Amor En La Cocina

FRÁGIL

Los rayos de luz entraban por la ventana, ella se sentía segura y protegida; había logrado disfrutar de su descanso.

Intento levantarse; pero sintió unos brazos aferrados en su cintura tuvo que pestañear varias veces para acostumbrarse a la luz. Cuando abrió sus ojos se dio cuenta que no estaba en su habitación, giró su rostro y vio a Ricardo que parecía dormido.

De pronto todo lo sucedido el día anterior llego a su mente como una película, hizo un puño con su mano ella no quería que nadie viera que ella podía ser frágil, salir lastimada, y mucho menos permitía que alguien la viera llorar.

Vio su chaqueta en una silla al costado de la cama, tenía los botones ya cocidos, sabía que él no lo había hecho ¿o sí? Había dormido como una roca y si en algún momento él se hubiera levantado ella no lo hubiese sentido.

Trató de quitar el brazo de Ricardo y no pudo, no quería moverlo de manera brusca ya que él despertaría y aún no estaba lista para darle cara. Se sentía avergonzada por el lamentable estado en el que estaba ayer.

De pronto escucho ruidos en la planta baja, cierto el vivía con su padre y su tía; ¿Qué hago? Debo irme, ya no quiero más lastima de nadie. Ya era demasiado con el show del día anterior en la escuela.

-. Ya despertaste – se removía en la cama y la apretó con más fuerza

-. S- Sí – hacia ejercicios de respiración para que su cuerpo no temblara

-. ¿Cómo dormiste? – voltea a mirarla

-. Bien gracias – hablaba muy rápido, y trataba de no mirarlo – yo… - se mordía su mejilla por dentro – quería disculparme…

-. No lo digas – la interrumpió – no eres de acero, y como te dije ayer eso ya es pasado

-. Pero… - en un movimiento rápido él se puso encima de ella colocando sus manos sobre su cabeza

-. Vaya que eres terca – ella estaba sorprendida y sin palabras – déjalo por la paz, nadie te vera como una muñeca de porcelana que al menor contacto se puede romper

-. De… acu- acuerdo – las palabras se negaban a salir de su boca, lo miraba fijamente a sus ojos azules, se veía tan guapo, algo despeinado y su piel “malvadas hormonas déjenme en paz” – ahora ya puedes soltarme debo vestirme

-. Es una posición cómoda – se mordió el labio inferior

-. Habla por ti – puso los ojos en blanco – ya en serio suéltame – forcejeo en varias oportunidades; pero sus muñecas comenzaban a dolerle y dejó de insistir

-. Vaya – trataba de regular su respiración de verdad le había costado mantenerla en esa posición y no tratar de lastimarla – te defiendes muy bien

-. Estas agotado – ella estaba algo agitada – no eres tan fuerte

-. ¿Quieres probar? – le dio una mirada picara

-. Bájate – lo miro fijamente – hablo en serio, o te golpeare – no dejo que él respondiera y sacando todas sus fuerzas ella se puso encima de él

-. De acuerdo – estaba agotado – me rindo

Ella se apartó con una sonrisa, y se sentó al borde de la cama estaba cansada, él era algo pesado y le tomo un gran esfuerzo.

-. ¿En qué piensas? – preguntó sentándose a su lado

-. Que no tengo ropa – miraba la silla donde estaba su uniforme – no quiero ponerme la misma de ayer

-. Tal vez mi tía tenga algo para ti - la tomo por su hombro para que se gire a verlo – tranquila

-. No quiero causar más molestias – se esforzó por darle una sonrisa

-. No digas tonterías – rio

-. No, en serio

-. Te llevare cargada

-. No serías capaz – ni termino de hablar él la cargo en su hombro, ella estaba sorprendida que tardo algunos segundos en reaccionar; después comenzó a golpearlo en la espalda y a patear.

Ricardo también estaba sorprendido por su atrevimiento, él no reaccionaría así ante nadie y la verdad le agradaba como se sentía su cuerpo con el contacto del de ella.

-. Bájame de una vez – gritaba mientras descendían, él sonreía

Cuando llegaron a la planta baja Sara y Víctor estaban en la cocina y ante tanto grito casi salieron corriendo; al ver la situación en la que estaban tuvieron que colocar ambas manos en sus bocas para que ninguna risilla indiscreta se oyera.

Ricardo sonreía y con señas les decía que después les explicaba. Sandra al sentir que él se detuvo y todo estaba en silencio; se sonrojo al pensar que estaba en esas “fachas” ante la familia de Ricardo; su rostro se encendió como un rocoto.

No tenía más que una camiseta puesta que gracias al cielo y a pesar de estar en esa posición tenía el tamaño ideal.

Ricardo la bajó con cuidado y ella tenía las manos en puño, quería golpearlo; pero no era forma de agradecer que la haya salvado… pero como se atrevía a hacerlo eso

-. Querida – la voz de Sara la sacó de sus pensamientos - ¿estás bien?

-. No o sí – su vergüenza avanzaba a cada minuto - ¿tendrá algo que me preste? – se señaló de pies a cabeza

-. Claro – le dedico una tierna sonrisa – sígueme

-. Gracias y buenos días señor Víctor – no levantaba la cabeza y su mirada era solo en el piso, se giró y siguió a Sara.

Subieron otra vez y ella pensaba que él la bajo por las puras ya que otra vez debió subir; se vengaría de algún modo lo haría.

Llegaron a la última habitación y ella la invito a pasar primero. El cuarto estaba muy bien organizado, Sara se acercó a lo que ella supuso era el closet, lo abrió y tenía todo perfectamente organizado,

Habían conjuntos de sastre tanto de falda como pantalón; muchos vestidos y ni contar los pares de zapatos parecía una tienda.

-. ¿Que se te hace más cómodo? – pregunta

-. Un polo y un short – responde sin pensarlo –lo siento

-. Tranquila – le guiña un ojo – estamos en confianza

-. Gracias – responde en un susurro – es que ya no quiero generarles más molestias

-. No digas eso – toma un polo negro y un short tipo vaquero de color celeste – lo que te pasó o bueno casi te paso. Es algo conocido para mí

-. ¿Como? – Estaba realmente sorprendida – perdón



#5568 en Novela romántica

En el texto hay: amor, cocina, peleas con la ex

Editado: 11.08.2019

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