Sinopsis
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Para Gabriel, el día de San Valentín no es un día lleno de alegría y amor. Apenas habla con sus compañeros, es tímido, y tiene una apariencia bastante promedio. En pocas palabras: no es popular. Por lo que nunca recibe nada, ni siquiera una mísera carta. Es un día bastante aburrido.
¿Será este otro año igual?
Bueno, si fuera así, realmente no le sorprendería.
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Una carta inesperada
La somnolencia suavizaba los sentidos en esa mañana fría, pero aun así las personas caminaban con sonrisas en sus rostros. Era día de San Valentín, y todos entraban a sus salones, emocionados y nerviosos. Esperando con ansias el primer receso...
Pero para Gabriel, este día era como cualquier otro.
Él sabía que no recibiría nada, ni siquiera una carta. No era popular en su salón y jamás fue el chico guapo y extrovertido. Es más, sus compañeros apenas recordaban su nombre. Este día era el recordatorio de su identidad como "don nadie promedio". Y para su desgracia, su único amigo, Charlie, quién lo hacía sentirse no tan solo, estaba enfermo. Él no quería faltar, tenía la esperanza de recibir un chocolate, pero al final tuvo que ir a la enfermería.
Gabriel observó cómo su amigo se alejaba y salía del salón. Dejándolo solo.
Suspiró, inexpresivo, y miró hacia la ventana.
La clase comenzó y todos tomaron asiento. Fue aburrido, y nadie quería esperar hasta el receso de las nueve, por lo que, en el cambio de materia, se levantaban y entregaban sus cartas, mientras llegaba el siguiente profesor.
Gabriel miraba con somnolencia a sus compañeros en cada cambio, hasta que por fin llegó el receso de las nueve, y todos se alborotaron. El bullicio se escuchaba en todos los salones, risas y charlas llenas de emoción.
Una niña se acercó a Gabriel y preguntó por Charlie. Luego se fue a la enfermería, con una expresión tímida, y una pequeña bolsa rosada en la mano.
"Qué suerte, es la niña que le gusta..."
Gabriel la miró caminar por el pasillo a través de la ventana, cuando de repente, vio a alguien conocido.
Jason.
Él lo observaba con un rostro estoico y apático, mientras se recostaba en la pared. Su negro cabello le llegaba hasta los hombros, atado con una coleta floja. Su camisa blanca, desordenada, al igual que la corbata. Tres aritos en cada oreja y una actitud intimidante.
Aunque su rostro era bastante atractivo, era evitado por muchas personas. Era grosero y un malhumorado. Todo un buscapleitos rebelde.
Gabriel, sin necesitar alguna señal, salió del salón y se acercó.
Jason lo vio salir. Con su típico cabello ligeramente rizado, de un calor café bastante ordinario. Su uniforme bien cuidado, su pantalón negro planchado y sus zapatos lustrados...
La primera vez que se conocieron fue el año pasado, en circunstancias un poco, inusuales...
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Gabriel comía su almuerzo tranquilamente, en un área poco transitada, detrás de la escuela. Su amigo Charlie no estaba siempre con él, por lo que a veces comía solo.
Cuando de repente, tres personas se precipitaron al lugar donde estaba.
Peleaban, se empujaban y maldecían, hasta que uno de ellos no pudo soportarlo más y golpeó a uno en el rostro. Eran dos contra uno, pero extrañamente, los dos parecían estar en desventaja. Gabriel observó la pelea en silencio, temeroso de ser involucrado.
—¡Nos vemos en la salida, Jason!—dijo uno de ellos con ira, mientras huía con el otro.
—¡Cobardes!—se burló. Exhaló con pesadez, y se deslizó contra la pared, cayendo sentado. Miró su entorno y notó a un niño no muy lejos de él. Quien lo observaba con cautela, sosteniendo un sándwich.
Gabriel se estremeció al encontrarse con su mirada. Su labio estaba sangrando, y su ropa era un desastre. Se veía bastante peligroso e irritado.
—Hey, niño—llamó Jason.
—S-Si—respondió nervioso.
—Dame la servilleta de tu sándwich.
—...
Gabriel dudó, pero al final se acercó. Agachándose a su lado, guardando cierta distancia.
Jason escupió lejos de él y se limpió el labio. Odiaba tener que limpiarse con la camisa blanca, era tedioso lavar la sangre.
Gabriel apretó la botella de agua helada que tenía en la mano, y dijo con lentitud:
—¿Quieres? E-Es agua helada, pero ya la abrí y no sé...
—No me importa—dijo sin dudarlo y tomó la botella. Notó que Gabriel evitaba verlo a los ojos, y se mantenía un poco lejos de él. Le pareció divertido que fuera temeroso, por lo que rio—Hey, no seas tan tímido. No muerdo si no me provocan.
Gabriel por fin lo miró, y se sintió avergonzado de su actitud.
Desde ese día se encontraron un par de veces: en los pasillos, el almuerzo, o en alguna pelea. Se conocieron mejor y fueron amigos de algún modo, a pesar de que Jason era un año mayor que él.
Y entonces supo porque siempre estaba metido en tantos problemas.
Cuando era pequeño sus padres murieron en un accidente.
Sus compañeros se burlaban por ello, le jugaba "bromas" y lo hacían sentir mal. Hasta que un día, decidió golpearlos a todos. Lo dejaron en paz, excepto por algunos que seguían buscando pelea, pero por razones diferente.
Gabriel no lo miraba como una solución, pero tampoco podía pensar en otra.
Jason se acostumbró a esta clase de vida, y parecía no molestarle.
Ambos se veían de vez en cuando. Jason estaba en último año de secundaria, así que bajaba hasta el segundo piso e iba a su salón a visitarlo, como ahora...
—Hola—saludó con una sonrisa tímida.
—Hola Gab, tengo hambre—buscó en el bolsillo de su camisa y registró su pantalón—¿No tienes chocolates?
—No, ¿quién me daría uno?—dijo, burlándose de sí mismo y bajó la cabeza—No creo que le guste a alguien.