Esa tarde fue a la playa para ver el ocaso, era un sueño que tenían desde muy pequeña y no podía cumplir; pero hoy sería el día. Llevo una chompa porque haría algo de frío; pero no le importaba.
Se sentó en la arena abrazando sus rodillas y con la mirada fija en el horizonte en donde el sol y el cielo ya tomaban un color anaranjado rojizo.
De pronto sintió que alguien le ponía una manta encima y se sentaba a su lado, admiraría el paisaje y ya después se preocuparía por ver a su compañía.
Pasados varios minutos el cielo se cubrió de negro, ella volteó su cara y vio a Ricardo en la misma posición que ella; pero observándola a ella.
-. Es relajante – inicio – nunca había visto un atardecer
-. Sí, lo es – volvió la mirada al frente
-. Prometo no decir nada – soltó de repente
-. ¿Sobre qué? – pregunta al filo de ponerse a la defensiva
-. Sobre que eres humana – ella volteo a mirarlo
-. Supongo que debo decir gracias – su frase tenía algo de tono irónico
-. Vamos, somos amigos y me gustó conocer esa faceta de ti
-. Es solo… - estaba nerviosa – que tengo una rabia contra mí misma por no poder darme cuenta antes de quien se estaba acercando a mí.
-. Digamos que era bueno para pasar desapercibido – se encogió de hombros
-. Soy una i… - él la callo
-. Él solo quería hacerte daño, y aunque físicamente no lo logro emocionalmente no estoy tan seguro
-. Debo reconocer que me afecto – recargo su cabeza sobre su hombro, él la rodeo con su brazo para acercarla un poco más a él. Ambos estaban sorprendidos por sus reacciones.
-. Solo prométeme que si necesitas algo – le tomo la barbilla para que lo mirara – me tomaras en cuenta
-. Yo no...
-. Ya sé que todo lo resuelves sola – le dio una sonrisa divertida – solo dime que es sobre el secreto y yo te poyaré – de la nada el silencio los invadió y sus ojos se conectaron, parecía ser como imanes. Ella miraba aquellos hermosos ojos color del mar, que le transmitían tranquilidad y a la vez el sentido de protección.
Él miraba aquellos ojos que tantas veces lo miraban con odio y rabia, y ahora eran más dóciles y tal vez lo miraban con algo de cariño en ellos.
La distancia se fue acortando de a poco hasta que ambos podían percibir la respiración del otro en su rostro. Él junto sus labios y aunque ella no correspondió de inmediato (debido a la sorpresa), luego de algunos segundo le correspondió.
“Si, mi primer beso es mejor de lo que había soñado” pensaba; pero de la nada lo alejó; ella no podía enamorarse. Eso solo haría que su corazón fuera herido.
-. Lo siento – dijo apenado
-. Déjalo así – trato de mantenerse inexpresiva
-. Yo… - se rasco su nuca – sabes que me gustas – dijo de repente
-. Espero no sea broma – su tono era serio – y sabes…
-. No espero que sientas lo mismo que yo – dice sin apartar su dedo de sus labios y acariciarlos – solo quería que lo tengas presente
-. Pero…
-. Solo déjame estar cerca – acaricio su mejilla – y que el tiempo decida – ella asintió.
Se quedaron un rato más y luego fueron a casa, ella dormiría en la habitación de Ricardo y el en el sofá; ella trató de negarse pero fue en vano.
Antes de lograr conciliar el sueño, su cabeza la bombardeaba con diferentes preguntas; pero todas ellas la llevaban a la misma ¿por qué no fue capaz de rechazar ese beso? ¿Por qué su corazón se aceleraba cerca de él o con tan solo recordar ese beso?
Debía alejarse, aunque eso le costara mucho debía hacerlo; pero ¿cómo? El estar lejos de él era difícil hasta respirar.
Abrazo una almohada, mientras inhalaba el aroma de Ricardo y el sueño lentamente se apoderaba de su cuerpo.
La rutina fue casi la misma hasta después del desayuno, ella no quería ni ver a Ricardo a los ojos no se atrevía. Pidió ir a su casa ya que debía hablar con Ana y saber que le había dicho Daniel sobre lo que hizo.
Ricardo le ofreció llevarla y ella acepto, subieron a su moto y él no fue a su casa; ella aun abrazada a su cintura le preguntó a donde iban y él no le daba respuesta.
Llegaron al centro y él se estaciono afuera de una heladería; ella se bajó y comprendió. Él la tomo de la mano y la condujo al interior.
Tomaron un helado de chocolate, y él de vainilla.
-. Quería invitarte hace mucho – dijo mientras el color subía por sus mejillas – y ahora no lo pensé.
-. Gracias – tenía una sonrisa de oreja a oreja – hace mucho que no probaba uno.
-. No sabía que el chocolate era tu preferido – le guiño un ojo
-. Soy algo dulce – le devolvió el gesto – solo a veces
Estaban tranquilos compartiendo. Cuando de la nada una silueta se acercó por la espalda de Sandra
-. Vaya tú no pierdes el tiempo – él cuerpo de Ricardo comenzó a tensarse
-. ¿Qué haces aquí? – preguntó ella sin voltear, colocando su mano sobre la Ricardo
-. Solo vine por un helado, no esperaba encontrarte
-. Vete – dijo acariciando el dorso de la mano de Ricardo para calmarlo no quería una pelea o un show en un lugar publico
-. Ya te olvidaste de mí – bajo para hablar en su oído, lo que ocasiono que Ricardo hiciera un puño con su mano que tenía tanta fuerza que sus nudillos ya estaban sin color.
-. No ves que está conmigo – intervino Ricardo
-. Primero le interese yo – recobro su postura
-. Vete Daniel espero no volverte a ver nunca más – dijo mirándolo directamente – ni siquiera somos amigos y de ahora en adelante si te vi no me acuerdo
-. Tan rápido me vas a decir adiós – su mano intentó tocar su hombro y sin saber en qué momento Ricardo se había puesto de pie y detuvo su mano antes de que la tocara y la apretaba con fuerza.
-. Ya la escuchaste – apretaba con más fuerza su mano – vete
-. Está bien – retiro su mano de su agarre – adiós, preciosa
-. Vete – repitió entre dientes Ricardo
Daniel salió y Sandra tomó la mano de Ricardo, su corazón estaba agitado; pero era por el miedo. Aún estaba asustada Ricardo tomo su mano y se acuclillo para estará a su altura, acarició su mejilla