Amor en el lugar equivocado

Capítulo 14: Cuidados y Comediantes

El aire olía a tierra mojada y a ciudad recién lavada. Después del diluvio de la tarde, el parque estaba casi desierto, con los árboles goteando sobre la acera vacía y los charcos reflejando un cielo que se limpiaba de grises. Era un escenario de paz y tranquilidad... el hábitat natural que Dax y Elisa, por ley de vida, terminaban alterando.

—Solo un paseo corto —había dicho Elisa, aburrida de estar en casa—. El aire está fresco.

Caminaban de la mano, esquivando charcos. Ella señaló un árbol particularmente frondoso.
—Mira,ese tiene como mil negocios de ardillas. Parece un centro comercial.
—Sí,y esa ardilla de allí es la gerente, mirándonos con desconfianza —bromeó Dax.

Fue en ese momento de distracción cuando el pie de Elisa pisó una losa suelta que escondía un charco traicionero. La piedra se inclinó, su zapato resbaló y, con un grito ahogado, ella cayó de lado, intentando amortiguar el golpe con la mano.
Un crujido seco y doloroso cortó el aire.

—¡Elisa!

Dax se arrodilló a su lado en un segundo. El rostro de ella estaba contraído por el dolor, sosteniendo con cuidado su muñeca izquierda, que ya empezaba a enrojecerse e hincharse.
—Estoy bien,estoy bien —mintió, con la voz tensa.

—No, no lo estás —dijo Dax, con una calma que no sentía. Su mente ya estaba en modo "protocolo de emergencia". Con una suavidad que sorprendió a ambos, la ayudó a ponerse de pie—. No apoyes nada. Vamos a casa, ahora.

Sin permitirle discutir, la rodeó con su brazo para darle estabilidad y comenzaron el lento camino de regreso. La paz del parque se volvió de repente vasta y hostil, cada metro una pequeña eternidad.

Y entonces, como en una comedia de enredos divina, apareció la figura inconfundible de Bruno.

Bruno era un amigo de la universidad de Dax, un cómico de stand-up cuya vida era material para sus rutinas. Iba con auriculares, caminando de forma animada, y al reconocerlos, se quitó los audífonos con una sonrisa amplia.
—¡Dax!¡Elisa! ¿Haciendo parkour bajo la lluvia? Es un nivel de temeridad que admiro.

—Hola, Bruno —suspiró Dax—. Un pequeño accidente.

Bruno se acercó y su expresión cómica se suavizó al ver la muñeca hinchada de Elisa.
—Ouch,eso no es pequeño. Parece que le declaró la guerra a una losa y perdió. ¿Necesitan ayuda?

—Vamos a casa de Elisa, está cerca —dijo Dax.

—Perfecto. Entonces yo, Bruno, seré su escolta de lujo en este desfile de la mala suerte —anunció, poniéndose en modo animador—. Por cierto, esto me recuerda a una vez que intenté impresionar a una fecha patinando. Terminé con el cocxis más morado que una berenjena y mi dignidad en la pista. Ella se fue con el encargado de los patines. Bueno, la historia no ayuda, lo sé. ¿Quieren que les cuente un chiste para elevar el ánimo?

Elisa, a pesar del dolor, sonrió débilmente.
—Por favor,no.

—Demasiado tarde. ¿Qué le dice un yeso a otro? "Nos vemos en la rehabilitación".

Dax puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar una sonrisa. La charla constante y absurda de Bruno fue el distractor perfecto durante el corto pero incómodo trayecto. Le restó dramatismo a la situación y le dio a Elisa en qué pensar que no fuera el dolor palpitante en su muñeca.

Al llegar a la puerta del edificio de Elisa, Bruno les dio una palmada suave en el hombro a cada uno.
—Bueno,mi trabajo aquí está hecho. Casi. —Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una mini lata de aerosol de espuma cómica que usaba en sus shows—. Toma. Para que le dibujes un bigache en el yeso cuando se lo pongan. Le dará un toque de personalidad.

Esta vez, Elisa rió abiertamente, aunque con cuidado de no sacudir el brazo.
—Eres un idiota,Bruno. Gracias.

—De eso se trata. Cuídate, Elisa. Y tú, arquitecto, cuida bien a tu paciente.

Una vez dentro del apartamento, con la puerta cerrada y el silencio familiar envolviéndolos, la tensión de Dax finalmente se liberó. Ayudó a Elisa a sentarse en el sofá con una ternura que era nueva incluso para ellos. Le trajo hielo, una manta y se sentó a su lado.

—Lo siento —murmuró Elisa, recostándose en su hombro—. Por arruinar el paseo.

Dax le acarició el pelo con suavidad.
—No lo arruinaste.Solo le añadiste un capítulo imprevisto. Y conociste a Bruno en su hábitat natural. Eso es una experiencia de vida.

Ella cerró los ojos, sintiendo el latido calmado de su pulso contra su mejilla. El dolor en su muñeca seguía allí, pero estaba amortiguado por algo más. Por la seguridad de su brazo alrededor de ella, por la forma en que había tomado el control sin dudar, y por el recuerdo absurdo de un cómico y su lata de espuma.

No era el final de tarde que habían planeado, pero, como siempre, era suyo. Y en el silencio acogedor del apartamento, con el chiste de Bruno flotando en el aire como una promesa de que todo saldría bien, Elisa supo que incluso los resbalones terminaban, de alguna manera, en un lugar seguro.




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