Amor en construcción

Prólogo

El hotel siempre olía a café recién hecho y a madera vieja.
Cuando Estela era niña, solía decir que ese aroma era el perfume del hogar. Cada mañana, su padre abría las ventanas del vestíbulo para que el aire del Rin entrara y mezclara su frescura con el calor del pan recién horneado.
Entonces todo parecía eterno.

Las habitaciones tenían nombres de flores: Lavanda, Magnolia, Jacinto. En cada una, su madre dejaba una pequeña nota de bienvenida escrita a mano, con la misma caligrafía suave que usaba para escribirle cartas a su esposo.
El Hotel Edelweiss no era solo un lugar donde la gente dormía. Era un refugio, un corazón que latía con cada huésped que cruzaba su puerta.

Pero los años, como el polvo, se acumulan en los rincones del tiempo.
La última vez que Estela escuchó reír a su padre fue en aquel mismo vestíbulo, una tarde de otoño, cuando el sol caía oblicuo sobre los cristales y él prometió que, pase lo que pase, el hotel siempre tendría vida mientras alguien lo amara.

Años después, en una oficina gris de Berlín, esa promesa volvió a resonar.
La voz temblorosa de su madre, al otro lado del teléfono, fue suficiente para que Estela comprendiera que había llegado el momento de regresar.

De volver al pasado.
De enfrentarse a los recuerdos.
De rescatar lo que quedaba.

No sabía que, entre las paredes desgastadas del hotel, no solo encontraría la sombra de su padre… sino también la promesa de un nuevo comienzo.



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En el texto hay: nostalgia y amor, romanece

Editado: 30.10.2025

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