Amor en el agua

Capítulo IX

Rachel deja a su vieja amiga unas cuadras adelante quedando en verse.

- ¿Sí? - atiende la llamada - Estaré allí - asegura.

Se dirige al bufet de abogados.

- Lamento llamarte en estás condiciones - dice su nuevo abogado - pero verás tu familia lejana a impugnado el testamento de Julia Bianco y tomado posesión de la mansión - explica.

- ¿Pero cómo paso esto? - dice incrédula.

- Tal parece que Julia hace años había dejado una carta con su voluntad...- acomoda sus lentes - eso atestiguan.

- Moveras la tierra sí es necesario - habla - ellos no mancharan la memoria de mi tía - sale del despacho llamando al antiguo abogado.

- ¿En qué puedo ayudarte?

- Su recomendación es un fiasco, la familia lejana impugnó el testamento de Julia Bianco y están en posesión de la mansión - ríe sarcástica - no ocurrió en su presencia pero sí en la ausencia.

- Lamento escuchar esto - suspira - haré lo posible de resolver desde afuera y fue bueno saber que llegó bien

- Lo mismo digo - cuelga y sube al auto.

Ella pasa la noche en un hotel. Sale a correr temprano.

- ¡Número uno! - dice el profesor de natación a su lado.

- ¡Profe Victor! - se abrazan - Aún lo recuerda - ambos ríen.

- ¡Es bueno ver que has vuelto! - sonríe - ¿Te gustaría acompañarme a ver la nueva generación? Aunque no ejerzo igual que antes - comenta mientras cruzan la calle.

- Claro - trata de sonreír sin hacer preguntas dirigiéndose a la escuela de natación.

Una vez llegan ella siente nostalgia, el corazón se oprime en su pecho.

- ¡Número uno! ¡Ven! - le llama.

- Enseguida - avanza hasta él.

- Chicos les presento a mi alumna número 1 de hace un par de años, ella hubiese ganado las nacionales sin duda - sonríe orgulloso - su nombre es Rachel - los chicos aplauden.

- No olvide a Miguel - dice ella - el número 1 de los chicos - habla.

- Cierto, cierto - silban - ¿Te gustaría practicar?

- Oh no - responde al instante - desde ese día no he vuelto a nadar, lo siento - sale corriendo tropezando en la salida con una persona en silla de ruedas, quedando ella de rodillas en el suelo. - En verdad lo lamento no fue mi intención, disculpe - logra levantarse sin problemas.

- ¡Miguel! ¡Rachel! ¿Están bien? - llega el Profesor.

Rachel levanta la mirada sorprendida y como aquella vez sus ojos se encontraron, está vez aquella firmeza en la mirada de Miguel fue ocupada por una frialdad que estremeció a Rachel.

- ¿Estás bien Miguel? - estira su mano.

- Vendré en otro momento - retrocede la silla.

- ¡Alto! - le ordena Rachel pero él no escucha así que se pone frente a él, deteniendo su andar. - ¡Escucha! - se ubica a la altura de Miguel - ¿Estás bien?

- Profesor ¿Cree que está bien? - dice un alumno.

- Ellos siempre fueron así - lleva a los chicos a entrenar.

Miguel se mantiene en silencio.

- Miguel habla - le mira con fuerza sin causar reacción - hoy he llegado después de cinco años y... - lo abraza con fuerza - es bueno verte - él no responde al abrazo - lamento no haber estado - comienza a llorar y la aparta.

- No necesito tu lastima Rachel - avanza en su silla de ruedas.

- ¡Eres tan imbécil que no recuerdas! - le grita con las manos hechas puños - ¡Nunca he sentido lastima de ti! Te he considerado un igual - él no contesta.

- Es mejor que lo dejes - le sujeta el Profesor - es suficiente para ustedes - exhala.

- Debe reaccionar, así que lo siento, no escucharé - no la suelta.

- ¡Detente! Ya no es el mismo y solo se lastimaran, dale tiempo - la lleva a su oficina.

- ¿Cuándo?

- Justo cuando perdiste a tu tía, él tuvo un accidente, un conductor ebrio, mucha velocidad... No llego al aeropuerto a buscar su hermana - suspira - estuvo en coma una semana y no pudo caminar - cierra los ojos - él se enteró que te habías ido y se sumergió aún más en su burbuja. Pocas veces sale, de hecho casi nadie sabe lo que le ocurrió.

- Entiendo discreción - seca sus lágrimas - ¿Por qué no hablaron conmigo? No me hubiese ido - cierra los ojos.

- Lo echo está - suspira - ¿Te gustaría practicar?

Ella lo medita. - Sí.

Miguel se sentía furioso, decepcionado y arrepentido aún así no regreso.

Su cuerpo tocó el agua y siguió como si nada hubiese cambiado, surgió natural, sin recuerdos tristes, solo el agua y ella. Fue como volver a casa.

- Muy bien Rachel - felicita con una sonrisa el Profesor.

- Gracias - dice.




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