Capítulo 0001
“ El Cellista Abstracto”
Julio 01
Jey el chofer y amo de llaves, saca del bolsillo un pañuelo de seda color vino, seca las lágrimas que bajaban de sus mejillas, se acomoda la corbata mientras se ahinca entre el asiento del teatro -se ríe con nostalgia ya que ha ensuciado sin querer el pañuelo que le regaló el amo- esucha sollozos, frente su silla yacían dos gemelas muy hermosas y adineradas, le arrebatan el pañuelo de sus manos y al unísono sacudieron sus narices, -se podría imaginar que quizá hasta compartían las mismas lagrimas- una tomaba un extremo del pañuelo mientras la otra tomaba el otro lado, con delicadeza una de sus sirvientas les arreglaba el maquillaje de su rostro, para que no se sintieran avergonzadas de su llanto desdichado- la musica las hacía imaginar las noches de pasión que compatieron con el chellista, reían con picardía y peleaban por el puesto más cercano a él, más que la música, el llanto fué provocado por el hecho que el chellista jamás las volvió a llamar, e incluso, hubo un instante de cruces de miradas, ellas sintieron que el mundo se paralizaba, mientras el chellista solo veía dos pares de personas insignificantes -el llanto aumentó-
-Retumba música clásica en acento romántico interpretando el concierto para chello ELGAR- cerrando sus ojos, tocando cada cuerda con electricidad, los acordes iban al compás del dulce sentimiento que proporcionaba los graves y agudos que conectaban aquella conocida línea melódica, en cada neurona cavilaba cada recuerdo de su corazón soberbio, los vibratos de cada cuerda acariciada con los mas hermosos dedos largos y gruesos ensaña la mas dulce estocada, tocan el alma de las mil personas que se hallaban en los asientos de teatro, cientos de ojos sentían lo que no podían observar, la intensidad de emociones que emanaba el artista, el Chelista, los suspiros de las más jóvenes, las lágrimas de aquellos al recordar sus desdichas, la sonrisa de quienes han encontrado en la música, en el rostro, la felicidad.
La música se intensifica con grandes vibratos con una pequeña interrupción para reunir toda la energía y ponerlo en una cumbre -cada persona que yacía en esos asientos reclinables de un teatro muy conocido sentian esos pequeños susurros en oídos, tal vez algunos podían sentir los susurros de una madre ausente, los susurros de un hermano perdido o tal vez el susurro de un chelista,te hacen vibrar, tu cuerpo se inunda de calma- El público con rosas en las manos, lágrimas en las cuencas oculares, se levantan de los asientos como una orda, al unisono suenan dulces aplausos, junto con las jóvenes que tenian en sus manos cartas indecentes listas para ser enviadas, a quien por horas los hizo sentir en una nube celestial.
-Él toma su arco y se inclina para agradecer las 3 horas de silencio y escucha-
...
**Observa su reloj y suspira. Son las dos de la mañana, y la esquiva presencia del sueño no parece querer abrazarlo-. Se encamina hacia el balcón, donde la brisa fría de la madrugada acaricia su piel desnuda, y las olas cercanas susurran como cantos reconfortantes. Con un constante vaivén entre erecciones y bostezos intermitentes, reflexiona: "Ya van tres semanas sin poder conciliar el sueño".
La cama lo llama, pero antes de rendirse al intento de dormir, un rápido recuerdo, o quizás un déjà vu, lo asalta. "Bombas, aviones, alarmas, cabello café, sangre... sueños intermitentes, soñando despierto". Inmediatamente, la alarma suena, como si la realidad insistiera en interrumpir sus pensamientos.
Suena el noticiero, y la voz de los periodistas destaca a Adrien Alliot, el chelista famoso. A pesar de provenir de una familia adinerada, ha forjado su fortuna y se ha convertido en una figura intrigante. Las periodistas, entre risas pícaras, alimentan chismes sobre su vida amorosa. Adrien, molesto, apaga el televisor de un golpe, rechazando la idea de que la vida de alguien se base en sus aventuras románticas.
Con anhelo, se observa en el espejo, retocando levemente sus rizos. El teléfono suena, y tras un breve intercambio, Adrien evade un paquete en la habitación de huéspedes. Jey, el sirviente, queda a cargo. Mientras realiza sus tareas, descubre a una mujer en la habitación. Ella, con voz adormilada, pregunta por Adrien. Jey, incómodo, explica que Adrien tuvo que salir a una reunión importante.
La mujer, aparentemente resignada, revela que ha obtenido lo que quería y menciona la posibilidad de darle un hijo a Adrien. Jey, conocedor de un secreto, decide no revelar la incapacidad de Adrien para tener descendencia. La escena se desarrolla entre susurros, risas sarcásticas y la conciencia de que, quizás, la mujer descubrirá la verdad por sí misma.
...
La brisa suave de la mañana hacen hender los hoyuelos de sus mejillas, un chapuzón en el mar le dan aliento, al entrar y salir entre cada ola, su piel tan brillante e intensa tostada, brilla con el sol, nadar y nadar hasta lo profundo, donde nada se percibe, solo el agua y los golpeteos de las nubes entre sí, con sus suaves y enormes manos hace pequeñas siluetas, usa las formas de las nubes para tocar una armoniosa pieza de un cello imaginario, que casi siempre observa en las nubes, componen sus más hermosas piezas y añade con delicadeza una pequeña parte de notas de jacqueline du pré una de las mejores compositoras del romanticismo de sus tiempos . -Adrien no era romántico, a decir verdad nunca se le había notado en vida, demostrar afectos personales, emocionales , era un poco irrelevante que compusiera armónicos hermosos de romanticismo si no sentía el amor a piel de flor, pese a tener varias amantes, cada una de ellas morían de amor por él, sin embargo, no había nadie que pudiera superar el ranking de sus actos o números, era su mejor racha, lo estaba disfrutando sin sentirlo- llega el ocaso, los hermosos ojos color miel hacen armonía con el color del arrebol, la piel aún más quemada, su estómago rugiendo, -las únicas sensaciones que podía soportar-, haciendo una pequeña reverencia agradece por el día, por el mar que entre sus aguas yace un amor que desconoce.