado nada para ella, pero tú sigues sin verlo.

Camila se levanta bruscamente, su silla raspa el suelo con fuerza.

—Ella no te merecía, y lo sabes. Nunca te ha hecho bien, ni ahora, ni antes. —Su tono está cargado de resentimiento mientras sale de la sala, dejándome con una mezcla de incomodidad y frustración.

Franco, que ha estado observando en silencio, me mira con comprensión. Él sabe lo que he pasado y lo que significó para mí la desaparición de Isabella.

—Camila está celosa, y eso es obvio —dice Franco, en su tono siempre directo—. Pero tiene algo de razón. No puedes dejar que Isabella te afecte otra vez. Ya pasaste lo tuyo, piensa bien tu próximo movimiento.

—Tal vez sea hora de poner los puntos sobre las «i». —añade Albert.

Sus palabras me dejan pensativo. Franco ha sido un buen amigo durante todos estos años, y aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice, sé que tiene buenas intenciones. Sin embargo, no es tan simple. Durante años, intenté buscar a Isabella, incluso cuando sabía que ella se estaba escondiendo. Su fama como modelo no la ayudaba a evitar las cámaras, y su mudanza a Madrid hizo que las cosas fueran aún más difíciles. A pesar de todo, nunca dejé de pensar en ella.

Pero ahora que la he visto, después de tanto tiempo, todas esas emociones que creía controladas han vuelto a surgir.

Me levanto, dispuesto a enfrentar el día, aunque mi mente sigue enredada en el pasado. La conferencia es importante, pero no puedo evitar preguntarme qué va a pasar ahora que Isabella está tan cerca.

Tomo el último sorbo de café, preparándome mentalmente para el día. Aunque no puedo resolver todo en un solo momento, sé que tarde o temprano tendré que enfrentar lo que siento por ella.

Con determinación, me dirijo hacia la conferencia, listo para enfrentar no solo a mis compañeros, sino también las sombras del pasado que Isabella ha vuelto a despertar.




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