Octubre era mi mes favorito, el ambiente en las calles se volvía distinto, por la llegada del otoño, el calor infernal nos dejaba en paz, las mañanas se volvían menos caóticas, podía caminar desde mi departamento hasta el club Eldoria, aunque no soy una mujer de levantarme temprano, sin embargo, en esta época le agarro un gustito de ir a la cafetería de al lado pedirme un chai o mi nueva obsesión una golden milk una mezcla de especias que no creí que disputaría, principalmente la cúrcuma lo que le daba ese color amarillo.
No podía pedir más, tenía el trabajo perfecto en el club de fútbol, buenas compañeras, excelente ubicación. Todo era paz y tranquilidad...
Esos fueron mis pensamientos antes de que mi vaso de golden milk saliera volando por un extraño que corría con una cámara en mano y un micrófono en la otra.
—¡Fíjate! —grité cuando la leche botó sobre mi ropa. Había elegido el peor color para ese día, pero el blanco de mi filipina me invitó a tomarla cuando abrí mi closet.
No hubo ninguna disculpa, ni siquiera me volteó a ver el maldito. Retiré uno de mis audífonos para dejar la música de lado y cuando seguí avanzando había un centenar de periodistas, cámaras por todos lados, gente hablando, gritando, todo era caos frente al club.
—¡Camila! ¡Camila! —la pequeña mano de Nicol intentaba llamar mi atención cerca de la puerta del guardia que estaba asombrado de tener tanta gente allí.
Ciertamente, era extraño, el equipo aún no iniciaba temporada, algo grande estaba pasando y había tomado por sorpresa a todos.
—¿Por qué hay tantos periodistas? —cuestioné a Nicol que me jaló para que entrara antes de que se dieran cuenta de que estábamos allí.
—Han fichado a alguien grande —dijo la rubia caminando rápido mientras yo intentaba seguirla.
—¿Fichado? Pero el equipo está completo —dije incrédula —. Además, están por empezar los partidos...
Me detuve cuando observé a Rafael del otro lado del pasillo, caminando de un lado a otro. Noté que estaba molesto, éramos amigos desde niños, podía saber que algo malo estaba pasando.
—Rafa...
—Creo que no es buen momento —me detuvo Nicol jalándome del brazo.
—Parece que algo va mal, lo noto molesto —digo intentándome zafar de su agarre.
—Camila, han fichado un nuevo delantero...
Me quedé helada al escucharla, pero el equipo estaba completo. Rafael era el capitán del equipo y el mejor delantero que Eldoria tenía. Por lo menos por cinco años había quedado más que claro su compromiso con el club, dejando de lado todo lo demás que pudiera interrumpir sus metas.
—Hablemos con las demás, creo que Rafael necesita espacio en este momento. Todo el club está consternado, nadie sabía. Desde muy temprano, los periodistas llegaron preguntándole a todos qué pensaban de este nuevo integrante y nadie sabía qué contestar.
Quede anonadada de la noticia; Rafael se alejó y volvió al campo de entrenamiento. Lo que estuviera pasando no era nada bueno. Ahora la mancha de mi filipina era lo menos preocupante en mi cabeza.
Nicol y yo nos reunimos con las demás. Samanta, Ángela y Valeria estaban en la cafetería del club mirando la televisión. Que nuestra jefa estuviera también allí, únicamente me preocupaba más.
—Hola, chicas —saludó Nicol.
—Tienes una mancha amarilla en tu filipina —señaló Ángela.
—Fue atacada por los periodistas —dijo Nicol agarrando una fresa del plato de Valeria, quien simplemente me miró con empatía.
—Un estúpido pasó a mi lado corriendo y me empujó.
—Las actividades de la mañana serán programadas para la tarde, creo que podremos reubicar algunos jugadores para que no se empalmen las horas y no tengamos que trabajar por la noche —informó Samanta, nuestra jefa de departamento.
Todas teníamos diferentes actividades, Samanta era doctora y jefa del departamento de salud integral del club destinado a los jugadores de reserva del equipo, o más conocidos como suplentes, Nicol y Ángela eran fisioterapeutas, Valeria nutrióloga y yo psicoterapeuta deportiva, había hecho una especialidad en psicología deportiva, después de la carrera de fisioterapia.
El fútbol me había cautivado desde muy chica gracias a mi papá y hermano, claro que no tuvo nada que ver mi amor secreto por Rafael Silva, ayudó un poco a motivarme para seguir estudiando, principalmente que he estado junto a él acompañándolo en este mundo y sobre todo le debo mi trabajo en Eldoria.
Aunque con Rafael ya no es lo mismo desde hace un par de años, entiendo que su carrera como jugador es importante para él. Además, que por terminar en el segundo departamento de terapia no puedo estar tan al contacto con él. Sé que vine a Eldoria con la intención de ser su terapeuta principal, pero en un club tan importante era imposible que aceptaran una petición así; sin embargo, él sabe que puede contar conmigo siempre.
Lo más preocupante era que, justamente un día antes de que se revelara el nuevo poseedor del balón de oro, había demasiado caos, y el nombre del nuevo integrante de Eldoria era un suceso trascendental, además de sorpresivo.
—Camila, ¿qué tanto piensas? —preguntó Ángela.