El sol en mi rostro distraído hizo que me pusiera en pie. Ella ya estaba despierta. Me acosaba mientras sonreía.
Esta mujer me causará problemas, será lo mejor alejarme de ella. Ya quería que llegara el momento de irnos hacia la incursión.
De repente entraron las criadas, no me dio tiempo a quejarme por su acoso. Me ordenaron que saliera, ya que la iban a vestir.
Mientras me estiraba el cuerpo, me encontré con el príncipe, el cual me dijo:
—Los preparativos están listos para partir. ¿Te nos une?
Con una leve sonrisa, le contesto:
—Esperaba con ansias que dijeras esto, no sé cómo aguantas tanta formalidad.
La carroza nos esperaba en la puerta delantera. Nos acompañaban cinco hombres de combate y dos que conducían las carrozas. Por todos éramos nueve hombres.
Cuando íbamos a partir salieron mi hermana y la princesa Amalia a despedirse. Me hicieron prometer que volvería vivo. Hasta que al fin inició nuestra aventura o mejor dicho, cacería.
Nos tardamos dos días para llegar a la aldea. Estaba carbonizada. Ni los árboles de los alrededores se pudieron salvar.
—Esta es la aldea más cercana a las ruinas.
Dijo el príncipe Jhokey, quien, además, era un excelente rastreador de bestias.
Seguimos el rastro hasta las ruinas, esto nos daba el mayor porciento de que probablemente esté allí.
Nos acercamos cautelosamente y no fue suficiente. Una bola de fuego nos alcanzó. La velocidad del príncipe y la mía nos salvaron la vida, pero no así con los guardias.
Jhokey dominado por la ira, quiso lanzarse de frente al enemigo que aún no veíamos. Lo tomé de un brazo y lo agaché al piso diciéndole:
—¿Acaso estás loco? Si te le vas de frente podría matarte. No sabemos la categoría de este monstruo. No es normal o ¿sí?
Respiró hondo, se tranquilizó y negó que fuese normal la forma de este monstruo.
Sentía un calor infernal, mis pelos se quemaban y algo me hizo levantarme del piso de volada.
Sí, el monstruo estaba al frente de nosotros. Parecía un hombre prendido totalmente fuego, un fuego puro como el magma. Su mano estaba lista para el ataque. Nosotros nos cuadramos y retrocedimos. Estar cerca ya era un peligro.
Le pregunté al príncipe, sin apartar la mirada del enemigo:
—¿Qué clase de animal es este?
—Un simple mito. Son llamados... INFERNALES. Nunca había visto uno.
—¿Estás listo para pelear contra algo que nunca habías visto?
—¡Sí! Pero no terminará como me fue contigo.
—Eso espero, príncipe.
Comenzamos nuestro ataque. Con mi espada, lancé un golpe a la cabeza, Jhokey tiró al corazón. El demoníaco ser nos lanzó bolas de fuego, provocando que retrocediéramos y que nuestros ataques nos sirvieran de defensa.
Insistimos varias veces en acercarnos para lastimarlo, pero se volvió imposible.
Mi espada comenzó a desprender energía y la usé para atacar al Infernal. Combinada con mi velocidad conseguí un golpe certero, lo corté a la mitad, a pesar de ello, seguía vivo. Entonces, Jhokey usó su verdadero poder mágico, manipular el tamaño del metal y le atravesó la lanza en la cabeza cornuda.
Terminó nuestra batalla, sin embargo, destrozamos la mitad del bosque que nos rodeaba y no quedó nada de las ruinas.
Nos quedamos debajo de un árbol a pasar la noche y a descansar.
Usar magia es agotador. Encontré un modo de meditación profunda con mi espada en manos. Quería comunicarme con ella, ya que sentía que estaba viva. Pero todos mis esfuerzos fueron en vano.
Conquistar los mares, los cielos y los reinos, no era mi objetivo ni siquiera uno de ellos. Aunque sí me llamaba la atención conocer qué hay más allá.
Le pregunté al príncipe y me respondió con siglos de historia. Me contó que estás tierras están divididas en dos reinos y entre ellos el reino bajo, mejor conocido como los demonios. El otro a parte de los humanos, son los elfos y de manera salvaje, están los enanos, los Green y los Golem, entre otros seres.
—¿Hay dragones?
Le pregunté, ya que no los había mencionado. Entonces me contestó:
—Los dragones son sagrado en estas tierras, su poder es divino.
—Entonces, no hay.
—Ellos son seres que se presentan a aquellos dignos de su poder.
—Ahora entiendo.
Suspirando me termino de acostar en la grama y le afirmo mientras cerraba mis ojos:
—¡Te toca la primera guardia!
Al día siguiente emprendimos la marcha hacia el reino. Después de varios días, nos encontramos con unos aventureros. Precisamente eran cuatro: una tenía un arco, el otro tenía una armadura y una espada, la otra un bastón y el otro estaba cubierto con una capucha. No dejaba ver quién era ni qué arma portaba.